Enciendo mi ordenador y comienzo a trabajar. A media mañana mi estómago ruge así que voy a la cocina y me hago con unos cuantos frutos secos. Más tarde agarro mi bolsita de tela y voy a por el pan, del día. A veces hago la comida, a veces la hace mi compañero de aventuras. Pero siempre tenemos algo que comer. Después del almuerzo continúo trabajando y cuando acaba la jornada hago deporte, visito a mi familia o disfruto de mis aficiones. Los fines de semana además, puedo ver alguna película, jugar con mis sobrinos o respirar aire fresco dando un paseo por la naturaleza.
Soy privilegiada. Mucho. Muchísimo seguramente. No me tengo que preocupar ni por el frío del invierno, ni por la falta de comida, ni por mi mala salud o la falta de cariño y amor. Mientras a mucha gente en este mundo le faltan todas esas cosas y más.
Intento que cada vez que leas este blog salgas de él o con una sonrisa en la cara o con la cabeza dándole vueltas a algo. Pero desde hacía tiempo sentía que algunos post estaban a años luz de los problemas reales de mucha gente. Hacía mucho que sentía ese pulso latiendo debajo de las muñecas pero no sabía cómo expresarlo hasta que leí esta tira de cómic. Lo que yo sentía era el privilegio.
Tengo el privilegio de poder hablar de armarios cápsula mientras hay gente que necesita ir a Cáritas a por su ropa nueva. O escribir sobre minimalismo, cuando para muchas personas no es una filosofía sino una pura y verdadera necesidad. Quien no tiene nada, no necesita reducir sus posesiones.
El otro día mi padre me comentaba, a propósito de este post, que 100 prendas eran muchísimas para todo el año. Para él lo son porque es consciente de que la ropa sirve para cubrirse y para resguardarse del frío o del calor, y sabe que para mucha gente la idea de poseer 100 prendas es casi una obscenidad. Y tiene razón. Pero aun así creo que estos posts son muy necesarios para nosotros, los privilegiados. Porque muchos de nosotros utilizamos la ropa como símbolo de status o el consumismo para evitar pensar acerca de cómo estamos viviendo nuestra vida. Y creo que todavía no somos conscientes de ese privilegio. O lo somos muy en el fondo mientras nos preocupamos por mantener nuestra casa en orden o decorarla a nuestro gusto.
Y de verdad que no estoy tirando piedras sobre mi propio tejado. Seguiré escribiendo sobre los mismos temas por eso mismo, porque creo que ayudan a mucha gente a darse cuenta de que nuestros hábitos de consumo no son saludables ni para nosotros ni para el planeta. Y seguiré utilizando el humor, y muchas veces la frivolidad. Y para tu pesar, seguiré contando chistes malos. Pero no quiero olvidar, ni que tú como lector o lectora olvides, que cuando yo escribo o tú lees, no dejamos de ser unos privilegiados.
P.D. Y tú ¿habías pensado alguna vez sobre el privilegio? ¿tienes alguna visión específica sobre este tema? ¿o sabes cómo combatirlo? Me encantaría leer tu opinión en los comentarios.