El interés por el cuidado al ambiente se ha globalizado para fortuna de todos nosotros, habitantes de esta gran esfera azul, donde cada vez más comprendemos que no estamos desligados de la naturaleza, y que en conjunto formamos parte de diversos ecosistemas y que nuestras acciones afectan a los mismos. La ecología más que una ciencia, que solo la manejan un grupo de científicos especializados, nos integra al hombre y a la sociedad al ambiente en que vivimos y debemos proteger.
Es así como en los programas educativos de la mayoría de los países, los temas ecológicos aparecen desde la educación inicial, primaria y media. Al niño se le introduce a las prácticas conservacionistas, sin embargo, pese al empeño que ponen los educadores y el interés que pueda manifestar el niño, es notorio que estas prácticas no vayan más allá del ámbito escolar y que a medida que el niño vaya avanzando en las etapas educativas pierda el interés.
Esto pasa cuando la familia carece de conciencia ambiental, cuando la comunidad en donde vive está alejada de todo lo que tenga que ver con conservación, y más allá, la ciudad donde habita es el reflejo de una sociedad enferma, a la cual poco o nada le interesa la protección ambiental. Es así en donde vemos ciudades sucias, llenas de montañas de desperdicios de diversa índole, muchos de ellos nocivos al ambiente, aire plagado de humo derivado del consumo de combustibles fósiles, aguas servidas no tratadas, selvas de cemento con escasez de áreas verdes.
Muchas veces se piensa que la clave está sean los niños los que estén destinados a educar a sus padres poco instruidos en asuntos ambientales tales como el desarrollo sostenible, el reciclaje, el consumo responsable y el respeto por la naturaleza . Que ellos son las nuevas generaciones que lograrán desplazar los hábitos malsanos. Pero es demasiada responsabilidad para quienes se deben a la voluntad de los adultos, cuyas prácticas desdicen mucho de lo que los niños han aprendido en la escuela. Es importante que exista una coherencia entre lo que se aprende en la escuela y lo que se hace en el hogar.
Para que el individuo logre alcanzar una verdadera conciencia ambiental, esta debe darse en el seno familiar, de tal manera que no exista una contradicción entre lo que aprenda en la escuela y lo que vive en el hogar. La responsabilidad está en los padres. Hoy en día existe una amplia accesibilidad a la información conservacionista a través de las redes sociales o el internet con los que los padres pueden educarse en estos temas, aparte de organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que se ocupan de ello. Unos padres conscientes de la protección ambiental son capaces de potenciar en sus hijos todos aquellos conocimientos adquiridos en el ámbito escolar.
La importancia de crear conciencia en los niños, es cada vez más urgente y necesarias, principalmente porque el futuro les pertenece a ellos, por ende debemos enseñarles en el presente a una calidad de vida lo más natural posible y con proyecciones positivas que les den un mundo mejor, sano y puro.
En el hogar es donde mejor se pueden crear hábitos ambientalistas importantes para los niños, estos a su vez pueden servir de agentes multiplicadores en otros infantes y así se crea una cadena ecológica importante.
Es así como los padres podemos ejecutar prácticas sencillas y orientar modos de conducta que conllevan a la protección ambiental, orientando a nuestros hijos en aspectos tales como:
- Ahorro del agua
- Ahorro de la energía eléctrica
- Clasificación de los desechos (plásticos, orgánicos, vidrios, entre otros).
- Reducción del uso de las bolsas plásticas (reemplazo por bolsas de tela).
- Reciclaje de materiales de desecho (manualidades, bricolaje).
- Prácticas de siembra en jardines.
- Paseos a ambientes naturales como la playa, bosques, lagos entre otros.
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Pedro Churion l Redactor Especialista