¿Fue fabricada tu camiseta feminista por trabajadores explotados?

Por el Equipo Slow Fashion Next.

Foto Portada: Merchandising de Women’s March. Imagen vía Broadly.

Desde “Feminist AF” a “Nasty Woman”, la moda “feminista” está teniendo su momento. Pero nuestra sed de camisetas y sombreros “instagrameables” baratos puede tener consecuencias no éticas. Os lo mostramos en el siguiente artículo escrito por Rosie Spinks.

Menos de 24 horas después de que Donald Trump llamase a Hillary Clinton “mujer despreciable” en el tercer debate presidencial en octubre, el primer merchandising de un tema desagradable –incluyendo una camiseta con un logotipo en forma de corazón que terminó recaudando 100.000 dólares para Planned Parenthood- comenzó a venderse online.

Después, en enero, cuando Women’s March en Washington estaba a punto de convertirse en una de las manifestaciones políticas más grandes de la historia de Estados Unidos, Instagram fue inundado de camisetas con eslóganes para el gran día. “Feminist AF” y “The Future is Female” fueron de los más populares, mientras que ahora surge “Nevertheless, She Persisted”. Todo el mundo parecía querer uno de esos productos y pocos estaban interesados en saber de dónde procedían.

El merchandising activista ha existido durante décadas, pero nunca existió en un momento en el que es posible crear, comercializar y vender una camiseta producida en masa durante una sola noche. El logrado mensaje que se obtuvo en los medios sociales y el conseguir muchas de esas camisetas no van de la mano, pues esta acción podría afectar considerablemente a las mujeres que fabrican esas prendas.



Pancarta de Women’s March. Imagen vía Elle.

Amy DuFault, activista de moda ética, escritora y directora de comunicación del Instituto Brooklyn Fashion and Design and Accelerator, en enero, antes de la marcha, se dio cuenta de que la división local a la que ella se había inscrito en Massachusetts estaba vendiendo mercancía producida, en gran parte, por Gildan, una empresa de producción masiva que fue declarada como explotadora de trabajadores en Centroamérica. Horrorizada por la noticia, se encargó de ponerse en contacto con organizaciones, diseñadores y marcas para preguntarles directamente quiénes habían fabricado sus camisetas feministas.

“Llegados a este punto en el que estamos consumiendo tanta moda, no es una campaña controlada como lo era en los años 60 o 70. Es tan barato y tan rápido de hacer, y todos somos hipócritas por usarlo”, dijo DuFault. “Porque si llevamos algo que dice que deben respetarse los derechos de la mujer y no ha sido fabricado por una mujer que goza de ellos, es irónico y trágico. ¿Realmente quién, si supiera cómo fueron fabricadas las prendas, quisiera llevarlas?”.

De hecho, en la cacofonía del discurso que transcurría alrededor de la marcha, muchos críticos prominentes señalaban la cuestión principal de la interseccionalidad y la necesidad de incluir a todas las mujeres en el movimiento feminista, no sólo las que pudieran permitirse pagar y subirse a un avión hasta Washington. Si bien eso incluye a las mujeres estadounidenses de color, que se verán más afectadas por las políticas del Presidente Trump, tampoco debería incluir a las mujeres que fabrican esas camisetas, ¿no?





Por todas las cuentas, los organizadores de la marcha de DC salieron al paso diciendo que en la fabricación de sus camisetas tuvieron en cuenta a las mujeres que las hacían. (Según la Campaña de Ropa Limpia, alrededor de tres cuartas partes de los trabajadores de la confección en todo el mundo son mujeres). La página de Women’s March señaló que todas las prendas y artículos “fueron hechos e impresos en los Estados Unidos”. Además, la empresa estadounidense que hizo su mercancía oficial, Bonfire, afirmó que los organizadores de la marcha les pidieron específicamente que su ropa sólo se hiciera en EE.UU. Bonfire dijo a Broadly que utilizó inventario fabricado en Estados Unidos de American Apparel, Bayside Apparel o Royal Apparel.

Si bien la adquisición de American Apparel por parte de Gildan en el mes de enero suscita ambigüedad sobre si el inventario utilizado fue fabricado en EE.UU o no, un representante de Bonfire dijo: “No sabemos si Gildan fabricó camisetas de American Apparel. Ella afirmó que “cada artículo encargado para Women’s March en Washington se obtuvo de prendas ya existentes de American Apparel, Bayside Apparel o Royal Apparel”.

