Ciencia para todos: un acercamiento a la apropiación social de la ciencia y tecnología

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¿Cómo acercar la ciencia a comunidades marginadas o de difícil acceso? ¿Cómo promover procesos de apropiación social de la ciencia y la tecnología? ¿Cómo mejorar la percepción ciudadana que hay sobre estos temas en nuestro país? ¿Cuánto vale la sonrisa de un niño a quien podemos cambiarle la vida? ¿Cuánto vale la divulgación?

En torno a estas interrogantes, el Conacyt impulsó, en febrero de 2012, la iniciativa “Estrategia nacional de difusión y divulgación de la ciencia, la tecnología y la innovación: Apropiación Social de la Ciencia, Tecnología e Innovación (ASCTI) en entidades federativas con énfasis en zonas marginadas”, programa al que se conoce ahora como “Ciencia para todos y en todos los rincones”, cuyo objetivo ha sido la promoción de procesos de apropiación social del conocimiento, a través del desarrollo de proyectos participativos de difusión y divulgación de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTI), de interés público con cobertura en zonas marginadas, rurales o de difícil acceso, en los 32 estados del país (ver cuadro 1).

La expresión apropiación social de la ciencia es relativamente reciente y su marco conceptual está en construcción; en el presente documento lo manejaremos como un entramado complejo y dinámico enfocado al logro tanto de interacción como de participación social vinculadas al conocimiento científico y tecnológico, cuyos componentes —como divulgación, comunicación pública de la ciencia o difusión— son acciones promotoras de la apropiación (cuadro 2). Por su naturaleza, el abordaje debe ser multi, inter y transdicisplinario, con visión transversal e integral.

Jorge Padilla y Lourdes Patiño1 establecen un modelo conceptual de la Apropiación social (figura 1), ligado a dos campos de acción (alfabetismo científico y cultura científica) que, en acciones progresivas o simultáneas, permitirían alcanzar dicho concepto; pero, desde mi punto de vista, se trata más de una aspiración; que los ciudadanos, por ejemplo, se informen sobre temas y asuntos de CTI, tengan una participación social en éstos, y apliquen conocimiento de CTI, así como herramientas tecnológicas en su vida cotidiana (figura 1).


Entonces, más que respuestas sobre la conceptualización del término, surgen otras interrogantes: ¿Qué es la ciencia, sino un ejercicio riguroso y transformador de la realidad, que plantea problemas, explora fronteras y construye soluciones? Con esta idea del quehacer científico, la ciencia debería ser vista como una escuela de pensamiento y como un camino novedoso y viable para lograr un desarrollo armonioso de la sociedad.2

En este camino, una parada obligada es la promoción de una cultura científica, lo cual implica necesariamente que los ciudadanos puedan apropiarse del conocimiento, vivenciándolo como parte de su experiencia humana cotidiana. La sociedad civil y la democratización del proceso resultarán cruciales en esta tarea; pues, en la medida que se logre ciudadanizar la iniciativa, tendrá mejores resultados.
Como se ve, se enfrentan múltiples desafíos. Uno de ellos consiste en emprender un trabajo conjunto que coordine a todos los actores del sistema de CTI, me refiero a las instituciones de educación y centros de investigación, a los tres órdenes de gobierno y al sector empresarial, para lograr que los tópicos de la ciencia sean temas de conversación naturales y cotidianos desde los hogares.


Se trata de realizar una cruzada nacional: generar aprendizajes con los medios de difusión, con el sistema educativo, con los actores y promotores de la ciencia, lo que puede lograrse mediante procesos continuos de generación y uso del conocimiento, organizados de tal forma que contribuyan a procesos de aprendizaje social. Éste es el rasgo central de las Sociedades del conocimiento. Éstas son sociedades con capacidad para generar conocimiento sobre su realidad y su entorno, y para utilizarlo en el proceso de concebir, forjar y construir su futuro.

Ahora bien, ¿cómo encarar este reto en nuestro país, en donde la CTI aparece como materia incomprensible y descontextualizada de la realidad? El reto es complejo, pues el tema del conocimiento científico todavía aparece ante la percepción social en una posición subordinada, y hasta marginal, quizá por considerarlo como un campo separado, y no parte de la cultura, que es el sitio del cual forma parte, en esencia.
Pertinencia e impacto social



Es importante impulsar el interés por el conocimiento científico a través de estrategias creativas, lúdicas, pero sobre todo, participativas y que los ciudadanos se apropien del conocimiento.

