El éxito de la industria fabricante de los nutracéuticos es innegable por la magnitud de sus ingresos económicos. El mantenimiento y la mejora de la salud es un negocio muy lucrativo. Solo en Estados Unidos generaron una ganancia en ventas de 126 mil millones de euros para el año 2015.
Han quedado lejos aquellos días en que comenzaron los primeros nutracéuticos a finales de la década de los 80 ‘s. Estos fueron suplementos de calcio, aceite de pescado en cápsulas o las de fibra dietética. El nombre nutracéutico es una palabra compuesta de 2 términos, nutricional y farmacéutico, y fue una creación del Dr. Stephen De Felice en 1989, para aquellos alimentos o parte de los mismos que, aparte de la función nutritiva que cumplen, contribuyen a prevenir enfermedades o son adecuados para su tratamiento.
Los nutracéuticos normalmente vienen en cápsulas, píldoras o polvos granulados que contienen la sustancia bioactiva concentrada, la cual encontramos normalmente en determinados alimentos. No constituyen un medicamento porque su origen es completamente natural y no de un proceso de síntesis química. Actúan como un suplemento dietético. El hecho que estén un una concentración más alta que la que se puede encontrar en los alimentos, es decir en una dosis mayor, hace que tengan un efecto benéfico sobre la salud muy superior a la que se tendría consumiendo el alimento que lo contiene, en lo que tiene que ver en la prevención y tratamiento de ciertas enfermedades.
No son un alimento funcional, aunque erróneamente se les pueda confundir, porque son la parte funcional del alimento; es decir, las vitaminas, los minerales, la fibra, los antioxidantes, los ácidos omega-3, fitoesteroles, entre otros. Existen 3 categorías de nutracéuticos en los que pueden agruparse:
Nutrientes: Sustancias con funciones nutricionales establecidas, como vitaminas, minerales, aminoácidos y ácidos grasos.
Herbales: Productos herbales o botánicos, procesados en forma de concentrados o extractos.
Suplementos de la dieta: Productos derivados de otras fuentes como la carnitina, lecitina, el péptido glutatión, luteína, licopeno, entre otros
Debemos evitar confundir a un nutracéutico con un medicamento, pese a que muchos de ellos se expenden en las farmacias. Su acción es más que nada prevenir enfermedades o coadyuvar en el tratamiento de las mismas. Lamentablemente, algunas campañas de marketing los promueven de manera irresponsable, como adecuados para la curación de ciertas enfermedades. No son una panacea.
Un combinado de ácidos omega 3, 6 y 9 tiene una acción preventiva de las enfermedades cardiovasculares
Un ejemplo de las ventajas que ofrecen determinados nutracéuticos está en la reducción del colesterol malo, ya que permite aumentar la concentración del componente bioactivo (omega-3) en nuestra dieta, permitiendo equilibrar nuestra alimentación.
El consumo del nutracéutico debe hacerse con medida, evitando el exceso y contraindicaciones. Ellos vienen con una posología en donde se orienta la dosis recomendada. En ningún momento reemplaza a una dieta balanceada.
Finalmente, para salvarnos de cualquier engaño publicitario, tenemos que revisar detenidamente la etiqueta y confirmar que su venta está autorizada por la autoridad sanitaria de nuestro país correspondiente.