Muchos trabajadores se exponen a niveles altos de contaminación acústica. Foto: Stux
El ruido está por todas partes en nuestras ciudades. Sin embargo, ha quedado un poco olvidado dentro del inmenso conjunto de la contaminación ambiental.
La contaminación acústica es persistente pero invisible, quizá por ello, no la tomamos en cuenta y convivimos sin ser apenas conscientes del daño que nos hace. No es de extrañar, que durante el confinamiento por la covid-19 en muchos centros urbanos se pudo escuchar el silencio, dormir sin el bullicio típico de los coches, incluso comprobar la calidad de aislamiento acústico que tienen las paredes del piso.
No queremos repetir otra experiencia de confinamiento para descubrir la buena o mala calidad ambiental en la que vivimos, sino más bien aplicar la lección aprendida.
La contaminación acústica es un problema de salud pública
La Agencia Europea de Medio Ambiente, indica que el ruido es responsable de la muerte prematura de 12 000 personas de forma directa, contribuye con 48 000 cardiopatías isquémicas y afecta el desarrollo cognitivo de los niños en la Unión Europea.
Mientras que, España es considerado un país ruidoso, donde la contaminación acústica ocasiona más de mil muertes prematuras y 4 mil hospitalizaciones derivadas. Actualmente los niveles acústicos en España están unos 10 decibelios por encima de las recomendaciones de la OMS y 1 de cada 5 españoles está expuesto a un nivel de ruido perjudicial diariamente.
Se considera como nocivo al ruido cuando supera los 80 decibelios según la OMS, pero se deben tener en cuenta dos factores importantes para determinar el riesgo de daño o lesión: la intensidad del ruido y el tiempo de exposición.
La inmensa mayoría, de las personas que viven en ciudades están expuestos a ruidos constantes que generan desgaste auditivo, como el bullicio del tráfico. Se trata del segundo factor ambiental que genera más estrés en Europa detrás de la contaminación del aire por partículas finas; trayendo consigo cansancio, irritabilidad, pérdida de la audición, insomnio, etc.
También, con el uso exponencial de los cascos o auriculares nos exponemos voluntariamente a niveles de ruido que a largo plazo nos cobrarán factura de no hacer uso correcto de ellos, ya que el rango de intensidad medio en el uso de auriculares se encuentra entre 75 decibeles y 105 decibeles, ya a los 80 decibeles la exposición continuada es suficiente para causar daños en el oído. Al respecto, la OMS ha publicado que el uso inadecuado de los cascos expone a un billón de jóvenes de todo el mundo a sufrir problemas auditivos.
Pero antes debemos conocer donde está la amenaza invisible
El ruido no se ve, pero sí se mide. Por ello a petición de la Unión Europea, cada 5 años se deben publicar mapas de ruido de zonas específicas, comúnmente carreteras, aeropuertos Y vías férreas, que no son otra cosa, sino el resultado de las mediciones de los decibeles hechas durante ese periodo de tiempo.
Con el mapa se tiene una idea de la intensidad del ruido y el tiempo de exposición para aplicar medidas correctivas. Sin embargo, la participación en los mapas establecidos para España durante 2007 se redujo considerablemente para 2017, de 61 ciudades que debían realizar el mapa sólo 24 cumplieron el deber, de los 1.672 kilómetros de ejes ferroviarios solo fueron mapeados 180 km y de los 19 000 kilómetros de eje viario solo 1 900 kilómetros. Habrá que esperar hasta 2022 para conocer la actualización de los mapas.
Pese a este panorama, recientemente salió a la luz la aplicación Listen Responsibly de la empresa GAES para concientizar sobre la contaminación acústica y contribuir en el trazado de un mapa sonoro para España. La app permite medir el ruido que hay en el entorno del usuario, valorar si se trata de un riesgo o no para la salud y hacer un registro localizado de los niveles de ruido, creando así una red de información. La ventaja clara de esta tecnología, es que se pueden conocer más focos de ruido con su respectiva ubicación en el país.