OCO-2 orbita la Tierra alrededor de 16 veces al día, pero puede medir el dióxido de carbono encima de sólo una pequeña fracción de la superficie del planeta a la vez.Crédito: JPL/NASA.
Cada 99 minutos un satélite de la NASA orbita el planeta, captando un millón de mediciones diarias del dióxido de carbono presente en la atmósfera de la Tierra. Forma parte de un experimento que los científicos esperan que algún día resulte en una flota de satélites que midan de forma fiable y precisa liberado por regiones, países y hasta ciudades y grandes fuentes de emisiones como plantas energéticas.
En algún momento de los próximos meses se espera que China lance dos satélites más, que se unirán a los de la NASA (el Observatorio Flotante de Carbono-2, o OCO2 por sus siglas en inglés) y también se una un satélite japonés llamado GOSAT. Las sondas espaciales chinas forman parte del esfuerzo de las Academias Nacionales de Ciencia del país por rastrear con mayor precisión las emisiones de gases de efecto invernadero de las fuentes más importantes de contaminación.
Estos son los primeros esfuerzos para obtener datos fiables sobre una cuestión científica crucial: ¿cuánto dióxido de carbono está siendo realmente emitido a la atmósfera?Actualmente, las emisiones de cada país se basan en autoinformes, en función de la cantidad de combustibles fósiles quemados. Estos cálculos son claramente poco fiables, especialmente en el mundo en desarrollo, que ahora representa el 60% de las emisiones globales de dióxido de carbono (China, por ejemplo, reconoció el pasado mes de noviembre que ha quemado un 17% más de carbón cada año de lo que había informado anteriormente).
"La monitorización del CO2 desde la atmósfera es la llamada a la realidad más potente contra las autonotificaciones gubernamentales sobre sus inventarios y cambios", afirma el director ejecutivo del Carbon Institute, John O. Niles.
Las estaciones de medición terrestres rastrean las concentraciones de dióxido de carbono de la atmósfera de forma precisa, pero sólo cubren una fracción de la superficie de la Tierra, sobre todo en Norteamérica y Europa Occidental. Incluso OCO-2 sólo cubre un estrecho trozo de territorio durante cada vuelta al planeta, y cubre sólo el 7% de la superficie total cada mes. Lo que se necesita, según el líder de equipo científico de OCO-2, David Crisp, es una flota de satélites, al menos tres en la baja órbita terrestre o otros tres en la órbita geoestacionaria.
En octubre, la Comisión Europea hizo público un plan para tal sistema. Costará miles de millones de euros, y probablemente será rechazado por los países que se resisten a un sistema de monitorización internacional de gases de efecto invernadero, y en cualquier caso no sería lanzado al menos hasta la década de 2030.
Lanzado en 2014, el satélite observador de carbono de la NASA es preciso a la hora de medir el dióxido de carbono presente en la atmósfera - pero no lo suficientemente preciso aún.Crédito: Orbital Sciences Corp.
Es más, mientras que GOSAT y OCO-2 han sido sobre todo exitosos, la tecnología aún no está totalmente demostrada. Los satélites miden el dióxido de carbono de la atmósfera con el uso de espectrómetros, que detectan la absorción de luz por varias moléculas con un alto grado de precisión. Puesto que el dióxido de carbono y el oxígeno sólo absorben determinados colores de luz, los satélites pueden medir el número de esas moléculas dentro de una columna dada de aire entre la superficie del planeta y el satélite. Pero hay muchos factores que complican esta toma de datos, como el viento (que dispersa el dióxido de carbono) y las nubes. Aunque OCO-2 realiza alrededor de un millón de mediciones al día, sólo 100.000 representan mediciones útiles de cielo despejado. E incluso los potentes superordenadores de la NASA aún no tienen suficiente velocidad para poder procesar perfectamente todos esos datos. "Estamos mejorando los algoritmos" para analizar los datos, afirma Crisp, "pero aún no proporcionan la precisión que necesitamos".
Versiones más nuevas de tanto GOSAT como OCO-2 están programadas para lanzarse en 2018, y hay planes para al menos cinco sondas espaciales más, que podrían formar una flota integrada, en algún momento de la década de 2020. El informe de la Comisión Europea hizo un llamamiento para "un sistema integrado de observación dedicado a monitorizar las emisiones de dióxido de carbono fósil" que "monitorizaría y verificaría el cumplimiento de los firmantes de acuerdos climáticos internacionales". Cómo se gestionaría tal sistema, si otros países aceptarían sus hallazgos, y cómo esos hallazgos darían paso al cumplimiento de los objetivos de reducción de emisiones representan preguntas que aún no se han explorado, ni mucho menos contestado.
Los sistemas basados en satélites pueden "generar datos fiables y de una creciente resolución alta que pueden ser replicados independientemente", afirma Niles. "Por otro lado, si la monitorización del CO2 desde el espacio será eficaz a la hora de proporcionar datos que cambien los comportamientos representa otra cuestión totalmente distinta", concluye.
Fuente: .Technologyreview