En todas las civilizaciones del mundo ha sido manejado y valorado el concepto del jardín, de acuerdo a publicaciones especializadas la civilización azteca en América estaba rodeada de tanta riqueza de plantas que realizaba sus cultos con flores de colores para cada ocasión y donde cada una de ellas tenía un simbolismo. En los jardines del México prehispánico, por ejemplo, era habitual que se cultivaran además de la gran variedad de flores, hortalizas y árboles frutales, hierbas medicinales, maíz y otras semillas cultivadas para su alimentación. En aquel entonces entre los jardines más destacados por su belleza se mencionan los jardines de la meseta de Anáhuac y Texcoco y las huertas de los señores Itztapalapa y de Huaxtepec. Entre las semillas que se cultivaban además del maíz se encontraban el algodón, el cacao, la chía, el pimiento, el maguey (usando las fibras de sus hojas para elaborar soga, papel, hilo, vestidos, calzado, y del tronco localizado en el centro de la planta se extraía un jugo con el que se elaboraba el azúcar, el mezcal, la miel, y el vinagre).
Además de los jardines reales de Tenochtitlan, el célebre soberano Moctezuma tenía jardines, huertos y parques en otras zonas de las ciudades, es ejemplo de ello el gran bosque de ahuehuetes característicos del bosque de Chapultepec. Por otra parte, los especialistas consideran que los jardines mexicanos eran verdaderos jardines botánicos, que contaban con sus plantas clasificadas de manera científica, de forma similar a los jardines que ya existían entre los griegos y los romanos.
Los jardines prehispánicos estaban concebidos como jardines ideales y paradisíacos, manteniendo una recreación a escala reducida de todas las maravillas de la naturaleza, según los expertos los jardines eran un equipamiento y símbolo de exclusividad de la aristocracia y monarquía.
En la actualidad con los crecientes problemas ambientales y de calentamiento global los expertos sugieren impulsar en la creación de jardines además de cultivar plantas ornamentales, el promover la siembra de hortalizas, arboles frutales y plantas medicinales, como parte del desarrollo sostenible a fin de que se contribuya con el restablecimiento del equilibrio de los ecosistemas, y en el cual éste tipo de cultivos ocupan un sitio prioritario dentro del concepto de la vida natural.