Vivimos en un mundo tan rápido que hemos perdido la conexión con nosotros mismos.
Si no toda, al menos en gran medida.
Pasamos los días inmersos en un ajetreo constante, que nos impide tener apenas tiempo para otra cosa que para vivir con prisas. Los ritmos de nuestra vida los marcan el trabajo, las obligaciones, los pagos, los compromisos… y olvidamos que, realmente, lo más importante en nuestra vida es precisamente lo que más desatendemos: nosotros mismos.
Hemos automatizado tanto nuestra vida que hacemos la mayor parte de las cosas por inercia, incluso las de ocio. Muchas veces salimos o practicamos deporte porque está establecido así en nuestra rutina, pero ni siquiera estamos del todo presentes mientras lo estamos haciendo, sino que nuestro cuerpo está en un sitio pero nuestra mente está pensando en la siguiente cosa a hacer o en alguna preocupación.
Otras veces directamente hacemos varias cosas a la vez. Comemos mientras miramos el móvil o la tele, trabajamos mientras organizamos lo que vamos a hacer por la tarde. Conducimos pensando en las cosas que tenemos pendientes. Pasamos la semana planificando el finde, y el año soñando con las vacaciones. Pero, ¿cuántas veces al día hacemos algo siendo realmente conscientes de lo que estamos haciendo y disfrutando realmente de ello, con cuerpo y mente centrados en esa actividad?
Sinceramente, yo pocas.
Bueno, ahora mismo algo más. Pero hasta hace algunos meses prácticamente nunca. Me pasaba la mayor parte del tiempo haciendo una cosa mientras mi mente estaba en otras. Anticipándome, preocupándome, quejándome.
PONER ATENCIÓN A LO QUE HAGO Y DEDICAR TIEMPO A MI MISMA
Hace algún tiempo que me he propuesto salir de esa dinámica de vivir con prisas y por inercia, y desde hace meses intento prestar atención a lo que estoy haciendo en cada momento. Reconozco que es bastante complicado, porque significa luchar contra lo que he estado haciendo durante muchos años. Pero también es cierto que una vez que te lo propones y a medida que practicas cada día, poco a poco vas tomando más conciencia de dónde está tu mente en cada momento. De esa manera puedes ver hacia dónde tiende a irse (está resultando un autoaprendizaje muy interesante) y puedes traerla de vuelta a lo que estás haciendo.
Además me he propuesto dedicarme un ratito a mí misma cada día.
Un día me preguntaron ¿tú cuanto tiempo te dedicas a ti misma cada día? y esa pregunta me dio mucho que pensar. Sinceramente, hacía bastante tiempo que no lo hacía. En la dinámica de hacer -y pensar- cosas durante todo el día sin apenas parar, rara vez encontraba el momento.
La verdad es que no tengo un tiempo fijo establecido para dedicarlo a mí misma, depende de lo que me apetezca en cada momento. Pero mi compromiso es hacerlo a diario, aunque sólo sean unos minutos para ponerme crema en las manos dándome un masaje. Para mí no es tan importante la actividad en sí, sino el hecho de dedicarme ese ratito y hacerlo con los 5 sentidos puestos en ello.
El hecho de parar y dedicarme ese momento a quererme y cuidarme, además de relajarme me pone de buen humor y me carga las pilas. Y como es lógico, eso repercute positivamente en mi estado de ánimo y en mi vida.
DEJAR DE LADO LAS PRISAS Y DISFRUTAR LAS NUEVAS POSIBILIDADES
La experiencia me está resultado tan bonita y enriquecedora ¡que hasta me he animado a escribir un libro! Es un libro centrado en esas pequeñas actividades diarias que voy haciendo para reconectar conmigo y aprender a vivir sin prisas y más bonito.
No sé cómo quedará el resultado, pero está siendo una aventura de lo más motivadora y divertida. Eso sí, voy con calma, saboreando cada ratito que le dedico y procurando centrar mi atención en lo que hago en cada momento, sin anticiparme ni preocuparme por lo que viene después. A veces me cuesta y me pongo a fantasear sobre cómo será una vez terminado o cuántas personas lo leerán. Pero cuando me doy cuenta sonrío para mis adentros y vuelvo a centrarme en lo que estaba haciendo.
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