Justificaciones de la cacería reglamentada


La reciente matanza ilegal de Cecil, uno de los leones más famosos de África, desató un clamor por la prohibición de la cacería de trofeos, y también ocasionó que parte de la comunidad de cazadores reconsidere su postura en el polémico tema, en tanto que otros argumentan que el sacrificio de ciertos individuos puede beneficiar a las poblaciones.
Varios científicos de corriente principal, el Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos y ciertos grupos conservacionistas –como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, que se ha negado a comentar sobre el tema de Cecil)- apoyan la caza de trofeos reglamentada. Los simpatizantes consideran que la cacería regulada genera fondos muy necesarios para los esfuerzos de conservación y gestión de poblaciones, debido a que los guardias de coto tienen que asegurarse de que los cazadores disparen contra animales que ya no son capaces de procrear o impiden que otros se reproduzcan.
A principios de este año, Dallas Safari Club subastó un permiso para cazar un rinoceronte negro y utilizó ganancias para conservación. El miércoles pasado, el club publicó la siguiente declaración: “Los cazadores legales, éticos y conscientes desempeñan una función importante para la aceptación pública de la caza sustentable como herramienta vital en la conservación y gestión moderna de la vida salvaje”. En una entrevista previa con National Geographic, Ben Carter, presidente del club, dijo que la caza de trofeos reglamentada es una herramienta que utilizan los gestores de la vida salvaje para mantener poblaciones animales saludables y fuertes. “De hecho, [las poblaciones] crecen al eliminar a los individuos contraproducentes de la manada”, afirmó.
Con anterioridad, Melissa Simpson, directora de conservación científica en la Fundación Safari Club Internacional, escribió la siguiente publicación en el sitio Web de National Geographic: “Igual que los cazadores reglamentados de Estados Unidos, los cazadores reglamentados de África hacen una contribución vital a los esfuerzos de conservación, eminentemente con el ingreso que sus expediciones de cacería generan para las comunidades locales y las agencias de recursos de vida salvaje” (hasta el momento, la Fundación no ha respondido peticiones de comentarios).
Wayne Pacelle, presidente de la Sociedad Protectora de Animales de Estados Unidos, opina lo contrario. “La primera regla para proteger una especie rara es limitar las muertes [provocadas por] humanos”.
Pero dejemos de lado el asunto de la reglamentación y volvamos al león Cecil que, presuntamente, no era el blanco pretendido. El odontólogo y cazador estadounidense, Walter Palmer, afirma que creyó haber adquirido un permiso legal (por cerca de 55,000 dólares) para cazar un león en Zimbabue. Esas autorizaciones están avaladas por tratados internacionales a condición de que una parte significativa del costo se destine a la conservación de la especie en estado salvaje y cuando científicos puedan demostrar que la caza de los individuos seleccionados no pondrá en peligro a dicha especie. En el caso del león africano, quedan menos de 30,000 ejemplares.
¿Es tiempo de cambiar?
Otros cazadores están analizando con más detalle una práctica que, según los críticos propicia la corrupción, estimula la demanda de productos salvajes en el mercado negro y que puede ser muy difícil de controlar en el terreno, lo que convierte a leones como Cecil en simple daño colateral.
Lo ocurrido a Cecil es consecuencia de “unas cuantas manzanas podridas y no es característico de la gran mayoría de los cazadores de trofeos”, asegura Wayne Brisbee, practicante de Texas que fundó Brisbee’s Fish and Wildlife Conservation para sustentar la protección de la vida salvaje. Además de recaudar fondos para conservación y sacrificar animales selectivamente, los cazadores responsables ahuyentan a quienes operan furtivamente, pues actúan como “ojos y oídos” en el terreno, agrega Brisbee.
El siguiente paso para Zimbabue sería fortalecer el cumplimiento de sus legislaciones de caza para prevenir más matanzas ilegales, dice Brisbee. “La caza responsable pagará la cuenta”, añade, señalando que Zimbabue es uno de los países más pobres del mundo.
Otra práctica cada vez más estrechamente vigilada es la cría de leones en reservas animales con el único propósito de servir como animales de presa.
La semana pasada, Hermann Meyeridricks, presidente de la Asociación de Cazadores Profesionales de Sudáfrica (PHASA, por sus siglas en inglés), pidió a los miembros que reconsideraran su postura sobre una práctica que los opositores denominan “cacería enlatada”.
“Para mí, se ha vuelto evidente que quienes se oponen a la caza de leones criados en cautiverio han dejado de ser un pequeño grupo de activistas por los derechos de los animales”, dijo Meyeridricks. “En nuestras reducidas filas, así como en toda la fraternidad de cazadores, muchas voces respetadas se están pronunciando abiertamente en contra”.
Al citar que ya algunas aerolíneas y compañías de embarques se niegan a transportar trofeos de leones, Meyeridricks dijo que “el tema de los leones pone en riesgo no solo la reputación de la cacería profesional en Sudáfrica, sino su supervivencia”.
Fuente: NatGeo

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