Sí, la superación tiene nombre femenino: Rosa Romero. Esta piloto demuestra día a día que se pude competir en deportes mayoritariamente de hombres, tener tu propia empresa -aunque sea pequeña- tener hijos y superar con éxito todos los baches.
Hay veces que las cosas están destinadas a suceder. La relación de amor-odio de Rosa con el Dakar no se podía sostener mucho más tiempo. Tenía que triunfar el amor y así pasó. Rosa Romero conseguía terminar en 2015 su primera carrera por el desierto sudamericano.
Su fascinación por el rally viene de lejos y sin ningún motivo aparente. “Yo soy de otra generación. Recuerdo que de pequeña no era normal que los padres les compraran motos a las hijas. Se suponía que nosotras teníamos que jugar con muñecas”. Por suerte para Rosa, en su casa había una de trial. No por ella, sino por sus hermanos. “Siempre que podía la cogía y me iba a dar una vuelta. Me encantaba hacerlo, aunque no tenía carnet”. No se lo sacó hasta los 18 y tampoco lo necesitaba antes ya que tenía su mente para viajar. “Recuerdo que veía el Dakar por televisión, lo seguía muchísimo y mi ilusión era comprarme uno de esos bichos para viajar. Quería ir a África, ver el desierto, recorrerlo, vivirlo y, algún día, competirlo”.
De esta manera, pasaron los años hasta que con 21 años empezó a competir, o como ella lo llama, a “hacer alguna carrera”. Claro, que por ese entonces Rosa estaba en la universidad y estudiaba Ingeniería en Comunicaciones. El tiempo no sobraba, cuando no estaba clase, hacía de monitora de esquí y si no, se la podía ver subida a su moto dando gas. Así que sí, hizo alguna competición, aunque, sin saberlo, las buenas las estaba dejando para el futuro.
Cuando llegan los hijos la vida cambia. Tienes a alguien que depende de ti y dejas tus planes a un lado porque tu nueva prioridad es cuidar y dárselo todo a esa nueva personita. Fueron tres duendecillos los que cambiaron la vida a Rosa. Por ellos, por criarles, vas dejando aparcadas ciertas ideas, pensamientos y sueños, porque te necesitan, tienes que estar ahí y les quieres. No ayuda mucho que tu marido, y padre de tus hijos, sea bicampeón en el rally de rallies (primero en moto, en 2004, y después en coches, en el año 2014).
Ahora los niños han crecido, son más independientes y cada uno practica su propio deporte. “Ellas son amantes de los animales, las dos montan a caballo y compiten en lo suyo. A él, como a sus padres, le encanta el motor”. Entonces llegó la conciliación para Rosa. El momento de tomarse en serio su pasión e ir a conseguir sus sueños y sobrepasar sus metas. “Llevo compitiendo a un nivel más exigente desde hace cinco años. Tengo la suerte de ser autónoma y el privilegio de poder organizarme los horarios para hacerlo todo, o casi todo”.
La conciliación es una utopía para todas esas mujeres, madres, trabajadoras, emprendedoras y, además, deportistas. En las ganas y la planificación está la solución. “Es complicado y muy sacrificado, pero la ilusión mueve montañas”. Rosa es consciente de que si tuviera que trabajar por cuenta ajena, con unos horarios más estrictos, no podría hacer lo que hace, o le resultaría más difícil. Joan (Nani) viaja mucho y en casa siempre hay trabajo, así que organiza sus rutinas según vaya viniendo el día. Si se escapa por la mañana a entrenar, trabaja un poco más por la tarde y la noche es toda para sus hijos. “Unas veces estás muy cansada después de entrenar y te gustaría parar un poco, otras te gustaría hacer muchas más cosas de las que haces”.
Competir en rallies es un deporte muy exigente y ser la mujer de un piloto con nombre, como Nani Roma no siempre se traduce en facilidades. “Tiene su lado bueno. La gente te ayuda y se les ve con ilusión, pero hay otros, sobre todo marcas, que no ven con buenos ojos que yo, con un nivel amateur, compita en las mismas carreras que él, que es un piloto profesional”. Así que solo queda luchar, aunque a veces tenga que renunciar a determinadas carreras por ese motivo.
La perseverancia es un factor que Rosa tiene muy interiorizado. No en vano , el año pasado consiguió acabar el Rally Dakar después de haberlo intentado tres veces sin éxito. El Dakar, la reina de las carreras de rallies, es quizás la más complicada y dura de todas. Casi 9.300 kilómetros recorridos en moto para atravesar Argentina, Chile y Bolivia, a lo largo de 13 etapas y con solo un día de descanso a mitad de la ruta.
Es una carrera muy intensa, sí, pero su dificultad empieza antes de llegar a la línea de salida. El primer problema con el que te enfrentas es económico. “Competir ahí es muy caro y se necesitan patrocinios y poder contar con una marca que te de garantía para cubrir la parte gorda del presupuesto, sino es imposible”. El resto de ayudas se obtienen de pequeños grupos, gente que te apoya, neumáticos, etc. Una vez superado este bache viene el entrenamiento de cuerpo y moto. Debido a su complejidad, el Dakar requiere una importante preparación previa, sino se corre el riesgo de quedarse a mitad del camino. Es muy importante contar con un buen equipo técnico y personal. “Después mis primeras experiencias, si analizo lo que pasó, llego a la conclusión de que es imprescindible ir con una moto adecuada y que te dé garantías”. Así que en 2015 lo hizo, fue con vehículo nuevo. Su compañera fue una KTM 450, más pequeña que la de los pilotos oficiales y con menos velocidad, pero que respondía muy bien cuando Rosa llegaba a un sitio que necesitaba el empleo de la técnica por la dificultad del terreno.
Y así acabó, flotando en una nube de la emoción al cruzar la meta. Aquella niña que soñaba con cruzar África a lomos de su corcel motorizado, cumplió su sueño. Hoy, un año después de aquella primera entrada en meta, Rosa se encuentra en Argentina intentando repetir hazaña.
Entrada en meta de Rosa en la pasada edición del Dakar.
Fuente: Dakar.es
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