Según la OMS, una alimentación sostenible se refiere a un tipo de alimentación con bajo impacto ambiental. Además de ello, debe garantizar la soberanía y seguridad alimentaria de las generaciones actuales y futuras. Y aunque una sola persona no pueda generar grandes impactos, pequeños cambios que puedan realizarse individualmente pueden favorecer la sostenibilidad.
Aunque posiblemente no todos lo expresen, muchas personas poseen cierta propensión a tratar de fomentar un mundo mejor. Y este es el caso de Dorothy, una seguidora de Virginia estudiante de Ciencias Ambientales.
Ella me contactó, pues deseaba asesoría en cuanto a cierto planteamiento y necesitaba otro punto de vista. Es decir, mi experiencia como especialista en salud natural y nutrición. Dorothy me planteaba, que indudablemente los alimentos juegan un papel determinante sobre un mundo más sostenible.
Este planteamiento ha sido repetido por muchas personas, pero ella deseaba mayor cantidad de elementos para poder desarrollarlo en un trabajo universitario. Al comprender su inquietud cargada de emotividad y fuerza, común en muchos jóvenes al realizar planteamientos, no dudé en apoyarla.
De esta forma compilé para ella un dossier, donde destacaba la relación de los alimentos y la huella de carbono. Además, incluí algunos resultados interesantes acerca de un estudio reciente, que incluyó el índice nutricional de salud. De hecho, este estudio incluyó ciertos hallazgos relevantes del impacto ambiental de ciertos alimentos.
Este tema mueve a la reflexión y lo considero muy interesante. Por ello, no dudé en compartir este artículo con vosotros en mi página.
¿Qué se entiende por un sistema alimentario sostenible?
De acuerdo a la FAO, los sistemas alimentarios incluyen todo el espectro de actores y la interconexión de las diferentes actividades de valor agregado. Ellas comprenden la producción, procesamiento, distribución, consumo y manejo de desechos producidos en la agricultura, silvicultura y pesca.
Vale destacar, que todo ello interactúa en un entorno socioeconómico, sociocultural y ambiental más amplio en el cual se integran.
Ahora bien, podemos plantear que un sistema alimentario sostenible es aquel que, puede proporcionar seguridad alimentaria y nutrición para todos. Dicho sistema no debería causar impactos negativos económicos, sociales o ambientales, que puedan afectar negativamente a las generaciones futuras.
Esto implica, que debe cumplir los siguientes requisitos:
Ser rentable en todo momento, es decir debe proporcionar sostenibilidad económica
Proveer diversos beneficios para la sociedad, es decir debe brindar sostenibilidad social
Causar impactos positivos o neutros en el entorno natural, es decir debe promover la sostenibilidad medioambiental.
Vale destacar, que un sistema alimentario sostenible forma parte medular de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Ellos fueron adoptados en el año 2015 y su cumplimiento implica la adopción de trasformaciones significativas en la agricultura y los sistemas alimentarios.
Dichas transformaciones deben realizarse de cara a mitigar el hambre, alcanzar la seguridad alimentaria y mejorar la nutrición para 2030. Ahora bien, para alcanzar dichos objetivos de desarrollo sostenible se deben realizar cambios fundamentales en el sistema alimentario mundial.
Esto implica, que debe reformarse para alcanzar mayor productividad y ser más inclusivo, en especial con las poblaciones mas pobres. Debe además, ser ambientalmente sostenible y capaz de proporcionar dietas saludables y nutritivas. Todo ello a su vez, interconectado a nivel local, nacional regional y mundial.
¿Cuál es la importancia del enfoque de sistemas alimentarios?
Dado el rápido crecimiento poblacional de centros urbanos y el de la riqueza, es necesario adoptar un enfoque de sistemas. Ello incluye considerar los cambios producidos en el clima y los patrones de consumo, además de los efectos de la globalización y el agotamiento de los recursos naturales.
