Aproximadamente 150 millones de personas hacen vida en la cuenca mediterránea y son la fuente principal de los vertidos que contaminan sus aguas.
Este mar que vio nacer la cultura occidental entre muchas otras y que la añoranza de Joan Manuel Serrat nos conmueve cuando en su canto nos habla de el sabor amargo del llanto eterno, que han vertido en ti cien pueblos de Algeciras a Estambul, para que pintes de azul sus largas noches de invierno. Hoy diremos, parafraseando al cantor, el sabor amargo que sus hijos le hemos dejado al no cesar de contaminarlo.Alrededor de 30.000 toneladas de residuos, hacen que el mar Mediterráneo sea el de mayor índice de contaminación en el mundo.
Los vertidos provenientes de sus múltiples ciudades costeras son los responsables de las altas concentraciones de metales pesados y de aguas residuales sin tratar. Aunado a que la tercera parte del transporte marítimo mundial recorre sus extensas aguas, así como el turismo y la pesca que aumenta significativamente el vertido de desechos en un 40 % durante la temporada alta.
Pero son los residuos plásticos los que tienen mayor impacto contaminante sobre sus numerosos ecosistemas. Es así como 27 millones de toneladas se vierten anualmente, constituyendo el 95 % de los residuos que flotan sobre él, por lo que algunos le han nombrado al Mediterráneo como el mar de plástico. Turquía es el país que más desechos del mismo vierten junto con España, seguido por Egipto, Italia y Francia.
Otro aspecto circunstancial que está favoreciendo el aumento en el consumo de plástico lo representa la pandemia de la covid-19, debido al uso intensivo de mascarillas desechables, guantes y envases de comidas para llevar, lo que incide en el incremento de los desechos.
Las siete especies de tortugas marinas existentes en el mediterráneo, están entre las víctimas mayormente afectadas por la polución plástica.
Aproximadamente, 134 especies en peligro de extinción conforman una variada fauna de aves marinas, mamíferos, peces y reptiles, donde con especial relevancia destacan, las tortugas marinas, focas monje, cachalotes y delfines, quienes sufren los daños que ocasionan los macroplásticos, bien sea por enredos o malnutrición debido a la ingestión, así como muertes por asfixia o estrangulamiento debido a botellas, bolsas, cordeles y fragmentos grandes.
Aparte de esto están los microplásticos, que son aquellos cuyos tamaños son menores a 5 milímetros, que son absorbidos por peces, moluscos, tortugas, crustáceos e inclusive por el plancton, intoxicando la cadena alimentaria, esto explica que en alrededor del 18% de las poblaciones tanto de atún como de pez espada, puedan encontrarse fragmentos de plástico en sus estómagos. Estos microplásticos llegan al ser humano por la ingesta de estos peces viendo afectada su salud.
El impacto del calentamiento global
El calentamiento global también ha contribuido al rápido aumento de las temperaturas de las aguas del mar Mediterráneo y que supere al promedio global en un 20 %. Entre las consecuencias está el impacto que sobre la biodiversidad ha tenido las casi 700 especies invasoras, que, como el pez león del Mar Rojo, ha ido reduciendo las especies nativas. También existe un impacto sobre las especies de peces comerciales cuyo tamaño se ve afectado.
Las aguas del Mediterráneo tienen un tiempo de residencia de 100 años por ser una cuenca semicerrada, puesto que sus extremos son el estrecho de Gibraltar y canal de Suez, lo que explica que la concentración de tantos factores contaminantes y el efecto de las temperaturas sea superior al de los océanos.
Junto al aumento de las temperaturas también se puso en evidencia la acidificación de las aguas, ocasionando muertes masivas de especies marinas predadoras y favoreciendo la proliferación descontrolada de medusas.
Como hijos del Mediterráneo, todas las naciones de la cuenca deben llegar a un gran acuerdo mancomunado en torno a políticas medioambientales más estrictas y unitarias para resolver los problemas ambientales que aquejan a nuestro mar.