Por qué recordamos lo que recordamos y olvidamos lo que olvidamos



Fabricio Ballarini recuerda que la capacidad de almacenamiento de la memoria humana es insignificante. “Poco más que un pendrive de los pequeños”, dice. Y sin embargo, esa capacidad nos permite gestionar grandes cantidades de conocimiento y construir una identidad compleja. “Lo bueno es que necesitamos pocas memorias para entender un proceso”, explica. El investigador argentino, que trabaja en el Laboratorio de Memoria del Instituto de Biología Celular y Neurociencias Dr. De Robertis (IBCN, CONICET-UBA), acaba de publicar el libro REC: Por qué recordamos lo que recordamos y olvidamos lo que olvidamos. En él, explora lo que se sabe y lo que se ignora sobre la memoria y ofrece incluso algunas aplicaciones prácticas de los descubrimientos de la neurociencia sobre la memoria.



Pregunta. ¿Qué ideas puede aportar la neurociencia para mejorar la educación?

Respuesta. Una de las cosas que nosotros recomendamos es que después de explicar un tema los alumnos, para asentar las bases de un conocimiento, se asocie a una tarea que rompa la rutina cercana a ese aprendizaje. Una vez finalizado, una hora antes o una hora después de ese aprendizaje, hacer algo que no hiciste nunca, desde contar un chiste a regalar un chocolate o llevarlos a un parque. Algo que rompa con la previsión de esos chicos, ellos saben que la maestra está ahí, que va a dar clase de una determinada manera. Eso es lo que vengo estudiando y sé que funciona.




También es interesante el tema del estrés. Las evaluaciones generan estrés y no se conocen bien sus efectos. Hay un vínculo entre la sorpresa y el estrés, el estrés y el aprendizaje, y eso no está estudiado. Nosotros hace tres años empezamos a hacer investigación en la escuela sobre este tema. En general se cree que el estrés perjudica el aprendizaje, pero nosotros tenemos algunos casos en los que beneficia.

P. ¿Cuál sería la explicación evolutiva de que la sorpresa nos ayude a memorizar?

R. Lo que sucede cuando guardas información por primera vez es que por lo menos dos neuronas se van a conectar. Van a generar una conexión sináptica, algo que hacen las neuronas para guardar información. Tu recuerdo está guardado en ese lugar físico. En el momento en que esa neurona se desconecta, tu recuerdo se olvida. Tiene que haber un proceso dentro de la neurona para explicar por qué esa conexión se sostiene o no en el tiempo. Nosotros postulamos que existen una especie de marcas, como una banderita, que se coloca dentro de la neurona. Cuando una neurona se conecta tiene que saber que está teniendo un recuerdo, como una marca química que sirve de aviso. Con las memorias de corto término, las rutinarias, nos olvidamos todo el tiempo. En cambio, los eventos sorpresivos, las cosas relevantes que se recuerdan durante mucho tiempo, genera una conexión más fuerte.

Cuando sucede algo que nos sorprende, se envían señales para que se produzcan unas proteínas que van a fijar una memoria, porque ayudan a sostener esa banderita. Pero las proteínas solo saben dónde ir porque tienen un indicador que es la bandera. Las proteínas se sintetizan en toda la neurona, pero van a donde está esa banderita. Lo que sucede cuando tenemos dos experiencias juntas, una novedosa y una rutinaria, las proteínas van a ir donde hay banderitas, pero como hay dos banderitas, guardan los dos recuerdos por igual, el novedoso, que era el que tenía que guardar, y colateralmente el rutinario.

Eso tiene un sentido evolutivo porque la novedad no siempre tiene un sentido positivo. Si en la naturaleza eliges un camino y hay predadores, te deberías acordar desde el momento que algo es sorpresivo, porque te llama la atención cuando casi te comen, pero también es interesante que el cerebro guarde todo el contexto. Cómo llegaste, qué pensaste, por qué fuiste por ese camino, para evitar repetirlo. El cerebro a partir de una sorpresa guarda una hora antes de lo que sucedió y una hora después. Eso tiene muchísimo sentido, tenemos que entender ese recuerdo entero porque es posible que todas las cosas que pasaron periféricamente tengan relevancia.

P. En el libro habla de cómo a veces utilizamos la memoria de personas cercanas para guardar parte de nuestros recuerdos.

