Después del fracaso que significó la Cumbre realizada en Copenhague en 2009, donde no se pudo alcanzar un acuerdo global, esta reunión puede ser distinta ya que en palabras del propio Ban Ki-moon, secretario general de la ONU: “Un momento político como el que estamos viviendo quizás no pueda volver a repetirse”, máxime que ahora se cuenta con la disposición de Estados Unidos y China de reducir sus emisiones.
Sin embargo, durante la primera semana de reuniones, el debate se ha centrado en qué responsabilidades le tocan a cada nación. Dicho tema de la diferenciación ha sido uno de los principales puntos de desacuerdo, ya que países como China o India exigen que sean los países desarrollados los que tengan que asumir mayores responsabilidades, a pesar de estos países son el primer y cuarto emisores de gases de efecto invernadero respectivamente. Incluso, India ha prometido reducir sus emisiones bajo la condición de recibir 195,000 millones.
Al hablar acerca de responsabilidades, se habla específicamente acerca de la cantidad que cada uno de estos países aportará al llamado Fondo Verde. Un fondo que se espera se encuentre en el acuerdo final y que cuente con la cantidad de 100,000 millones de dólares cada año a partir del año 2020 para ayudar justamente a aquellos países que experimentan con mayor dureza los efectos de este fenómeno.
Otro punto que se tocó durante la primera semana de la COP21 ha sido la meta que se fijó de 2°C para finales de este siglo, ya que 43 países englobados en el Foro Climático Vulnerables presentaron la propuesta el primer día de la COP21, que dicha meta se fije en 1.5°C debido a que varios países se encuentran en el riesgo de incluso desaparecer. Algunos de esos países son: Filipinas, Costa Rica y Kenia. Algunos estudios han demostrado que la meta de 2°C no es suficientepara preservar los ecosistemas y las formas de vida que conocemos ahora así como evitar grandes desastres.
El principal reto de dicha propuesta es que al fijar la meta en 1.5°C, las emisiones de algunos países tendrían que reducirse de forma mucho más rápida, lo que se espera muy difícil de lograr, dado que la mayoría de los compromisos propuestos por cada una de las naciones presenta planes de transición a energías limpias en un período de hasta 30 años.
Ambos temas han sido incluidos en el primer borrador limpio que fue presentado el pasado 5 de diciembre, ahora toca a los gobernantes negociar este primer acuerdo así como arreglar cualquier diferencia que pudiera existir acerca del papel que cada país debe tomar. El mundo no puede permitir otro fracaso como el obtenido en la Cumbre de Copenhague ya que los efectos, como ya sabemos, serían catastróficos.
Las 195 delegaciones que participan en la cumbre del clima de París han aprobado un borrador de 48 páginas con las líneas maestras del acuerdo que se pretende alcanzar en la capital francesa el próximo 11 de diciembre. Aunque aún hay “grandes diferencias políticas”, especialmente entre los países desarrollados y en desarrollo, la voluntad de cerrar la COP21 con un acuerdo global para la reducción de emisiones está al alcance de la mano, según ha advertido la embajadora francesa del clima Laurence Tubiana.
Las asociaciones y ONGs que participan como observadoras en la cumbre también han apreciado un cambio definitivo de “clima”… “En este punto, en Copenhague, se estaba trabajando sobre un texto de 300 páginas en una atmósfera de desesperación”, admite el portavoz de Greenpeace, Martin Kaiser. “En París hay al menos un ambiente constructivo, aunque eso no garantiza un acuerdo decente”.
Greenpeace y otras organizaciones han denunciado las maniobras “obstruccionistas” de países ricos en petróleo, especialmente Arabia Saudita, para evitar cualquier compromiso hacia una “total descarbonización de la economía”, frente a una “transformación baja en emisiones”. “Esperemos que en la recta final los ministros no cambien la ambición por la conveniencia, y sigan teniendo muy presente lo que advierte la ciencia”, aseguró por sus parte Tasneem Essop, de WWF.
Moderado optimismo
Al cabo de una semana, el diagnóstico es moderadamente optimista ante el proceso y relativamente pesimista hacia el contenido, empezando por el hipotético compromiso para fijar el tope de dos grados centrígrados como el punto crítico del “clima peligroso”. Los países más directamente afectados por el impacto del cambio climático siguen presionando por bajar el listón a 1,5 grados. Los compromisos iniciales anunciados por 170 países nos situarían sin embargo en un escenario de 2,7 grados antes de finales de siglo.
Otro de los asuntos más espinosos es la división entre países desarrollados y en desarrollo. Los más ricos consideran que ha llegado el momento de que las economías emergentes -como China, Brasil o India- arrimen el ascua a la hora de financiar la ayuda a los países de alto riesgo.
La cuestión de fondo es, sin embargo, hasta qué punto los compromisos alcanzados en París serán “obligatorios” o si todo quedará en una mera declaración de intenciones. Durante la apertura del debate, los países-isla del Pacífico, encabezados por Tuvalu, pusieron la necesidad de cerrar en París un “tratado” vinculante.