De acuerdo a los expertos, cuando los sistemas alimentarios evolucionan producen diversos resultados positivos. Esto ha sido comprobado en diversos países en desarrollo, durante las últimas tres décadas. A manera de ejemplo, podemos mencionar la expansión de las oportunidades de trabajo más allá de las granjas, asociadas al desarrollo de industrias alimentarias.
También, el incremento de las opciones alimenticias que complementan los productos locales, satisfaciendo las exigencias y preferencias de los consumidores. En especial las relacionadas con calidad, forma y sabor.
Tras las huellas del carbono y el agua
Tanto la huella de carbono como la huella hídrica son los indicadores más representativos para medir el impacto ambiental, que generan la producción y el consumo de alimentos. La huella de carbono de los alimentos o foodprint, es una medida de las emisiones de gases de efecto invernadero.
Según los expertos, es la cantidad de dióxido de carbono equivalente que un determinado producto genera en un período de tiempo durante todo su ciclo de vida. Esto incluye la extracción, producción, envasado, transporte, consumo y gestión de residuos de un determinado alimento.
A su vez la huella hídrica, es el volumen total de agua dulce empleada en toda la cadena de valor, necesario para producir los alimentos que habitualmente consumimos. Según la FAO, un 70 % de la huella hídrica mundial se vincula con la producción de alimentos.
Se ha logrado establecer, que los sectores que más contribuyen al cambio climático son la energía, alimentación y transporte. De allí la importancia de buscar la reducción de estas emisiones.
En los Estados Unidos se estima, que cada hogar genera 48 toneladas de gases de efecto invernadero. Es decir, los gases que atrapan el calor en la atmósfera, tales como el dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y gases fluorados. Así, se ha cuantificado que el transporte, vivienda y alimentación son los sectores que generan mayor huella de carbono.
Se ha estimado, que solo la alimentación produce unas 8 toneladas de emisiones por hogar, es decir, 17% del total. De acuerdo a los últimos estudios a nivel mundial, la ganadería produce cerca de la mitad de todas las emisiones.
Según lo cuantificado hasta ahora, la carne, queso y huevos generan la mayor huella de carbono. A su vez, las frutas, legumbres, verduras y frutos secos, presentan una huella de carbono más pequeña.
Ejemplo de algunos alimentos y su huella de carbono
Aquí os mostraré un listado de alimentos y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), producidas para poder consumir un kilogramo de ellos. Además, también se muestra la distancia que hay que recorrer en automóvil para generar esa misma cantidad de GEI.
Cordero: 39,2 Kg de GEI, equivalentes a conducir 91millas (146 Km)
Carne de vacuno: 27 Kg de GEI, equivalentes a conducir 63 millas (101 Km)
Queso: 13,5 Kg de GEI, equivalentes a conducir 31millas (49 Km)
Cerdo: 12,1 Kg de GEI, equivalentes a conducir 28 millas (45 Km)
Pavo: 10,9 Kg de GEI, equivalentes a conducir 25 millas (40 Km)
Pollo: 6,9 Kg de GEI, equivalentes a conducir 16 millas (26 Km)
Atún: 6,1 Kg de GEI, equivalentes a conducir 14 millas (22,5 Km)
Huevos: 4,8 Kg de GEI, equivalentes a conducir 11 millas (18 Km)
Patatas: 2,9 Kg de GEI, equivalentes a conducir 7 millas (11 Km)
Arroz: 2,7 Kg de GEI, equivalentes a conducir 6 millas (9,65 Km)
Frutos secos: 2,3 Kg de GEI, equivalentes a conducir 5 millas (8 Km)
Judías/tofu: 2 Kg de GEI, equivalentes a conducir 4,5 millas (7,24 Km)
Hortalizas: 2 Kg de GEI, equivalentes a conducir 4,5 millas (7,24Km)
Leche:1,9 Kg de GEI, equivalentes a conducir 4 millas (6,44 Km)
Frutas:1,1 Kg de GEI, equivalentes a conducir 2,5 millas (4 Km)
Lentejas: 0,9 Kg de GEI, equivalentes a conducir 2 millas (3,22 Km).
