Además, debido a que no se tiene la tecnología para transformarlo en una materia prima para la producción de artículos de oficina, equipos de cómputo o refacciones automotrices, lo poco que se logra reciclar se vende a Estados Unidos para su consumo interno.
Gerardo Pedra Rocha, gerente corporativo de programas de reciclaje para DART de México, dijo que el país sólo cuenta con una máquina ubicada en Atlacomulco, Estado de México, por lo que se carece de los recursos para trasladar el unicel que se deshecha en otros estados.
“La industria del reciclaje de este producto es nuevo en el país. Todo esto nació en Asia hace 30 años, después lo adoptó Estados Unidos hace 25 años y Canadá hace 18 años… en México tiene apenas 3 años”, explicó el ejecutivo.
Información del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) apunta que en el territorio nacional se consumen anualmente más de 13 mil millones de piezas entre vasos, platos y placas dedicadas a la construcción, los cuales representan un volumen de 350 mil toneladas.
En Estados Unidos se recicla alrededor de 30 por ciento del consumo total en ese país. Canadá cuenta con su propia asociación fundada en 1989 por 24 compañías interesadas en la educación pública del reciclaje del unicel; reciclan 30 mil toneladas al año.
DART cuenta con sólo una máquina de origen coreano, que tiene un costo de 25 mil dólares. “Nuestra maquina fue adquirida vía Estados Unidos, es pequeña, con adecuaciones como la banda transportadora. Hay muchos proveedores de este tipo de equipo en el mundo, pero nadie ha querido invertir en ello”, explicó.
Pedra Rocha ha dedicado tres años a que otras empresas o gobiernos estatales y municipales adopten una medida para reciclar el poliestireno, cosa que, dice, está cerca de lograr.
“Logramos firmar con la UNAM un convenio en 2010 para que la Facultad de Ingeniería sea la primera institución académica en América Latina en adoptar tecnología de reciclaje de unicel. Este acercamiento estratégico con la Facultad de Ingeniería es único en su tipo, al ser el primero que no sólo recolecta poliestireno expandido, sino que adopta prácticas para su reciclaje”, comentó.
El directivo expuso que ya están en conversaciones con empresas extranjeras que dan la última etapa en la transformación de este plástico para que se instalen en el país y se puedan tener los beneficios de reciclar este plástico.
El principal reto, dijo, es que empresarios y población en general vean los beneficios económicos de reutilizar el poliestireno expandido.
Logística, el paso más complicado
José del Cueto, presidente de la Asociación Nacional de Industrias del Plástico (ANIPAC), comentó a EL FINANCIERO que la transportación y limpieza de estos productos es el paso más complicado para su reciclaje.
“La logística resulta costosa cuando tienen que traer vasos y platos de unicel de lugares lejanos a la planta donde se le da un tratamiento de reúso; muy pocas empresas tienen el capital para solventar estos gastos”, expuso.
El traslado de unicel no es fácil, debido a que 90 por ciento de su composición es aire, lo cual puede ser muy voluminoso, pero en peso es mucho menor”, apuntó.
El proceso de transformación consta de 4 pasos. El primero es acopio o recolección, en el que las personas o gobierno llevan sus desechos al único centro que existe en el país, donde piden que no tenga ningún otro tipo de plástico, líquido o alimento.
Este material pasa a la máquina de termodensificado, donde a través de calor el aire es extraído del unicel (95 por ciento es aire, sólo 5 por ciento es plástico). Un bloque de 20 kilos, por ejemplo, equivale a 7 mil 500 vasos.
Dicho bloque es transportado a una planta de transformación de la materia prima, ubicada en Estados Unidos, donde pasa por un proceso de molienda y extrusión. Después de éste, el resultado son perlas de materia prima. Estas pellets son utilizadas para la fabricación de nuevos productos como carcasas de CDs, suelas de zapatos, reglas, plásticos para teléfonos y celulares, molduras y facias para automóviles.