Suele darse el caso de que ciertas emergencias ambientales no llegan a recibir la atención necesaria por parte del público y las autoridades, esto se debe a que muchas veces la mayoría de las personas carecen de el contexto necesario para comprender la magnitud de ciertas problemáticas y su efecto sobre la ecología que nos rodea. Uno de los ejemplos más adecuados e inquietantes es el de la degradación y erosión de los suelos.
Pese a su gravedad, son bastantes los sectores que no llegan a darle la debida atención, lo cual da lugar a una situación sumamente grave pues el bienestar del suelo es una materia que nos compete a todos y, de manera correspondiente, su degradación también nos afecta profundamente a distintos niveles.
Puede llegar a resultar sorprendente la importancia del suelo para el buen funcionamiento de nuestro ecosistema y, en demasiadas ocasiones, nos cuesta notarla a menos que se esté desmoronando bajo nuestros pies.
La magnitud del colapso
El principal impacto de la degradación de los suelos para la mayoría de los humanos consiste en una disminución significativa del volumen y rendimiento de los cultivos alrededor del planeta, los suelos degradados son pobres en nutrientes y como resultado dan lugar a cosechas menores, además el avance de la erosión y la desertificación complican el panorama pues además de la disminución de su rendimiento también se observa como el terreno disponible para la agricultura se reduce cada vez más.
Pero la degradación de los suelos no solo amenaza la disponibilidad de alimentos sino que también pesa fuertemente sobre la economía global, un número creciente de granjeros ven sus ganancias disminuidas con cada nueva cosecha y como resultado quedan en la necesidad de contraer deudas para mantener sus granjas operando, este problema conlleva otras implicaciones a nivel de mercado que suelen verse reflejadas en el precio y disponibilidad de los alimentos.
En el aspecto ambiental la erosión del suelo afecta fuertemente la biodiversidad de las plantas y microorganismos que viven en los primeros centímetros del sustrato, el uso de químicos, el clima cambiante y la acción de los humanos altera la ecología de estas comunidades resultando en un desbalance que recae sobre toda la diversidad.
Asimismo cuando las lluvias arrastran el suelo hasta ríos y quebradas esto resulta en el transporte de una variedad de sustancias que incluyen pesticidas, herbicidas y fertilizantes, este cóctel de contaminantes puede causar mucho daño a los ecosistemas acuáticos produciendo fenómenos de sedimentación y eutrofización que pueden tardar años en revertirse.
Por si fuera poco el suelo degradado también pierde su capacidad para contener crecidas e inundaciones, por el contrario, las aguas arrastran los sedimentos dando lugar a aludes y derrumbes que ponen en riesgo las vidas y hogares de millones de personas.
Construyendo sobre la arena de los suelos en degradación
Es fácil equivocarse cuando no se conocen los detalles de una problemática ambiental, pero ignorar sus peligros una vez que se conocen equivale a ignorar la capacidad de un incendio para extenderse.
La erosión de los suelos es una realidad y los daños que la degradación ha causado a la ecología del planeta no pueden subestimarse, pero el primer paso para abordar este problema es reconocer lo mucho que nos afecta en realidad.