Pequeños cambios dietéticos ayudarían a vivir más saludables y con sostenibilidad
Esto es importante mencionarlo, pues la investigación acerca de los alimentos nunca se detiene. Recientemente científicos de la Universidad de Michigan, indagaron acerca de ciertos factores muy interesantes. Ellos lograron clasificar más de 5.800 alimentos, según la carga nutricional de enfermedades y su impacto en el ambiente.
Esto les permitió generar un índice nutricional de salud (HENI, por sus siglas en inglés). Este estudio fue publicado en la revista Nature Food, mostrando la importancia de sustituir las carnes procesadas. Según los investigadores, sustituir el 10% de la ingesta calórica diaria de estos alimentos, podría reducir la huella de carbono de la dieta en una tercera parte.
Sin embargo, el análisis se complica cuando se compara la carne de vacuno con los mariscos y productos pesqueros. Los productos del mar suelen tener una huella de carbono menor que las proteínas animales, porque mayormente no se cultivan.
Sin embargo, algunas especies producidas en piscifactoría como el salmón, poseen una huella de carbono mayor que la del pollo pavo. Ello se debe, a que para ser producido requiere el uso de alimentos y combustible para la pesca. Esto acarrea unos 4,14 kilogramos de GEI. Por lo tanto, en este caso es preferible elegir el pollo en vez del salmón de piscifactoría.
Cabe destacar, que aparte de las emisiones de carbono, la producción de peces en piscifactoría emplea pesticidas. Estos químicos pueden filtrarse desde los estanques, llegar al mar y causar graves daños en la vida marítima.
Según la organización Oceana, obtener ciertos crustáceos como gambas y langostas implica gastar unos 10.000 litros de combustible por captura. La pesca comercial genera casi el 50% de los residuos plásticos de los océanos y mata accidentalmente a tiburones, delfines y tortugas, se estima que para el 2048 se extinguirán las especies de mayor consumo actual.
Implicaciones prácticas del estudio realizado por la universidad de Michigan
El índice encontrado por científicos de la Universidad de Michigan, es una adaptación de la Carga Global de la Enfermedad (GBD), un esfuerzo epidemiológico internacional. Este índice establece que la mortalidad y la morbilidad por enfermedad, se asocian a la elección de los alimentos.
Para elaborar el HENI, se emplearon 15 factores de riesgo alimentario y estimaciones de la carga de enfermedad de GBD.
Esto se combinó con los perfiles nutricionales de alimentos consumidos en Estados Unidos, extraídos de base de datos de USDA. De esta forma, se obtuvieron alimentos con puntuaciones positivas y negativas.
Para los investigadores, los alimentos con puntuaciones positivas añaden minutos de vida saludables. A su vez, los alimentos con puntuaciones negativas se asocian con resultados sanitarios potencialmente perjudiciales para la salud.
Además de ello, los investigadores incorporaron el impacto medioambiental de los alimentos, relacionado como vimos anteriormente con sistemas alimentarios sostenibles. Es decir, incluyeron todo lo relacionado con el ciclo de vida de los alimentos.
Dentro de los factores considerados destacan: producción, procesamiento, fabricación, preparación o cocido, consumo y residuos generados. También, consideraron una serie de evaluaciones mejoradas para el uso del agua. Se incluyó además, los daños causados en la salud por efecto de la formación de partículas finas.
Los científicos lograron desarrollar puntuaciones para 18 indicadores medioambientales. Para ello consideraron las recetas detalladas para la preparación de los alimentos, además de los residuos alimentarios previstos.
Finalmente, los investigadores lograron clasificar los alimentos de acuerdo a tres grupos. Para ello emplearon colores, considerando las características nutricionales combinadas con las medioambientales. De esta forma, se agruparon en tres zonas de color, a semejanza de un semáforo (verde, amarillo y rojo).
¿Qué indica cada color empleado?
