Hay ciertas épocas en las que nos planteamos objetivos (no muy originales normalmente: hacer más ejercicio, apuntarse a clases de algo, leer más, comer mejor, dejar de fumar…). Esta época para muchos es en enero, para mí es en septiembre. Es mi comienzo de año. Gajes de ser estudiante durante casi toda mi vida.
Pues bien, ha comenzado septiembre, y me he propuesto tantas cosas, que llevamos una semana y ya me he agobiado. A todo lo que hago normalmente le he añadido más, teniendo las mismas horas cada día, y los mismos días a la semana. De repente si algo no lo termino en el momento que tenía programado para ello, todo lo demás se desbarajusta y comienza un efecto dominó de cosas sin hacer. ¡Estupendo! Voy por el camino perfecto para abandonar y salir corriendo.
Mis tareas...
Por eso que me he propuesto algo nuevo: hacer menos cosas y hacerlas mejor.
Quizás a ti también te pasa: estás siempre de un lado a otro con un montón de tareas (o imposiciones) que hacer y te das cuenta que no estás disfrutando para nada de esas cosas. Siempre con la cabeza en mil historias y no tienes tiempo ni de tomarte un café con esa persona a la que llevas tiempo queriendo ver. Ni siquiera duermes bien por la noche pensando en el día siguiente. A mi por lo menos me pasa todo esto y no estoy cómoda con ello.
Creo que pasa lo mismo cuando estás tratando de ser sostenible en tu día a día. De repente tienes mil opciones, mil cosas que mejorar, otras mil que aprender, y te ves queriendo empezar con todo. Se puede convertir en un auténtica locura y en vez de lograr el equilibrio que buscas en tu vida, es muy probable que termines con cierto desequilibrio mental. Por eso creo que es aplicable la misma máxima: hacer menos cosas pero hacerlas mejor.
Y con hacerlas mejor me refiero no solo a hacerlas bien, sino a vivirlas y disfrutarlas de forma consciente. Si al final la sostenibilidad no es más que equilibrio y consciencia, ¿no?
Buscando un poco ese equilibrio diario, me he regalado unos cuantos consejos, que ahora comparto contigo:
1. No tengas tanta prisa
Uno de los motivos por los que queremos hacer un millón de cosas a la vez es porque tenemos prisa por conseguir algo, pero mientras no llegamos a ese algo todo son agobios.
Yo no quiero eso nunca más porque ni disfrutas del camino, ni el objetivo cumplido va a hacerte tan feliz como para compensar por lo que has pasado (seguro). Ir más despacio va a permitirte estar mejor durante el proceso y al final.
Te hablaba de esta filosofía slow en este post (seguro que te interesa si siempre vas con prisa).
2. Distingue lo que merece la pena de lo que no
Nos habrán propuesto tantas cosas a las que hemos dicho que sí y luego no valían la pena… ¿verdad?
Me cuesta muchísimo decir que no a las cosas, quizás por miedo de que me voy a perder algo o que se escapa una gran oportunidad ante mí. Por eso, aprender a distinguir lo que merece nuestro tiempo de lo que no, es un punto clave.
Cómo distinguirlo ya es más complicado. Pero te adelanto que mi “Sí” solo se lo van a llevar aquellas cosas que me hagan sentir que realmente merecen la pena. O como diría Derek Sivers: “sólo hay dos opciones: HELL YEAH o no”.
3. Piénsalo bien
El tiempo es limitado como para no pensar bien en qué invertirlo, pero además de eso, debemos ser conscientes de que cada cosa lleva su tiempo, y siempre tendemos a subestimarlo. ¿Por qué la gente llega tarde? Porque pensaba que le daba tiempo de sobra. Creemos que las tareas nos toman menos tiempo de lo que en realidad nos llevan.
Es lo que me estaba pasando a mi con mi planificación de mierda, por eso el efecto dominó con el resto de tareas y el caos y agobio posterior.
La solución es tan sencilla como añadir más tiempo a cada tarea, aunque creas que te llega, un 50% más te va hacer falta.
Si no planificas todo tanto, simplemente deja a lo largo del día o de la semana tiempo libre, que sabes que tendrás que invertir en lo que haya quedado pendiente.
Yo espero que este año me estrese un poco menos aplicando estas 3 tonterías importantes.
¿Añadirías algo más?
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