La alimentación es una de las bases fundamentales de la vida del ser humano junto con la respiración y el agua. De la comida se derivan todos los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento de nuestro organismo. No solo importa la calidad nutricional de lo que comemos, sino que además, tiene importancia cuando lo comemos. Nuestro metabolismo está gobernado por un reloj biológico.
Este reloj interno está en el cerebro, concretamente en el hipotálamo y actúa sobre el funcionamiento de nuestro organismo a lo largo del día indicándonos en qué momento despertamos, cuando debemos comer y finalmente la hora de dormir. Esta dinámica es lo que se conoce como ritmo circadiano.
En cuanto a la alimentación, este reloj actúa sobre los sistemas endocrino, enzimático y digestivo, los cuales se activan para el momento de recibir el alimento. Dicen los expertos nutricionistas que el ser humano debe ingerir una cantidad necesaria de alimentos al día dentro de un espacio temporal de 8 a un máximo de 10 horas, que sería el espacio de tiempo entre el primer bocado y el último ingerido en el día.
¿Qué pasa con las personas que consumen alimentos tarde en la noche?
Sin embargo, hay personas que tienen tendencias a ingerir alimentos luego de la cena, e inclusive en altas horas de la noche. Este hábito puede acarrear serias consecuencias irreversibles en el organismo.
Por una parte, ingerir alimentos luego de las 8 de la noche ayuda a acumular grasas en el organismo, lo cual es uno de los principales factores que conlleva al sobrepeso y a la obesidad.
Otro de los puntos importantes a tomar en cuenta, es el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, ya que los alimentos procesados por el organismo en las horas de la noche elevan significativamente la presión arterial, alteran el ritmo cardíaco y aumentan la producción de adrenalina, con lo cual también se crean hábitos negativos para dormir lo que puede causar insomnio, que a la larga afectan al sistema nervioso central.
El organismo en las noches realiza sus labores de depuración y reparación, por esta razón, ingerir alimentos especialmente en altas horas detiene este proceso de limpieza, con lo que se puede tener mayor riesgo a desarrollar enfermedades como la diabetes tipo 2, ya que se necesitan algunas horas para completar su labor digestiva, y sí en ese momento se agregan más alimentos, se activan una serie de procesos metabólicos y la liberación de hormonas que causan impactos negativos incluyendo reflujo, que irrita las paredes estomacales, indigestión, acidez, náuseas, vómitos, entre otros malestares.
Para muchas personas, ingerir un pequeño refrigerio antes de acostarse constituye un hábito recurrente, un verdadero ritual
Otro aspecto a tomar en cuenta son los momentos cuando las personas tienen deseos incontrolables de comer en altas horas de la noche, lo que se relaciona con el estrés, las crisis nerviosas, depresiones, o padecimientos de índole emocional. Por aquellos que dicen la sabiduría popular: «barriga llena, corazón contento».
Las alteraciones que produce el estrés pueden causar ansiedad, insomnio e hiperactividad, por lo que el cuerpo los traduce como falta de energía y dispara el hambre. En el sentido contrario, los problemas nerviosos no tratados pueden llevar a degeneraciones nerviosas, donde la depresión, la angustia y la ansiedad buscan ser compensados con la comida, o bien con un exceso de ella o una carencia pronunciada, que puede ser de igual manera perjudicial causando problemas de anorexia o bulimia.
Siempre es importante que ante cualquier alteración de índole física que involucre un descontrolado proceso de ingesta de alimentos, cambios en el metabolismo o en las condiciones físicas, se debe acudir de inmediato al médico, quien luego de hacer sus diagnósticos respectivos, determinará cuál es el tratamiento más adecuado a seguir.
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Pedro Churion l Redactor Especialista