Entonces, ¿cómo transitar hacia esa política pública de apropiación social de la CTI? ¿Cómo lograr que estos temas irradien a la sociedad, sean parte de su vida cotidiana, y que exista un reconocimiento social capaz de impulsar la CTI? ¿Cómo posicionar estos temas en la percepción pública?


Un punto de partida sería concebir la CTI como un campo social que incluye naturalmente a científicos e investigadores, en tanto constructores del conocimiento, pero que envuelve también a niños, hombres, mujeres y ancianos, como beneficiarios indirectos o directos de sus procesos.

En este marco, no puede dejarse de lado el contraste entre el gran ritmo del progreso científico y tecnológico que se está dando, por un lado y, por otro, la existencia de sociedades —como la mexicana— que enfrentan serios problemas de equidad y de participación social en los beneficios del desarrollo.
Ya no es posible concebir al investigador aislado de su comunidad y ajeno a sus problemas; tampoco lo es pensar en una sociedad que desconoce el quehacer científico como elemento básico de su desarrollo.
En ese sentido, además del papel formativo del científico, CTI constituye un ejercicio riguroso como parte del acto mismo de pensar; es un reto para el ser humano que, con actitud crítica, consciente y voluntaria, reflexiona, problematiza y expande sus ideas.


La investigación no consiste en la simple acumulación y repetición de conocimientos ya dados y aceptados tradicionalmente por la sociedad. Es un camino novedoso, de desafíos, de riesgos —y, aun, de desilusión— por circular siempre en las fronteras del saber. Se trata de una vocación que hace progresar el estado del conocimiento; que transforma la realidad, devela problemas y sugiere respuestas.

Nuestra sociedad enfrenta, pues, el desafío de transitar por este camino fascinante y complejo que es el saber científico; lo que es, en términos conceptuales, lograr la apropiación social de la ciencia. Este tránsito requiere del reconocimiento de la relevancia social y cultural de la construcción del conocimiento científico, para lo cual se requiere disponer de estrategias creativas, lúdicas, pero sobre todo, participativas, y que los ciudadanos se apropien del conocimiento.
Ello se logra al fortalecer el espíritu crítico, proporcionando herramientas útiles para la toma de decisiones y ubicando el tema de ciencia y tecnología como parte de nuestro entorno y de nuestra vida cotidiana. Urge, pues, explorar lineamientos para la definición de una política pública en torno a la Apropiación Social de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (ASCTI).
Retos y experiencias en otros países



Existen diversas iniciativas en América Latina para implementar medidas de Apropiación Social de la Ciencia, Tecnología e Innovación (ASCTI) que tienen en común un diseño institucional transversal e integral, con un alineamiento de la ciencia, la tecnología y la innovación a la política educativa, al desarrollo económico y social.


Muchos países ya cuentan con políticas públicas, pero, además de lo que puede lograrse en las estructuras y programas institucionales, debe trabajarse desde las mínimas expresiones de lo local hacia lo global; para lo cual se ha promovido el despliegue de estrategias creativas e inteligentes orientadas a la apropiación social de la CTI. En Latinoamérica, Chile, Brasil, Colombia ya cuentan con políticas abocadas a este fin. En España se ha realizado todo un despliegue para la comunicación pública de la ciencia y la obtención de mediciones de percepción que se han constituido en un referente.
Otra política conocida es la Estrategia Nacional de Apropiación Social de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, en Colombia. En Brasil se cuenta con experiencias de apropiación social en uso de nuevas tecnologías y software libre en la educación. Es evidente que, fuera del sistema educativo formal, se está produciendo una serie de experiencias y procesos de incorporación de las TIC (Tecnologías de Información y Comunicación) a partir de comunidades y organizaciones sociales proponentes de una visión alternativa frente a la relación tecnología-sociedad, de las cuales están emergiendo nuevas formas de ciudadanía o ciber-ciudadanías.
En Chile, se logró posicionar el tema, extendiéndolo a otros organismos de la región. Sin duda, la apropiación social de la ciencia es uno de los ejes transversales que más ha sido profundizado por el equipo académico de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).


En resumen, se aprecia que la característica central de estas iniciativas —sobre todo en Brasil y Chile— responde a un diseño institucional transversal e integral, con un alineamiento de la ciencia, la tecnología y la innovación a la política educativa, al desarrollo económico y social.