En la zona verde se ubicaron los alimentos, que se recomienda incrementar en la dieta. Estos alimentos combinan un alto beneficio nutricional y un bajo impacto sobre el ambiente. Dentro de estos alimentos se incluyen los frutos secos, frutas, verduras cultivadas en el campo, legumbres, cereales integrales y algunos mariscos.
En la zona roja se agruparon los alimentos, que poseen bajo beneficio nutricional y un impacto ambiental considerable. Por ello, se recomienda evitar o reducir su consumo. Dentro de estos alimentos figuran la carne de vacuno, cerdo, cordero y carne procesada.
De acuerdo a la información obtenida en este interesante estudio, los científicos recomiendan disminuir el consumo de los alimentos en rojo. Es decir, los que causan más impactos negativos sobre la salud y ambiente.
En primer lugar, figuran las carnes procesadas carne de vacuno y las gambas(camarones). Luego destacan la carne de cerdo, cordero y las hortalizas producidas en invernaderos.
Los invernaderos se adicionan, debido a las emisiones de dióxido de carbono. Las mismas son producidas como consecuencia de la fabricación y procesos aplicados a los elementos y materiales que integran la estructura del invernadero y el sistema de riego.
Los mayores beneficios estimados para la salud, provenían de la leche, mariscos, frutos secos, semillas, cereales integrales, frutas, verduras y legumbres. Ello incluía compuestos como calcio, ácidos grasos omega-3, fibras y ácidos grasos poliinsaturados.
A su vez, los mayores daños estimados para la salud se asociaron a alimentos como bebidas azucaradas y ácidos grasos trans.
A manera de ejemplo, un puñado de frutos secos, puede prolongar la vida saludable en 26 minutos y las sardinas en salsa de tomate, pueden prolongarla 82 minutos.
Concluyendo
Como se pudo observar, los patrones de alimentación, pueden traducirse en un organismo enfermo o en uno saludable. Muchos de los conceptos observados en este artículo, se han mencionado en algún momento de forma aislada.
Nuevamente la ciencia, se dedica a rearmar una serie de piezas “aparentemente” independientes y logran determinar un Índice Nutricional de Salud (HENI). Esto permitió, que los investigadores pudieran predecir los minutos de vida ganados o perdidos cuando introducimos un alimento en nuestra dieta.
Y en esta “ecuación” de buena salud figuran en verde, una gran mayoría de compuestos que a lo largo de años os hemos incentivado a consumir por sus beneficios comprobados. Entre ellos destacan, los ácidos grasos Omega-3, fibras, calcio y ácidos grasos poliinsaturados (PUFAS).
Los mismos se encuentran en diversos alimentos, que son recomendados a incluir en la dieta. A saber, las frutas, frutos secos, semillas, verduras, legumbres, cereales integrales y leche de granjas ecológicas. A su vez, es necesario ingerir cada vez menos carnes procesadas, carnes rojas y bebidas azucaradas.
Para Dorothy, muchos elementos quedaron bien esclarecidos por el material que le envié, el cual comparto en el post. Realmente se asombró, que los expertos hayan creado un índice para cuantificar los minutos de vida perdidos o ganados, en función del alimento ingerido.
Ella comprendió de una forma más pedagógica, como incide la huella de carbono sobre la sustentabilidad ambiental. Además, le pareció un gran avance hablar de las bondades de ciertos alimentos referidos a su impacto sobre el ambiente.
No por casualidad entre ellos se encuentran los alimentos más beneficiosos desde el punto de vista nutricional. Entre ellos, las frutas y verduras cultivadas en el campo, legumbres, frutos secos y mariscos de bajo impacto ambiental.
“La urgencia de introducir cambios en la dieta para mejorar la salud humana y el medio ambiente es evidente. Nuestros hallazgos demuestran que las pequeñas sustituciones selectivas ofrecen una estrategia factible y poderosa para lograr beneficios significativos para la salud y el medio ambiente sin requerir cambios drásticos en la dieta”
Olivier Jolliet, profesor de Ciencias de la Salud Ambiental
Universidad de Michigan
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Referencias:
https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6033153/
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