Básicamente, el agua de lluvia se canaliza a través de una serie de tubos de acero inoxidable, donde con filtros de barrera se quitan las impurezas más grandes, hasta un depósito de bioconcreto, instalado en la parte superior de la casa.
Este tanque actúa como una cueva de piedra caliza natural, que ajusta automáticamente el pH del agua a un nivel óptimo. El tanque tiene una cobertura especial a base de plata que garantiza que se mantenga limpio y una serie de filtros que completan el trabajo de purificación del agua sin utilizar productos químicos.
El bioconcreto es una tecnología que se puede instalar incluso en construcciones ya existentes, variando sólo el diseño de acuerdo a la arquitectura. Su tamaño es también adaptable, desde una vivienda para una familia pequeña a una gran fábrica de alimentos.
Su principal limitación sería la cantidad de lluvia, lo que significa que en lugares muy secos no pueden ser utilizarlo. Aún así, de acuerdo con el cálculo de sus creadores, la mitad de los países del mundo puede adoptar el bioconcreto sin inconvenientes. Ivanka la compañía que desarrollo dicho material piensa licenciar la tecnología para que sea accesible a través de código abierto (open source).
Pero bioconcreto no sólo sirve para captar y purificar agua de lluvia. Investigadores de la Universidad Técnica de Delft en los Países Bajos, por ejemplo, desarrollaron un bioconcreto que contiene bacterias productoras de calcita (carbonato de calcio), otorgando al material la capacidad de auto-sanación. Cuando aparecen grietas en una estructura formada por este tipo de hormigón, las bacterias alcalófilas existentes en el mismo están expuestas a un ambiente ácido, lo que desencadena la producción de calcita. El proceso restaura el material de adentro hacia afuera, sellando lentamente cualquier agujero. Esto puede aumentar exponencialmente la vida útil de las estructuras de hormigón, lo que reduce los costes de mantenimiento.