Pero, además del papel, de lo que podamos lograr a nivel de las estructuras y programas institucionales, como ya señalé, debe trabajarse desde las capacidades locales, desde nuestras vocaciones, desde nuestros recursos convencionales.
Es necesario aprovechar, para esta mediación–intermediación con el ciudadano, todos los medios posibles; en ello, la convergencia tecnológica juega un papel crucial, por ejemplo, con el fenómeno reciente de apropiación que se da de los instrumentos como Internet, twitter y facebook, en las llamadas redes sociales. Es deseable ver en un futuro próximo una apropiación de esta magnitud en CTI.
Volviendo a nuestro país, el citado estudio Conacyt-REDNACECyT: 2012 plantea la premisa de que, para formular una política pública nacional de ASCTI con una visión integral, se requiere involucrar a todos los actores y considerar sus diversos impactos; es decir, por definición, una política incluyente y participativa, cuya responsabilidad está presente en diversos agentes corresponsables (cuadro 3), como ilustra la figura 2.



Hacía un atisbo de la política mexicana de apropiación social de la CTI
Además del estudio “Ciencia para todos y en todos los rincones”, ya referido, el Plan Colombiano de Apropiación Social aporta algunas ideas para la construcción de la política pública que, necesariamente, lleva a definir los ámbitos de la política pública y a precisar quiénes son los actores de dicha política. Por supuesto que lo esbozado es solamente un indicio de los “qué”, habrá de seguir en esa construcción colectiva, de los “cómo”, “quién” y “cuándo”.
Propuestas en torno a la definicón de una política mexicana de ASCTI

◂ Que los actores del sistema nacional de CTI se apropien del concepto, socializando la apropiación social esperada entre sus propios promotores.

◂ Incluir tal concepto como parte del Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación que emita la Administración Federal; las entidades federativas podrían incorporarlo en sus programas estatales o, incluso, elaborar programas estatales de divulgación, como Michoacán, único caso en nuestro país.
◂ Desde lo local, promover programas e iniciativas —en coordinación intersectorial e interinstitucional— dinamizando e integrando iniciativas y presupuestos, entre otros rubros.
◂ Promover, convocar y movilizar a los agentes de la CTI, incluyendo la sociedad en general, a participar activamente en los procesos de ASCTI, como una estrategia a futuro.
◂ Contribuir a la democratización de la CTI, fomentando procesos de construcción colectiva del conocimiento, en los que la comunidad científica interactúe y reconozca actores, tanto de disciplinas afines y diferentes, como de los actores de otros sectores y de otras formas de conocimiento (ejemplo: los saberes tradicionales y ancestrales).
◂ Potenciar los procesos de comunicación social y de entretenimiento con contenidos y dispositivos que contribuyan a la formación de una cultura científica y tecnológica en la población mexicana.
◂ Aprender a dar y recibir buenas noticias en ese sentido, permear hacia espacios amplios de difusión. Incluso, ayudar a los representantes de los medios de difusión masiva para posicionar el tema en el espectro público.
◂ Consolidar el valor de la identidad de la cultura, evidenciando e incentivando el uso de los aportes del desarrollo científico y tecnológico al país.
◂ Divulgación y posicionamiento de la ciencia, la tecnología y la innovación.
◂ Formación de mediadores de la ciencia (mediación social intercultural).
◂ “Ciudadanización” del tema, es decir, elevar la participación ciudadana y formación de opinión pública en ciencia y tecnología.
◂ Fomento de la cultura en ciencia, tecnología e innovación a partir de intereses y necesidades de la sociedad.
◂ Promoción de seguimiento y evaluación de las actividades y programas de ASCTI.
Soy una convencida de que la construcción de la apropiación ciudadana de CTI, así como los procesos comunicativos, psicológicos y cognitivos son fundamentales. Considero que siempre debemos tener presente la perspectiva de la audiencia, el horizonte del espectador, del público, del otro. Aprecio que, en un sentido amplio, la recepción no es un proceso que se reduce a lo psicológico, a lo cotidiano y dirigido a un espectador pasivo, sino que es un proceso profundamente cultural, comunicativo y político.
Esto responde a un viraje teórico ante la perspectiva de la audiencia que se ha dado en últimas décadas, los procesos de recepción deben ser vistos como parte integrante de las prácticas culturales. Enfatizo que los receptores o perceptores son personas activas y críticas que extraen sentido específico de los textos, géneros y medios.2
Referencias
1. No se encontro


Autor

María Antonieta Saldívar Chávez ha sido profesora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y en el Centro Peninsular de Ciencias Sociales y Humanidades, ambos de la UNAM, así como directora adjunta de Desarrollo Regional del Conacyt.

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