La degradación de los ecosistemas es una ocurrencia común dentro de la naturaleza, a medida que las condiciones del planeta cambian lentamente, la ecología de las regiones sigue su paso. De esta manera, los humedales se convierten en campos, los campos en desiertos y los desiertos en lechos marinos. La erosión de los suelos es una amenaza latente.
En el gran panorama de la naturaleza, estos cambios no suelen producir un gran impacto. Ocurren gradualmente de tal manera que a medida que algunos ecosistemas desaparecen otros nuevos van tomando forma, esto permite a la biodiversidad adaptarse a los nuevos entornos y prosperar a pesar de los cambios.
Sin embargo, en la actualidad vivimos una situación particularmente amenazante, donde la velocidad a la que se degradan los ecosistemas es mucho más alta gracias a las acciones del ser humano, cosa que no sólo afecta a la supervivencia de la biodiversidad sino que también recae sobre la salud y el bienestar de la especie humana.
La muerte de la tierra por la erosión de los suelos
Uno de los ejemplos más ilustrativos de esta tendencia se encuentra claro en la erosión de los suelos. La erosión es un proceso que se da cuando la capa superior del sustrato terrestre, conocida comúnmente como suelo, es degradada por la acción del clima, el viento o los organismos que ocupan el territorio.
En los casos más leves, el ecosistema de los suelos se degrada hasta el punto en el que no puede seguir realizando sus funciones ecológicas, dando lugar a una capa superficial de sedimentos sueltos con una concentración de nutrientes bastante reducida incapaz de soportar la mayoría de los procesos biológicos necesarios para un ecosistema funcional.
Los casos de erosión más severos se dan cuando el suelo, completamente degradado, es transportado por acción del viento o el agua revelando la capa subsuperficial de sustrato duro inadecuado para mantener la biodiversidad del suelo sano o para suplantar su ecología.
Una de las cualidades que convierte a la erosión en una problemática tan compleja es que, aunque a primera vista puede parecer un evento puntual y sencillo, en realidad conlleva toda una serie de procesos que avanzan gradualmente. Por esta razón, mucho del suelo que usamos para la agricultura, ganadería y otras actividades económicas, ha comenzado a erosionarse bajo nuestras narices y podría degradarse por completo si no tomamos medidas para prevenirlo.
Preservando los cimientos
En general, la biodiversidad propia del suelo hace un trabajo adecuado protegiéndolo de la erosión, al llevar a cabo sus procesos naturales de manera adecuada los microorganismos contribuyen a la salud de la ecología de los suelo., Igualmente las plantas y animales superiores también contribuyen a la salud de todo el ecosistema, pues las raíces de las primeras mantienen el suelo firme disminuyendo el daño causado por la acción del viento y el clima. La actividad de los animales suministra una abundante cantidad de materia orgánica que puede ser convertida en nutrientes que quedan almacenados en el suelo.
A pesar de ello, cuando se dan procesos como la contaminación o el uso descontrolado de pesticidas en los cultivos el efecto mayor suele recaer sobre los microorganismos que habitan en el suelo, una vez que estos organismos se ven afectados la capacidad para asimilar y almacenar nutrientes disminuye dramáticamente y esto trae consigo un colapso total del ecosistema que suele dar paso a la erosión.
Actualmente se conocen maneras de restaurar los suelos erosionados, no obstante, su costo y complejidad simplemente sirven para recalcar lo que ya sabemos, que la mejor manera de proteger la ecología de los suelos ante la amenaza de la erosión es mediante un manejo más responsable y cuidadoso de ellos.
Los científicos estiman que es probable que la erosión reduzca dramáticamente los terrenos disponibles de cultivo a medida que avanza el presente siglo, y la única manera de evitarlo es tomando conciencia y actuando antes de que sea demasiado tarde.