Piensa, a la hora de comprar la alimentación para tu familia, ¿sabes comportarte como un consumidor responsable?
Parece que una de las aficiones preferidas en los países desarrollados es consumir. No hemos salido casi de los interminables gastos de "la vuelta al cole" y ya nos están empujando, con cada año más precoces decorados navideños, a sumergirnos de nuevo en desaforadas jornadas de compras que durarán, curiosamente y por temprano que las comencemos, hasta el último día de plazo que nos den Sus Majestades y (por si con tres reyes no fuera suficiente) el omnipresente Papá Noel. Ya lo dijo Parkinson en su famosa e inexorable Ley: "el trabajo se expande hasta llenar el tiempo disponible para que se termine".Y este "trabajo" nos va a salir muy caro...
El caso es que solemos dejarnos llevar allá donde nos empuje la corriente, y si nos inundan los supermercados de turrones y polvorones desde octubre... ¿por qué esperar a comerlos en la época en que es tradición, si aún faltan dos meses largos? Pero bueno, dejemos este pequeño inciso que me he permitido para advertirte sobre cómo dejamos que boicotees nuestros propósitos de llevar una alimentación sana, y centrémonos en el reto que nos planteamos hoy: ser consumidores responsables.
Dado que gran parte de nuestro presupuesto mensual lo gastamos en alimentación, para ser consumidores responsables deberíamos, no sólo leer las etiquetas de los alimentos para informarnos sobre sus propiedades nutricionales además de asegurarnos de comprar solo lo necesario para no desperdiciar la comida, sino intentar saber (sé que es difícil) bajo qué condiciones se han obtenido esos alimentos y si dichas condiciones contribuyen o no a lo que se conoce como la sostenibilidad del planeta, es decir, si no estamos explotando nuestros recursos por encima de la capacidad de renovación de los mismos.Consumidor responsable de productos frescos
A la hora de comprar productos frescos, demos prioridad a la producción local: estaremos ayudando al desarrollo de nuestra región y a la subsistencia de nuestra agricultura y, con ella, al mantenimiento de los puestos de trabajo de todos esos compatriotas que han optado por un sector tan sacrificado. Pero los beneficios no acaban ahí: un producto que puede ser recolectado en el momento óptimo de maduración porque no requiere de un tiempo extra para su transporte, además de ganar en cualidades organolépticas (no hay nada más rico que una fruta madurada en la planta), no sufrirá la pérdida de nutrientes que experimenta aquel que debe ser transportado miles de kilómetros hasta su lugar de consumo final.Una opción fantástica que a mí me encanta es pasearme por los mercadillos del agricultor de Tenerife (precisamente quiero hacer con vosotros, a través de este blog, un recorrido por ellos) y hacer allí las compras de productos frescos de la semana. Seguro que cerca de tu casa también se organiza alguno... ¡Pruébalo y verás cómo notas la diferencia!
Consumidor responsable de productos elaborados
En cuanto a los productos elaborados, también debemos tener en cuenta que un consumo responsable supone elegir aquellos que se fabriquen más cerca de nosotros; con ello, no sólo apoyamos la economía de nuestra zona sino también la sostenibilidad a nivel mundial ya que la utilización de menos medios de transporte supone una disminución en la emisión de contaminantes y un ahorro de recursos energéticos.
Debo aclarar que no se trata de limitarnos a consumir aquello que se produzca "en nuestro entorno"... Difícil lo tendríamos para cubrir nuestras necesidades por ejemplo los que, como yo, vivimos en una isla donde es prácticamente imposible tener industrias de todos los sectores, pero sí que podemos, a pesar de la globalización, "barrer para cada uno para su casa" y optar por aquellos productos de elaboración nacional.
Con respecto a este punto, yo era de las que me fijaba en el famoso "84" del código de barras para asegurarme de que, a pesar de estar comprando en cadenas extranjeras, como por ejemplo Carrefour, apoyaba a mi país comprando productos "made in Spain", hasta que, una vez más, ¡mi gozo en un pozo! Me enteré por este artículo, de que "al comprar un artículo que en su código de barras incluye el famoso código 84 podríamos estar comprando un producto de una empresa que esté al otro lado del mundo y que simplemente haya solicitado la asignación de su código de barras a través de una empresa española". Así que, más que el 84, debemos mirar en el envase dónde está fabricado el producto. Mira este ejemplo de los Petit de Carrefour:
Un hermoso "84 "en el código pero "Producto de Francia" en la última línea...
De todas formas, como no nos equivocamos es si confiamos en las Denominaciones de Origen y en las Indicaciones Geográficas protegidas, ya que, tal y como nos como nos informa el Ministerio de Alimentacióm, Agricultura y Medio Ambiente en su web, "constituyen el sistema utilizado en nuestro país para el reconocimiento de una calidad diferenciada, consecuencia de características propias y diferenciales, debidas al medio geográfico en el que se producen las materias primas, se elaboran los productos, y a la influencia del factor humano que participa en las mismas".
Un ejemplo a seguir: el Compromiso Harmony
Hace poco he podido conocer un ejemplo de cómo empresas comprometidas pueden poner en marcha iniciativas que, actuando en diversos ámbitos, contribuyan a conseguir una agricultura sostenible mejorando además la calidad de sus productos y haciendo que el reto que planteamos este mes sea mucho más fácil.
Seguro que todos los de mi quinta sabéis entonar este estribillo: "Qué buenas son...las galletas Fontaneda", y es que es una de esas melodías que, junto a otras como la canción del Cola Cao o la navideña de las Muñecas de Famosa, forman parte de la banda sonora de la infancia de los que "acabamos de pasar" la frontera de los 40 ;)
Pues ahora las galletas Fontaneda, además de seguir siendo igual de ricas, han dado un paso más allá con el Compromiso Harmony, una iniciativa de agricultura sostenible en la cual las plantas de producción de Fontaneda se abastecen de la producción de trigo de los agricultores locales próximos a las mismas. Además, los ayudan a mejorar la calidad de sus cosechas con el uso de semillas certificadas, la selección de las mejores variedades de cereal y garantizando la trazabilidad que nos asegura el origen de la materia prima utilizada en sus galletas.
Sumado a esto, se fomenta un uso racional del agua y, algo esencial, se protege la biodiversidad local haciendo que cada agricultor dedique el 3% de sus campos al cultivo de flores melíferas con el objeto de preservar las poblaciones de mariposas y abejas de la zona, responsables mediante la polinización del 35% de la producción que se dedica al consumo (estudio INRA 2005).
Esperemos que cada vez sean más empresas las que se comprometan a hacer, aún a costa de invertir en ello parte de sus beneficios, de nuestro mundo un mundo mejor para nuestros hijos y nietos... un mundo, como se dice ahora, "más sostenible".
De momento, nuestro reto está ahí, siempre podemos aportar nuestro granito de arena y, desde luego, empresas como galletas Fontaneda y su Compromiso Harmony nos lo ponen mucho más fácil.
Añadir leyenda
Leer el artículo completo