Maremoto

El agua todo lo arrastra. Hojas, tierra, piedras, coches, bicicletas y melodías. Arrastra cenas con velas, camas desiertas, libros a medias, compases sin ritmo, corazones vacíos. Arrastra tardes de invierno, cartas antiguas, amistades ligeras, amores veleta, pestañas y plumas. Arrastra tanto como quiere, menos algunas veces. Algunas veces, algo se le resiste. Me refiero a personas. Arrastra personas, , pero sólo a aquellas que se dejan llevar. ¿Sabías que una persona (cuando quiere) puede llegar a pesar más que por ejemplo… un avión? Un avión a la deriva de un mar sin control ni piedad, naufragaría, perecería al fondo de lo más hondo, allá donde todavía se guardan los tesoros de los antiguos piratas, allá donde duermen los barcos y todos los amores y desgracias que se vivieron de babor a estribor. Pero una persona que no se quiere mover, un corazón que ni sabe nadar ni quiere aprender, ni se quiere arriesgar a flotar, te aseguro que se agarrará a cualquier ancla que quede cogida, atada y bien atada. Inmóvil. Inerte. Incapaz de frenar el agua que le pega en la cara, incapaz de respirar sin tragar sal, pero quieto.

Firme.

De hielo.

LAU5


El agua todo lo puede, todo lo rompe, todo lo devuelve a su sitio. A veces está en calma, pero es sólo para engañarte. En su falsa tranquilidad, trata de vestirse de algo que no es. Como tú y como yo, y como todo cobarde que se precie. Supongo que todos nos disfrazamos… lo que no supe hasta este momento, era que el agua también lo hacía. Aún no sé cómo es que no pude verlo antes de que la marea destrozara todos mis pensamientos, antes de que me pillara desprevenida, cazándome totalmente en paz, sentada en la comodidad de mi aburrido salón, con sus aburridas paredes y sus aburridos cuadros colgando, con su aburrido sofá vacío de historias que contar. Cortinas que no hablan. Mantas que no tapan. Tazas que no retienen el calor. Todo sin vida. Todo aburrido.

Y no lo vi venir. Noté frío en los pies, sintiendo lentamente las yemas de los dedos humedecer; pero no pensé que era agua lo que venía, ¿cómo pude ser tan inocente?. Y poco a poco, más frío y más agua. Más azul, más olas, más gaviotas, más bronceador. Y poco a poco más arena, más niños jugando, más piel dorándose al sol. Y qué sol. Brillaba como cuando estrenas una bombilla o cuando enciendes una linterna que creías que no funcionaba, y te sorprendes de la luz que aún desprende. Brillaba, lo notaba sobre mi cabeza, como si fuera la lámpara de mi aburrido salón. Y sin saber que tanto rayo solar me cegaría, olvidé las gafas y la visera en el recibidor. Y sin pensar que la suave brisa marina se convertiría en un viento huracanado, decidí cerrar los ojos y dejarme volar. Y sin intuir que el agua estancada pasaría a ser maremoto que todo lo movería, me relajé. Me relajé como cuando tienes que estudiar pero crees que aún te quedan suficientes días por delante. Me relajé como cuando estás arriba del todo en la montaña rusa, que inspiras, que agarras todo el aire que puedes y decides que tienes que tranquilizarte, que la caída no será para tanto, que siempre te quedará gritar hasta vaciar los pulmones.

Me relajé. 

Y entonces comprendí porqué hablan de romper cuando se trata de olas.

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Tú a lo lejos. Sin salvavidas ni nada. Llegaste chopado, sin escurrir el pasado, sin secar las heridas. Llegaste con tanto color, llegaste con tanta acuarela, que quién se habría anclado a la tierra. Dime quién. Y el agua me cubrió hasta más arriba de la cintura y siguió subiendo. Y mientras me abrazaba a ti me sentía segura, qué más daba que la corriente me llevara… el problema, la gravedad venía cuando te marchabas. Y mis rodillas bailaban flotando sin querer mientras el oleaje apretaba. Y mis manos se abrían paso entre medusas azules y erizos silenciosos que me susurraban que era idiota, que tú no volverías. Y la música gritando en mis oídos que me marchara a la orilla mientras pudiera, mientras tocara pie. Y mis pulmones se encharcaron con lágrimas saladas. Y poco a poco fui clavando los pies en la arena mojada, tratando de no acabar siendo una botella más lanzada al mar.

Y qué si casi me ahogo. Y qué si ya sé lo que es un maremoto… también sé lo que se siente al llegar a la playa, y te aseguro que no hay nada como pisar la tierra tras tanta marea.

Y si te digo la verdad, jamás me importó naufragar tantas veces, porque sólo por un minuto navegando contigo, valió la pena tanto desastre.

LAU1


M.



Gracias a Laura por prestarme sus preciosas pinturas, por devolverme parte de mi corazón, por ayudarme a recuperar algo que tenía enterrado bajo el agua.

Podéis ver el trabajo de esta gran artista pinchando aquí B01H

Que seáis muy felices.

Y que os lleve la marea.

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