Esa era también inicialmente la idea del Gobierno francés, pero Estados Unidos no quiere ni oír hablar de “objetivos de reducción vinculantes al estilo de Kioto”. El Gobierno de Obama asegura que no puede comprometerse a ese nivel a sabiendas de que la mayoría republicana tumbaría esos objetivos a su paso por el Congreso. Los juristas de la ONU han tomado cartas en el asunto para delimitar cuál será finalmente la naturaleza jurídica del acuerdo.
Explicación del borrador del acuerdo de París
Este es el borrador presentado (PDF), un texto que ha pasado de las 55 páginas del inicio de la cumbre a 48, pero que todavía incluye más de 145 opciones de redacción y 932 corchetes [los negociadores van poniendo ‘brackets’ allá donde no hay consenso]
Cualquiera que intente leerlo comprobará que todavía resulta demasiado complejo y tiene demasiadas opciones abiertas, tanto buenas como malas. De hecho, constituye más bien un punto de partida, para poder seguir avanzando a partir de este lunes que empieza la segunda fase de la cumbre, el segmento de alto nivel en el que entran en las negociaciones los ministros de los países. Ellos serán los que tienen que escoger ahora.
Como se venía viendo en versiones anteriores, el borrador del Acuerdo de París incluye dos partes diferenciadas: un primer texto principal (de 21 páginas) compuesto por 26 artículos y una segunda parte con especificaciones más detalladas de la decisión y anexos.
Al comienzo se explica que el propósito de este acuerdo es desarrollar la Convención [la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el tratado de 1992 del que se derivan estas cumbres del clima]. No se dice nada de momento sobre la forma jurídica del pacto, pero eso importa poco ahora mismo.
Aunque todavía algunos en París siguen hablando de acuerdo vinculante, ya hasta Greenpeace asume que lo importante es lograr una fórmula que pueda ser aceptada por EEUU. Se sabe que para Obama sería muy difícil ratificar ahora mismo un nuevo tratado internacional que le comprometa a nada (aquí se explica por qué), pero sí que podría unirse a un acuerdo que le comprometa a cumplir pactos ya existentes, como la Convención, o a cumplir sus propios compromisos nacionales.
En el artículo 2 todavía no se concreta si el margen de seguridad del que no se debe dejar que suba la temperatura media del planeta es de 1.5 °C o 2 °C. Aunque había un amplio consenso en fijar los 2 °C como límite, en París los pequeños países islas del Pacífico insisten en que quizá esto sea seguro para el resto del planeta pero no para ellos.
Siguiendo el modelo previsto, el texto no dice a los países cuánto deben reducir sus emisiones, sino que les pide que presenten a los demás lo que creen que pueden reducir, las llamadas contribuciones nacionales (artículo 3). Hasta ahora, casi todos los países del mundo han presentado sus propuestas para 2020 (aquí están todas), pero ya se sabe que estas son insuficientes para que la temperatura no suba más de 2 °C, y todavía más para 1.5 °C.
Para resolver esto último, hay consenso en que las partes deben ir revisando sus esfuerzos cada 5 años para incrementarlos de forma progresiva. Sin embargo, como ocurre en otras partes del borrador ni siquiera se ha decidido entre los verbos shall, should o will (podría, debería o hará), lo que demuestra lo muy abierto que está el texto y lo mucho que puede cambiar en función de qué palabras escojan finalmente los ministros. Será entonces cuando se sepa a qué se comprometen realmente los países y hasta qué punto este proceso es evaluable y transparente.
En los objetivos a largo plazo, el borrador incluye metas como llegar a las cero emisiones globales para 2060-2080 o un desarrollo neutral para el clima, pero todos ellos entre corchetes.
Otra de las cuestiones claves sigue siendo el apartado de adaptación (artículo 4), y en especial el de las finanzas, con el fondo de 100.000 millones de dólares anuales como punto de partida en 2020. Pero de nuevo las opciones siguen estando muy abiertas.
También resulta de interés el apartado de los bosques (artículo 3 bis), con la posibilidad de contabilizar las emisiones absorbidas por los bosques; el reconocimiento de las pérdidas y daños por los impactos del clima (5); la transferencia de tecnología (7); la transparencia (9)…
A partir de ahora cambiar la negociación. Como explica Rodolfo Lacy, subsecretario de Planeación y Política Ambiental de México, desde este momento es Francia quien asume el control del texto del acuerdo y entran en la negociación los ministros de los países. “El objetivo es tener un documento el miércoles para que sea analizando el jueves por los abogados internacionales y que el viernes pueda ser adoptado como acuerdo de París”, explica el mexicano, que por si no se cumple el plazo (lo normal en estas cumbres) ya va avisando: “Hasta no tener acuerdo no vamos a salir de aquí’.
“En este punto en Copenhague estábamos enfrentados con un texto de 300 páginas y una sensación generalizada de desesperación. En París lo hemos reducido a 21 páginas y la atmósfera se mantiene constructiva. Pero esto no garantiza un acuerdo decente”, ha comentado Martin Kaiser, de Greenpeace Internacional