R. Es algo que se llama memoria transactiva y se refiere a algo muy lógico. El cerebro es bastante vago, quiere gastar la menor cantidad de energía posible. Por eso no solo guardas memorias tuya en tu cerebro, que es lo más lógico, sino que las guardas también en cerebros ajenos. Pero son personas que tienen que estar cerca.




Mi cerebro es bastante inteligente en la vagancia y dice, si yo estoy mucho tiempo con mi pareja y ella se acuerda bien de los cumpleaños, por ejemplo, para qué voy a recordarlo yo si puedo recurrir a ella. Eso podría explicar una de las angustias más grandes que tiene el ser humano: la pérdida de otra persona. Cuando perdemos a otra persona, no solo desaparece esa persona, también se lleva tus recuerdos, que no los incorporaste y los pusiste en su cabeza. Es como si Google desapareciese, se llevaría tus recuerdos.

P. ¿Cómo está afectando a esa forma de guardar memorias la tecnología?

R. Cuando yo hacía memoria transactiva con mi pareja o mis amigos el otro es un ser humano y se puede enfadar si le hago veinte preguntas. El otro duerme, tiene un cerebro como el mío, con las mismas limitaciones. Google, sin embargo, no se cansa nunca de responderte y está siempre disponible, y sabe más cosas que un humano. Este apoyo en la tecnología se ha vuelto algo peligroso, porque ¿para qué vamos a recordar?




Cuando el acceso a la información es muy rápido, no pasa por el cerebro, respondemos la pregunta y se va. Cuando nuestros abuelos querían saber algo tenían que hacer un trabajo enorme, ir a la biblioteca, caminar, pedir un libro o muchos, leer el libro, porque no había buscadores, llegar a la información, entenderla, quizá resumirla, prestarle atención porque tenías que devolver el libro, y te causaba muchas molestias, pero memorizabas. El peligro es que nosotros creamos, aprendemos y nos educamos gracias a que formamos redes de información entre neuronas y esas neuronas tienen memorias. Puedo relacionar cosas porque están ahí, pero no puedo relacionar cosas si no están.

P. Uno de los aspectos interesantes de la investigación sobre la memoria es que nos ha mostrado lo poco fiable que puede llegar a ser.

R. El conocimiento sobre las falsas memorias es algo reciente, pero muy estudiado. Se han implantado recuerdos falsos por todos lados. Lo increíble de la falsa memoria es cómo choca de frente con tres cuestiones muy fuertes para nuestra cultura. Una es que toda nuestra cultura y nuestra identidad se basan en la memoria. Yo sé quién soy porque me recuerdo, por mis historias. Si la memoria puede haber sido modificada, nos pone un signo de interrogante a toda nuestra cultura. Y también choca de frente con otras dos cuestiones más de la coyuntura, una es el psicoanálisis y otro el tema legal, los testigos presenciales.

Pero con respecto al psicoanálisis no es la culpa del psicoanálisis o del psicoanalista. A veces hay gente que dice que la neurociencia está en contra del psicoanálisis, pero lo único que dice la neurociencia es que hay que tener cuidado. Si yo como psicoanalista te escucho contar un recuerdo de tu niñez, tengo que tener en cuenta que cuando recuerdas estás poniendo en juego ese recuerdo, que se vuelve manipulable. Si en ese momento yo interpreto ese recuerdo o le agrego algún condimento, ese recuerdo te lo modifico, y la próxima vez que evoques ese recuerdo, no va a ser tu recuerdo, va a ser tu recuerdo con mi interpretación y tu cerebro no lo va a poder separar.

Está bien saber eso, porque es raro que una persona pueda recordar después de mucho tiempo un recuerdo reprimido de la infancia, y a veces el psicoanálisis toma eso como algo tajante. Es muy improbable que tengas reprimido un recuerdo tan antiguo y es más probable que ese recuerdo haya sido un recuerdo falso que has ido construyendo a lo largo de tu vida. A mí me ha pasado mil veces. Tengo un álbum de fotos de mi infancia que no recordaba, porque era muy pequeño, pero esas fotos las vi con mi madre y mi abuela o un familiar y me contó una historia asociada a esa foto. Para mí, cada vez que veo esos álbumes, todas esas fotos tienen historias, pero no necesariamente los recuerdos que yo recordaba. Eran los recuerdos de mis familiares que sin querer me implantaron un recuerdo falso.

No es para asustarse, es para tener al menos un contexto de duda ante los recuerdos y para saber que somos muy manipulables.


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