El pueblo Kumenê situado en Oiapoque, en el extremo norte de Amapá, nunca había tenido médicos residentes; hasta la llegada de el cubano Javier López Isbell Salazar. Cuando empezó a asistir a la población local, compuesta principalmente por los Palikur uno de los pueblos originarios del Amazonas en de mayo de 2014 y pronto se descubrió que los habitantes de la región sufrían de una de las principales amenazas para la salud mundial: el uso excesivo e inadecuado de antibióticos.
El consumo inadecuado de fármacos se asoció con la llegada de dos misioneros religiosos a la región en la década de 1960. Los misioneros convencieron a los indígenas que sus plantas y tés eran “brujería y cosas del diablo”.
Las tradiciones fueron finalmente sustituidas por las dosis de antibióticos abusivas. Para revertir la situación, Salazar decidió crear un jardín con plantas medicinales citadas en la literatura científica con las que pudiera tratar la mayoría de los problemas de salud existentes en el pueblo, como los resfriados y la diarrea.
“Al principio, cuando comencé a prescribirles plantas se enojaron conmigo porque querían a los antibióticos. Les explique que debido al uso excesivo de antibióticos previo, las bacterias que circulan en la comunidad tienen resistencia a los fármacos disponibles.
En el jardín clínica, hay plantas conocidas popularmente como el boldo, la baya del saúco, el aloe vera, la albahaca, entre otros. La baya del saúco, según el médico, es muy eficaz para el alivio de los síntomas de la gripe, una de las enfermedades más comunes en la comunidad, ya que tiene efecto expectorante.
“En el estudio epidemiológico que realice, me di cuenta de que hay dos épocas del año en el que se producen varios casos de gripe. Antiguamente se atiborraban a antibióticos hoy usan tisanas con limón y a los pocos días se encuentran repuestos. A diferencia de los antibióticos, no hay ningún daño a la salud y todo lo que se muestra en la literatura médica “, explica.
Cuando la Educación para la salud supera los prejuicios.
Otro de los cambios traídos por Salazar y su equipo de salud fue acerca de los riesgos de contaminación del agua por la descarga de residuos domésticos en los ríos. Según el médico, los indígenas solían construir sus baños cerca de las orillas del curso de agua que rodea el pueblo, en la confluencia de Uaçá y Curipi.
Esto hizo que el agua que usan ademas para bañarse y hasta cocinar estuviese contaminada. “Explicamos y ayudamos a construir fosas sépticas con lo que conseguimos una mejor calidad de vida. En un sitio como este un médico no puede aburrirse. Me siento bien porque yo ya estoy notando el cambio. Veo que las medidas que estoy tomando funcionan, debido a que las enfermedades están desapareciendo. Y cada vez tengo menos pacientes, dice satisfecho.
El profesional ha aprendido algunas frases en el idioma nativo de la etnia Palikur y asegura que la diferencia de idioma no es un impedimento para la comunicación eficaz y un adecuado diagnóstico y tratamiento.
Salazar y sus colegas del sistema de salud también han desarrollado iniciativas de educación para el bienestar. “Con esto, podemos lograr un cambio en el estilo de vida de cualquier persona, sea indígena, blanco o extraterrestre. Usted puede prevenir diversas enfermedades “.
“Realmente no tengo palabras para expresar lo que siento al poder trabajar aquí y lo digo desde el corazón. Cuando empecé los pobladores eran anti-médico, trataron de evitar las consultas. Cuando llegaron a la clínica, ni siquiera eran capaces de mirarme”, dice el médico acerca de su llegada a Kumenê.
“Hoy en día, vienen aquí a contarme de su vida de lo que hacen, a pedirme consejos. Con el tiempo, con tantas conversaciones y tanto que se habla, se ha logrado un cambio”, concluye.
Por suerte son muchos los médicos que se están dando cuenta de todo lo que pueden hacer por su comunidad y de que no siempre la farmacia ha de ser de píldoras, para muchas cosas basta con plantar un buen jardín.
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