Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia: Ludmila de acero, una revolucionaria muy aguerrida.

Reyes Blanc explica algunas de las características de las familias bolcheviques: “El divorcio estaba mal visto porque suponía romper una familia revolucionaria.

En cambio se admitía la infidelidad, tanto del hombre como de la mujer. Los bolcheviques eran una casta endogámica.

Había que proteger la clandestinidad a la que obligaba la lucha revolucionaria, de allí esos comportamientos. Los casamientos se hacían entre ellos, con familiares de los compañeros de lucha.
Así también se adoptaban los hijos de los camaradas muertos para protegerlos dentro de la gran familia bolchevique”.
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Las mujeres de Stalin.

Stalin siguió la regla al pie de la letra. Sus dos esposas oficiales provenían de esas familias, y la última mujer que se le conoció, si bien era una criada, formaba parte del personal más cercano al líder y, por lo tanto, pertenecía también a ese universo.

Asimismo, en los momentos en que estuvo desterrado en Siberia se relacionó con mujeres que integraban su entorno en esos parajes desolados.

Tuvo un hijo en Solvychegodsk con su casera, María Kuzakova, y dos más en Kureika con la adolescente Lidia Pereprygina. El primero murió a poco de nacer y al segundo no lo conoció nunca porque logró ser trasladado a una aldea más cercana a Moscú, Achinsk, donde vivió con una bolchevique también confinada allí, Vera Shveitzer. De ese lugar partió, al enterarse de la caída del zar en febrero de 1917, hacia San Petersburgo, o Petrogrado, como se la bautizó después de la Primera Guerra Mundial.
Sus amanates bolcheviques.

Tuvo numerosas amantes bolcheviques o compañeras de éstos en la época anterior al triunfo de la revolución: Alvasi Talakvadze (hermana de bolchevique), Stefanía Petrovskaya (militante bolchevique pese a ser de familia noble, confinada en Solvychegodsk junto a Stalin), Polia Onufrieva (joven amante de un bolchevique al que había seguido al confinamiento), Serafina Khoroshenina (revolucionaria que también coincidió con Stalin en el confinamiento), Tatiana Slavinskaya (militante destacada de San Petersburgo, casada con un bolchevique judío) y Valentina Lobova (importante bolchevique).Las mujeres de los hombres más despiadados de la historia: Ludmila de acero, una revolucionaria muy aguerrida.Twitta

Las amantes de Stalin fueron innumerables en esa primera época de pistolero, militante clandestino, asaltante de bancos desterrado en siete ocasiones a Siberia. Fue un tiempo de mujeres e hijos no reconocidos, que quedaron desperdigados por la historia.

Ludmila de acero.
Destaca en esta época Ludmila Stal, una revolucionaria muy aguerrida seis años mayor que Stalin, a quien la policía zarista señalaba como bolchevique peligrosa. Stalin estaba tan impresionado con ella que tobolchevique peligrosa. Stalin estaba tan impresionado con ella que tomó su nombre: en ruso, Stal significa “acero”, por lo que “Stalin” sería “el hombre de acero”.

Ludmila había estado muy próxima a Lenin, y en los momentos previos a la revolución trabajaba en el Rabotnitsa, periódico del movimiento femenino bolchevique que ella misma había cofundado, y también sería el contacto con los marineros de Kronstadt, el grupo revolucionario más decidido.
El triunfo comunista.

La marinería rusa, que había tenido un papel destacado en la revolución de 1905, era un vivero de revolucionarios. Kronstadt —una isla situada a sólo treinta kilómetros de San Petersburgo— era la principal base de la Flota del Báltico, con una guarnición de doce mil marineros que en 1917 volvieron a adquirir un papel protagónico pues constituían un cuerpo militar muy disciplinado, bien armado y de ideología política izquierdista consolidada.

Fue el crucero Aurora, procedente de Kronstadt, el que disparó contra el Palacio de Invierno en el inicio de la Revolución de Octubre, que llevó a los bolcheviques al poder.

Sin embargo, los marineros de la isla no eran bolcheviques, sino que pertenecían a otras fuerzas de la izquierda, social-revolucionarios en su mayoría y algunos anarquistas. Y en 1921 se rebelaron contra el totalitarismo de los bolcheviques en lo que se llamó la revolución antibolchevique, pero fueron aplastados y duramente reprimidos.

Después del triunfo comunista, Ludmila cumplió tareas en el Comité Central y, antes de morir, en 1940, editó las obras de Stalin. Si te ha gustado el artículo inscribete al feed clicando en la imagen más abajo para tenerte siempre actualizado sobre los nuevos contenidos del blog:


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