Sin embargo, la confirmación de la procedencia de otro merchandising no ha sido tan fácil y DuFault señala que ha visto casos de copias de la camiseta oficial vendiéndose online. Cuando contactó a los diseñadores de la Semana de la Moda de Nueva York que mostraron prendas con mensajes feministas –como Jonathan Simkhai, Prabal Gurung o Christian Siriano- así como tiendas y organizaciones como Nasty Women Society y Planned Parenthood, recibió respuestas muy diferentes.



Prabal Gurung y Public School en la pasada Semana de la Moda de Nueva York. Imagen vía Washington Post.

Mientras que Jonathan Simkhai dijo que sus camisetas fueron “producidas por una pequeña empresa de los Estados Unidos”, no proporcionaron ninguna declaración de dónde. Rock Roll Repeat, que vendía una camiseta con el logo “Abort Unwanted Presidencies”, dijo que su ropa fue “cosida en Nicaragua con materiales estadounidenses y en una fábrica con certificado WRAP [Worldwide Responsible Accredited Production]”. Prabal Gurung señaló que sus camisetas eran de origen local, de la ciudad de Nueva York, y que los trabajadores recibían un “salario justo y equitativo”. Mientras tanto, Planned Parenthood y Christian Sirianon no respondieron a DuFault.

Parte del problema con la producción ética de camisetas es que saber de dónde viene una camiseta no es tan sencillo como rastrear un cartón de huevos, que siempre viene con un código. Elizabeth Cline, experta en fast-fashion y autora del libro Overdressed: The Shockingly High Cost of Cheap Fashion, explica por qué las camisetas son tan difíciles de rastrear y producirse éticamente.

“A diferencia de los alimentos, la moda combina agricultura, fabricación, tecnología y mano de obra”, dijo Cline a Broadly. “Difundir esos pasos alrededor del mundo y permitir que diferentes países se especialicen en distintas áreas ha hecho que las prendas de vestir sean asequibles y abundantes, pero obtener información de esas prendas es un proceso difícil”.

Mira ahora el vídeo de la diseñadora Stella McCartney. Vía Vice.

DuFault confiesa que su misión no es avergonzar a la gente, sino más bien utilizar el entusiasmo, alimentado por las redes sociales para todo el merchandising que genera, para subrayar la realidad y que la gente se de cuenta de dónde vienen sus camisetas. Y, si queremos ser buenos activistas, DuFault afirma que es nuestro trabajo pensar en ellos.

“Para muchas de estas mujeres, es la primera vez que actúan como activistas y no saben tanto como yo, así que no quiero avergonzarlas y quitarles su poder”, dijo DuFault. “Sin embargo, para esos diseñadores, si quieren estar allí (sólo por tener una camiseta de la causa en su show), saben cómo y dónde se hacen las cosas, es su trabajo”.

DuFault dice que la dificultad de producir camisetas éticas debería estimular a los activistas a ser más intencionales con lo que producen y cómo lo producen. Ella ayudó a crear una lista de preguntas para hacerse uno así mismo a la hora de elegir un proveedor, así como algunas marcas que sí están haciendo un buen trabajo en este sentido.

No es necesario convertir cada meme en una camiseta. Las marcas más pequeñas y éticas van a costar más y, de todos modos, no es imprescindible hacer toneladas de esas camisetas. Lo más importante que se debería considerar cuando se producen es: ¿Realmente necesitas hacer esto?”.



Concentración de mujeres con mismos gorros en Women’s March. Imagen vía The New York Times.

Aún así, DuFault no está poniendo obstáculos cuando de lo que se trata es que los activistas tengan responsabilidad y se aseguren de que su mercancía es interseccional en la cadena de suministro.

“En 2017, cuando tenemos acceso a tanta información y publicamos fotos de nosotros mismos en todas las redes sociales diciendo, “Mira, soy un activista”, debemos darnos cuenta de la realidad. Hay caminos correctos en cada elección que hagas, así que quiero que los consumidores los elijan antes de crear mercancía con su causa activista”.

Fuente del artículo: Broadly. Vice.

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