Los pozos




Se fue volando, con la pesadumbre y la congoja que se le arraigo como parásito aquella mañana cálida en el alma, al ver la grotesca tragedia ocurrida a su sagrado territorio. Y no pudo más y se fue volando, atestiguando desde los cielos la dramática muerte de los matorrales que tras la caída iban lanzando llamaradas de polvo que se aglomeraban como enjambre entre el canto macabro del bulldozer y el crujir de los huesos arbóreos, todo cuanto alguna vez pudo ser llamado hogar por millones de vidas, estaba siendo destruído por las máquinas. Como una herida abierta, la piel de la tierra quedaba encuerada, así sin más, y como la terrible visión de un trypofóbico se plasmaba desde la perspectiva del ave miles de pozos abiertos en la superficie pelona de la tierra, pozos de gas y aceite, pozos flameantes, pozos de ignorancia en la mente de los humanos.

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