2016
Sabemos con certeza que hay 19 ejemplares libres de lobo mexicano, especie en peligro de extinción, por lo que (como medida de control) cada uno lleva collares para ubicarlos en sus recorridos por Sonora y Chihuahua, señaló Jesús Lizardo Cruz Romo, asesor del grupo de manejo del Plan de Sobrevivencia de este mamífero, al visitar el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET) de la UNAM.
A más de cuatro años de su reintroducción y a partir de los esfuerzos de académicos, autoridades y dueños de ranchos, se vuelven a escuchar sus aullidos en territorio nacional. Hay registros de que en algún momento su presencia abarcó del sur de Estados Unidos hasta Oaxaca.
Debido al miedo que generan, los humanos los han envenenado o cazado. En los más de cuatro años del programa interinstitucional, 21 ejemplares han sido liberados, dos están perdidos o fueron despojados de sus aparatos de localización y los ejemplares restantes formaron dos manadas, añadió al impartir la conferencia
El lobo mexicano: retos y expectativas de su recuperación.
Al respecto, explicó que en 1998 EU arrancó con los trabajos para rescatar a este animal; nuestro país se unió a esta empresa en 2011, año en que comenzó el programa en el que colaboran la UNAM, la Universidad Autónoma de Querétaro y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas, entre otras instituciones.
En los años 50, los ganaderos pidieron a las autoridades hacerse cargo de estos carnívoros por ser responsables de pérdidas económicas y portadores de rabia. Por ello, y con apoyo de la Organización Panamericana de la Salud, se instrumentaron estrategias tan extremas como el uso del compuesto 1080 (monofluoroacetato de sodio), veneno prohibido en Estados Unidos.
Así, el lobo mexicano fue declarado en peligro de extinción tres décadas atrás. De hecho, el especialista Roy T. McBride calculó que en 1978 su número llegaba apenas a medio centenar en territorio nacional; como medida preventiva, capturaron cinco ejemplares en Durango, entre los que se contaba una hembra preñada (en 1981, nació la primera cría en cautiverio). En 1996 se integraron más individuos: uno proveniente del zoológico de Aragón y tres más del de Chapultepec.
El mexicano es la subespecie más pequeña de los lobos de América del Norte, su tamaño es similar al de un pastor alemán. Su peso varía entre 20 y 40 kilogramos, vive 12 años en cautiverio (en promedio) y ocho en vida silvestre (una hembra del control rebasó la década y aún tiene crías); su organización social es jerárquica. Entran en celo una vez al año y sus camadas son de entre cuatro y seis cachorros, detalló el egresado de la Facultad de Ciencias.
De las dos manadas referidas, una habita en Mesa de Lobos, Chihuahua, y está conformada por dos parejas alfa, cinco ejemplares nacidos en 2014 y seis cachorros de 2015. La otra está en el rancho Avena, Sonora, y tiene dos parejas alfa y cuatro cachorros.
Por estrategia, la alimentación de los ejemplares en control es complementada con puercos; sin embargo, ellos prefieren venados de cola blanca, ardillas y zorrillos. Aunque comen ganado, no significa que arremetan contra vacas o corderos, más bien observan una conducta carroñera.
Para mantener este programa de protección se requiere apoyo federal, áreas naturales protegidas, monitoreo en vida silvestre y atender casos de mortalidad, planteó Cruz Romo.
De 2011 a 2014 se documentaron nueve ataques de lobos a cabezas de ganado en Sonora y Chihuahua, por lo que se pagaron 40 mil pesos de compensación. En el mismo periodo se registraron muertes lobunas por envenenamiento, arma de fuego y causas desconocidas, concluyó.
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