Pero antes, como siempre, un resumen de los meses anteriores para recordar…
Como ves, a lo largo de 7 meses he comprado 5 cosillas, no está mal, ¿no?
Pero hablemos de agosto: han sido mis vacaciones, y como comenté en el post resumen del mes anterior, me iba de viaje. Ha sido curioso que antes de irme todo mi entorno creía que tendría que comprar cosas por el simple motivo de estar fuera de casa. No veo la necesidad (nunca la he visto) de traer objetos de recuerdo. Me quedo las fotos y lo que haya almacenado mi memoria, lo demás es innecesario y en la mayoría de las ocasiones un estorbo. Piénsalo bien, ¿cuántas cosas tienes de sitios en los que no has estado?¿Y para qué? o ¿cuántas cosas tienes de sitios en los que has estado pero están estorbando en tu casa y cogiendo polvo? ni siquiera las miras (o usas). Pues estos son los motivos que me llevan a no comprar recuerdos.
Sin embargo, este mes sí que he comprado algo…
He comprado una cosa que no necesitaba en absoluto y que pude evitar con toda facilidad. Sin embargo no lo he hecho, y he de reconocer que me siento bastante mal por ello.
Te cuento: eran las fiestas de un pueblo muy cerca de donde vivo y unos amigos propusieron hacer unas camisetas. Como se suponía que íbamos a ser bastantes (se suponía), no quise ser yo la que dijese que no. Además me pareció buena idea. Hasta que reflexioné… Entonces vino ese sentimiento de culpa, como el que se debe sentir cuando estás haciendo una dieta estricta y te acabas de comer una tableta de chocolate sin mirar atrás. He de reconocer que la sensación es bastante fea y no me la quito con nada. Porque al contrario de la dieta, no puedo ponerme a hacer ejercicio hasta que el problema desaparezca.
Con esta sensación de haber cometido un pecado tremendo y sin avemarías que rezar, me queda una sensación agridulce de la experiencia. Sobretodo teniendo en cuenta que llevaba 3 meses seguidos sin comprar nada que no fuese comida y bebida. Pero no quiero terminar este post de forma tan negativa…
He descubierto un libro…
Resulta que no investigué una mierda cuando me propuse este reto, fue una decisión totalmente impulsiva. Ya ves, impulsos que duran un año… Pero estos días leía un artículo por ahí de unas periodistas que habían hecho el mismo reto, durante el mismo tiempo, y bajo las mismas condiciones (poder comprar comida, medicamentos y productos de higiene). Evidentemente no me creo tan única como para pensar que esto solo se me había ocurrido a mí, pero lo que no sabía es que había publicado un libro contando su experiencia. Es este:
Puedes comprarlo pinchando aquí o en la imagen, lo que te agradecería porque Amazon me daría unos centimillos :)
Aún no tenido tiempo de leerlo, pero lo haré en cuanto pueda y te contaré que me ha parecido. Ojalá lo hubiese descubierto antes, porque seguro que me evitaba unos cuantos tropiezos y además me tiene muy buena pinta.
Y eso es todo lo que quería contarte de este octavo mes sin compras. ¿Qué te parece este reto? Cuéntanos tu impresión ahí debajo.
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