El low-cost nos está saliendo caro

low-cost
Lo que comenzó en las aerolíneas, se acabó extendiendo a todos los sectores, y ahora hasta la comida es low-cost. Y es que nos dejamos seducir por la oferta, por lo barato, por lo imposible incluso.

El precio siempre ha sido un factor decisivo a la hora de comprar, y como “no somos tontos”, pues optamos por lo que más le conviene a nuestro bolsillo. Es normal y desde luego no es nuestra culpa. Solo un loco, un demente, pagaría más por obtener algo con las mismas características. Y aquí está la cuestión: las mismas características.

Desde luego que algo que vale menos, no puede tener las mismas características que algo más caro. Pero nos han hecho pensar que si. “Pagas la marca” dicen por ahí, lo que no deja de ser cierto, pero a veces una marca implica muchas cosas. Y ¡ojo! Que no estoy diciendo que lo caro sea siempre mejor. Pero estamos dejando pasar cosas importantes por una cuestión de precios.

 

Reducir costes a qué precio

Para ofrecer un producto o un servicio más barato, está claro que hay que reducir costes al máximo. Esto suele implicar cosas como:

- Utilizar materiales de peor calidad.

- Ahorrar en personal (menos trabajadores, menos sueldo, peores condiciones…)

- Producir en lugares más baratos.

- Exprimir al máximo a los intermediarios o eliminarlos. Eliminarlos te puede parecer buena idea, pero no si el intermediario es de tu familia o eres tú.

- Ofrecer un servicio más pobre, de manera que renuncias a cosas muy básicas, como tener sitio para las piernas en un avión o tener un servicio técnico de calidad cuando se te estropea algo. Lo primero igual es prescindible, lo segundo ya es otra cosa...

- Saltarse protocolos necesarios (seguridad, medio ambiente…). Y si, esto se hace.

Podría agrupar estas prácticas en dos grandes grupos: las que atentan contra las personas y las que atentan contra el medio ambiente. Desde luego alguna se puede incluir en ambos grupos.



Prácticas que atentan contra las personas

Comprando al precio más bajo posible, siempre estamos destruyendo puestos de trabajo o creando algunos muy precarios.

Y si bien la crisis incrementó la tendencia hacia el low-cost, éste no deja de generar pobreza. Se trata de un círculo vicioso, como no hay dinero, vamos a lo más barato; como vamos a lo más barato, menos gente tiene dinero, y vuelta a empezar. Y así nos vemos con un salario miserable, peleando por la última ganga.

Ni que decir tiene las prácticas que se llevan a cabo en países menos “desarrollados”, donde se hace caso omiso de los derechos humanos. Mira esto, o esto, o esto otro.

 

Prácticas que atentan contra el medio ambiente.

Las implicaciones ambientales de elegir lo más barato son infinitas. Y aunque no he podido encontrar ningún trabajo científico que evalúe la consecuencias ambientales del low-cost, está claro que no estamos haciendo las cosas bien. Por ejemplo:

- De algo tan tonto como elegir un material de menos calidad, ocurre que tengamos que comprar más a menudo, incluso cosas que se suponen de larga duración. Más compras, más residuos, más gastos de recursos, etc. ¡Ah! Y más gasto económico para ti, que creías que estabas ahorrando. Por otro lado, pueden ocurrir desastres ambientales (y humanos) por escatimar en gastos.

- Al producir en lugares más baratos, estamos incrementando la huella ambiental del producto, por su posterior transporte. Más emisiones, más cambio climático. Por no decir, que en muchos de esos lugares, la legislación es más laxa, y por lo tanto la degradación ambiental es mayor.

- Puede que parezca que ofrecer un servicio más básico o de menor calidad no tenga implicaciones ambientales, pero piénsalo: se te estropea el móvil el móvil y la empresa que te lo vendió se desentiende de ofrecerte un servicio técnico que lo repare. Te sale mucho más barato comprarte otro, desde luego. Así que, móvil nuevo, más residuos, más gasto de recursos, etc, etc. Y cómo no, más gasto de dinerillo por tu parte, que creías de nuevo que estabas ahorrando.

- ¿Qué me dices de saltarse protocolos? Posibles vertidos, contaminación, desastres ambientales...

Evidentemente esto no te lo van a contar cuando te están vendiendo algo a bajo coste. Te lo ponen bonito y barato. Lo de bueno, solo lo parece. Por eso es importante que tengamos claro que estamos comprando y no dejarnos seducir por gangas.



Conclusión

No seamos tontos: El low-cost nos sale caro a mucho niveles (a nuestro bolsillo, a la sociedad y al medio ambiente). No seas participe e infórmate de lo que compras antes de dejarte llevar. Cada cosa tiene su precio, paga lo que debes para tener lo que necesitas.

¿O acaso quieres un medio ambiente low-cost, con aire y agua contaminados, árboles falsos y animales de cartón-piedra?

Te espero en los comentarios :)


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Fuente: este post proviene de Hay Eco, donde puedes consultar el contenido original.
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