Uno de los dos era muy pesimista, el otro siempre era muy optimista. El pesimista siempre se lamentaba de su mala suerte e incluso muchas veces echaba la culpa de tal suerte a los demás. El optimista siempre pensaba que siempre hay segundas oportunidades y que nada malo dura demasiado tiempo.
Estuvieron hablando durante un buen rato, el pesimista se quejaba constantemente y el optimista intentaba animarlo.
Se hizo tarde y el pesimista decidió irse a casa, dejando solo al optimista. Empezó a recorrer el camino de vuelta cuando tropezó con una piedra y se cayó al suelo. Se levantó del suelo murmurando en arameo y le dio una patada a la piedra que salió disparada hasta rebotar en un árbol, volviendo al camino.
Poco después, el optimista decidió también irse a casa y cuando iba por el mismo camino se tropezó con la misma piedra que el pesimista y cayó al suelo. Sentado en el suelo se rió de lo que le había sucedido y agarró la piedra. Tremenda sorpresa se llevó cuando vió que había pepitas de oro en ella.
**Moraleja: Las dificultades que encontramos en la vida nos pueden servir para ser mejores o incluso para reinventarnos. No permitamos que nos lastren.