Puede ser desesperanzador fijarse en el grado de daño sufrido por la biodiversidad en las últimas décadas, las estimaciones estadísticas apuntan a que actualmente las especies de animales y plantas se están extinguiendo más rápido de lo que podemos descubrirlas y con cada día observamos una disminución dramática en la calidad y cantidad de los ecosistemas que componen nuestro planeta.
Y esta realidad se vuelve mucho más opresiva cuando tomamos en cuenta que no es el problema distante que muchas personas creen, los humanos después de todo seguimos dependiendo de la naturaleza, de los beneficios y servicios irremplazables que solo puede ofrecer un ecosistema saludable, y a medida que la salud de los ecosistemas disminuye su capacidad para sostenernos lo hará también.
¿No sería lo más apropiado tratar de restaurar los ecosistemas entonces? Esto es lo que propone el estudio científico de la ecología de restauración, un campo floreciente que busca aplicar el conocimiento de la ecología para restaurar las funciones de los ecosistemas que han sido afectados por la acción humana y el cambio climático.
En contraste a modalidades más convencionales de conservación, que buscan proteger la biodiversidad previniendo los daños que puedan afectar al medio ambiente y los elementos que lo conforman, la ecología de la restauración plantea que además es necesario acelerar la recuperación de los ambientes degradados para prevenir que continúen degradándose y seguir disfrutando de sus bondades.
Principios restauradores
La restauración de las áreas boscosas brinda beneficios al suelo y a la vegetación circundante
Los principios que dirigen a la ecología de la restauración se basan tanto en el valor intrínseco que poseen los espacios naturales al ser el lugar donde se desarrolla la vida como en el valor y aprovechamiento monetario que la humanidad hace de los ecosistemas.
Desde el punto de vista de la conservación plantea que es insuficiente resguardar a la biodiversidad que nos resta y que es preciso tomar acción para restaurar la degradación de los ecosistemas donde sea posible. A esto se une la noción de que los ecosistemas constituyen en sí mismos unidades discretas de biodiversidad y por tanto es más rentable a nivel biológico trabajar para restaurar ambientes degradados en vez de dejar que se pierda su biodiversidad.
Al mismo tiempo la perspectiva de la ecología plantea que todos los organismos dependemos de los ecosistemas y que, aunque no es posible restaurarlos del todo a su estado original, es preferible restaurar las funciones ecológicas que podamos para permitir a la biodiversidad restaurarse a sí misma y resistir mejor los embates de la crisis ecológica que vivimos.
Actuando con cautela
Los humedales son ecosistemas muy sensibles que ofrecen gran cantidad de beneficios, por esto se ve gran valor en su restauración.
Ahora más que nunca la humanidad tiene en sus manos la capacidad de tomar acción para dar forma al mundo que le rodea, pero esta capacidad debe ejercerse con juicio y prudencia. Si bien es verdad que poseemos el conocimiento de ecología necesario para anticipar el efecto que nuestras acciones tendrán sobre los ecosistemas, tampoco podemos decir que eso nos da derecho a actuar como mejor nos parezca.
La conservación de la biodiversidad es una meta noble pero para alcanzarla es indispensable avanzar responsablemente evitando realizar daños mayores, ese es el principio primordial de la ecología de restauración.