En los últimos años se ha visto una tendencia alarmante en el Parque Nacional de Monfragüe, pese a las medidas de control poblacional aplicadas, la población de ciervos y jabalíes ha tenido un crecimiento sostenido que preocupa a los responsables del parque. En un principio estas especies reciben protección en un esfuerzo por mantener el ecosistema del parque en equilibrio, pero su aumento poblacional amenaza ese mismo equilibrio.
Al ser especies de interés cinegético, muchas autoridades apoyan la propuesta de dejar que la caza misma controle las poblaciones de estos animales, argumentan que permitiendo que se cace un número mayor de ellos durante un periodo más largo del año sus poblaciones disminuirían gradualmente. Además se cree que un mayor interés en las actividades de caza podría tener consecuencias positivas para la economía de la región.
Las asociaciones de caza además plantean que esta es una señal de una gestión deficiente del Parque Nacional Monfragüe y de la vida silvestre en general dentro de la región de Extremadura. Sin embargo, hay razones para pensar que estas acusaciones son infundadas y que las asociaciones de caza extremeñas podrían estar mucho más involucradas de lo que parece a primera vista.
Equilibrio de las poblaciones
En el ambiente natural, las distintas poblaciones de animales se interrelacionan manteniendo un equilibrio dinámico. Los herbívoros evitan que las plantas crezcan descontroladamente, y a su vez la competencia entre especies de herbívoros y la presión de los depredadores evita que sus poblaciones se salgan de control. La cantidad limitada de recursos en el medio ambiente lleva a que las poblaciones tengan que competir entre sí y ninguna crezca demasiado, sin embargo esto puede cambiar gracias a las actividades humanas tal y como ocurre en el Parque Nacional de Monfragüe.
Desde hace décadas, los cotos de caza cercanos al parque han participado de actividades de caza cuestionables, específicamente han suplementado la alimentación de las poblaciones locales de ciervos y jabalíes con el propósito de tener una mayor población de ejemplares de gran tamaño para la temporada de caza. Esta acción, que podría parecer inofensiva a primera vista, permite que una mayor población crezca hasta el punto de comenzar a generar problemas dentro del ecosistema, los ciervos son herbívoros voraces capaces de reducir la cobertura vegetal de un área en un periodo relativamente corto y las tendencias territoriales de los jabalíes suelen dar lugar a roces con humanos y poblaciones de otros animales.
Colaboración en vez de discordia
A la luz de esta información, se vuelve evidente que las declaraciones de las asociaciones de caza de Extremadura no tienen la intención de lograr una mejor gestión ambiental, sino que están dirigidas a desvincularse de la problemática ambiental causada por suplementar la alimentación de las especies de caza.
Esto deja en evidencia un problema profundo que afecta la gestión ambiental de muchas áreas de España, la discordia entre organizaciones ambientales y asociaciones de caza. Ambas agrupaciones como garantes del bienestar medioambiental deben cooperar para dar al ambiente un trato justo que permita a las personas disfrutar de él sin poner en riesgo su belleza. Mientras las agrupaciones sigan luchando entre sí, viendo cada una por sus propios intereses, el ecosistema será quien pague las consecuencias.