Pigmalión fue el escultor de la Venus de Milo, una representación de su mujer perfecta, de la que terminó enamorándose perdidamente, llegando a enfermar de amor. Afrodita, diosa del amor, se compadeció de él y dio vida a la estatua, haciendo realidad el ideal de Pigmalión. Así que, figuradamente se llama Efecto Pigmalión al hecho de que las expectativas que tenemos sobre las personas o situaciones, tienden a realizarse.
¿Cómo nos afecta esto como padres y educadores?
Muchas veces, juzgamos y etiquetamos a los niños prematuramente acerca de sus capacidades y habilidades, sin ser plenamente conscientes de que esto va a influir directamente sobre su comportamiento, y no solo eso, sino sobre lo que él se considere capaz de hacer o no. « Pedrito es muy tímido», «es muy malo y desobediente», «no se entera de nada», «es lento»… Padres y educadores colgamos etiquetas a los niños sin tener presente que se estos se encuentran en pleno desarrollo físico, psicológico y afectivo, por lo que son altamente vulnerables a la influencia que se les ejerce a través de la comunicación. Es bastante fácil que, con nuestras palabras, afectemos al autoconcepto y la autoconfianza del niño, y en consecuencia, a su autoestima.
¿Cómo influyen mis expectativas en el comportamiento de los niños?
Robert Rosenthal y Lenore Jacobson realizaron en los años sesenta un pequeño estudio en una escuela californiana. Este experimento consistió en proporcionar información falsa a los profesores sobre el potencial de aprendizaje de los alumnos de entre primer y sexto grado de educación primaria de una escuela de San Francisco. A los profesores se les dijo que se había realizado un test de inteligencia a los chicos, y que una serie de estudiantes, se encontraban a punto de entrar en un periodo de rápido crecimiento intelectual, y contaban con un potencial de crecimiento inmenso. Pero, en realidad, los chicos de la lista proporcionada a los profesores habían sido escogidos al azar. Ocho meses después, el rendimiento escolar y los resultados académicos de dichos alumnos mejoró considerablemente. ¿Qué es lo que había ocurrido? El efecto Pigmalión nos muestra cómo las expectativas del profesor sobre el alumno pueden condicionar su comportamiento hacia él y afectar su evolución académica. Esto se puede justificar porque el profesor, al tener grandes expectativas sobre el alumno, se esforzará más para que el aprendizaje sea más productivo. También el alumno puede percibir, a través de la actitud del profesor, su posibilidad de mejora. Esto es lo que se conoce como profecía autocumplida: Una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad.
Aquí podéis ver un ejemplo claro de cómo influye en nuestro comportamiento el creer en nosotros mismos o el no hacerlo. No os cuento más, porque realmente creo que merece la pena invertir estos 4 minutos de tiempo :).
En este caso, el mensaje de que no serían capaces no les llegó directamente a través de otras personas, pero creo que transmite con claridad la idea de lo que el poder de lo que nuestras creencias influye en nuestro potencial.
¿Qué hacer al respecto?
A continuación os facilito algunas recomendaciones que padres y educadores debemos tener en cuenta para potenciar la autoestima de los pequeños:
1) Recordar que todos y cada uno de nosotros tenemos capacidades.
2) Adaptar las tareas a las posibilidades del niño.
3) Fomentar la participación (en casa y en la escuela ;).
4) Reconocer el esfuerzo realizado (el éxito se debe al esfuerzo no a la capacidad).
5) Enseñar que el error forma parte del proceso de aprendizaje.
6) Centrarse en las fortalezas del alumno no en sus carencias.
7) Adoptar una perspectiva optimista y un estilo más positivo. ¿Por qué no recibir así a tus alumnos en clase ;)?
Invirtamos en I+D: Ilusión y Dedicación :)
Un cuento para reflexionar…
Y para finalizar, os dejo un bello cuento y deseo que os inspire una bonita reflexión. Me encantará que las compartáis conmigo, a través de las redes sociales o de los comentarios :).
Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los pequeños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de ellos cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, cogió una piedra y empezó a golpear con todas el hielo con todas sus fuerzas hasta que logró romper la capa helada, agarró a su amigo y lo sacó del agua, salvando así su vida.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso y el niño no parecía contar con una fuerza extraordinaria.
- "Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas", afirmaban.
En ese instante apareció un anciano y dijo:
- "Yo sé cómo lo hizo".
- "¿Cómo?"
- "No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo".