Es de todos conocido el desprecio y la minusvaloración que se hace a la figura femenina en algunos países árabes y musulmanes. Sin duda algunas noticias que nos llegan de ellos dejan estupefactos a los ciudadanos que ven el mundo desde un prisma más progresista e igualitario. En este artículo vamos a poner el foco de nuestra atención en la relación de la cultura musulmana y la mujer, sin dejar de lado una bella paradoja que ha surgido en las recientes elecciones saudís y de la que muchos países occidentales, entre ellos España, deberían aprender.
ENTENDER LA CULTURA MUSULMANA DE LA MANO DE ASMA LAMRABET
Nacida en Rabat (Marruecos), Asma Lamrabet trabaja actualmente como hematóloga en el Hospital Avicena de Rabat. Practicó durante varios años (de 1995 hasta 2003) como médico voluntario en los hospitales públicos de España y América Latina, particularmente en Santiago de Chile y México. Comprometida desde hace varios años en el estudio y la reflexión sobre la temática de las mujeres en el Islam, y ha dado muchas conferencias sobre este tema a través del mundo. Su trabajo se centra esencialmente en la relectura de los textos sagrados desde una perspectiva femenina. De 2004 hasta 2007 fue coordinadora de un grupo de investigación y de reflexión sobre las mujeres musulmanas y el diálogo intercultural en Rabat (Marruecos). En 2008 fue nombrada presidente del GIERFI (Grupo Internacional de estudio y reflexión sobre las mujeres y el Islam), con sede en Barcelona . En Febrero de 2011 fue nombrada Directora del Centro de Estudios femeninos en el Islam dentro de una institución religiosa Rabita Mohammadia Marruecos: www.annisae.ma/. Asma Lamrabet es también el autora de varios artículos sobre el tema del Islam y las mujeres, así como de varios libros.
LOS DERECHOS DE LA MUJER EN EL CORÁN *
Primero quiero destacar el hecho de que en el Corán no hay ninguna mención de Eva como la responsable del pecado original, más bien algunos versículos muestran que es Adán quien sucumbe a las sugestiones de Satán. Por lo tanto, la responsabilidad es compartida por los dos. Después Dios les perdonó, y el Islam no conoce la enseñanza de la herencia de este pecado como se ve en la lectura de las otras religiones.
En el Corán, cuyos textos son del séptimo siglo, se definen de manera clara todos los derechos de la mujer como ser humano entero, independiente y libre. Desde el punto de vista de los derechos humanos, el Corán demostró que la mujer y el hombre son iguales, creados de la misma esencia, y no como se creyó en un tiempo de la historia de la humanidad cuando algunos teólogos se preguntaban si ella tenía alma (Concilio de Macon en el año 581).
La mujer en el Corán tiene derechos civiles: libertad de culto, derecho a elegir a su futuro marido –nadie puede obligarla a casarse con alguien que ella no quiere–, derecho a divorciarse si el marido la maltrata, derecho a mantener su apellido paternal –este mismo derecho estaba dentro de las reivindicaciones de la lucha de las mujeres feministas en los años sesenta en Occidente–.
Derechos sociales: el derecho a la enseñanza –que más que un derecho es una obligación, ya el Corán insiste en que los creyentes, mujeres y hombres, deben lograr el conocimiento, el saber y la educación porque la ignorancia es un pecado, y como dice el Corán “los más sabios son los más cercanos a Dios”–, el derecho al trabajo y el derecho a participar en todas las actividades sociales.
Derechos políticos: hace 1400 años que la mujer en el Islam tiene el derecho a votar, lo que en Occidente se consiguió muy tarde. Por dar un ejemplo, en Francia la mujer no ha adquirido el derecho de voto hasta 1945. El derecho a acceder a cargos políticos o militares –muchas mujeres fueron en la época de la revelación combatientes contra los paganos y politeístas de la Meca–.
Derechos económicos: unas de las leyes indiscutibles en el Islam es que la mujer tiene el derecho a una independencia económica total y absoluta. El hombre no tiene ningún derecho sobre la propiedad o el trabajo de la mujer. De acuerdo con el Islam, una mujer casada no está bajo el control del marido en lo que concierne a sus relaciones comerciales y sus ingresos. Ella es perfectamente libre e independiente en la ejecución de sus asuntos mercantiles, lo que está en contraste con la práctica usual en Europa hasta el comienzo del siglo XX.
LOS PROBLEMAS DE LA MUJER ÁRABE-MUSULMANA*
Ahora bien, hemos visto que nada en el Corán, ni en la tradición del profeta, ni en la historia del Islam, justifica un mínimo perjuicio a la mujer. Entonces, ¿por qué esta imagen de una mujer humillada, oprimida, tiranizada por el Islam está tan generalizada y tan sistematizada en el mundo? ¿Se trata de mitos o de realidades? Pienso sinceramente que los dos existen, hay un parte de mito y leyenda sobre la mujer árabe-musulmana que se ha difundido de manera injusta y hay una realidad amarga que existe pero que no es tan dramática como suelen mostrar los medios de comunicación y que no corresponde siempre al análisis occidental.
Antes de echar la culpa a los demás debemos empezar por lo nuestro y preguntar: ¿Por qué esa contradicción entre el contenido verdadero del Islam y la realidad de los musulmanes? ¿Por qué en la práctica la evolución del reconocimiento de los derechos de la mujer es un poco paradójica? Mientras en la tradición occidental no se ha reconocido por mucho tiempo la igualdad a las mujeres, que luego han obtenido avances jurídicos y sociales muy significativos, en algunos de los países de tradición islámica las mujeres que gozaban de este status desde la revelación del Corán han visto una involución y, algunas veces, una regresión de sus derechos. Las explicaciones pueden ser muy largas, pero yo apuntaría primero el hecho de que el freno al desarrollo de la mujer en algunas partes del mundo musulmán está ligado a una cierta lectura del Islam hecha por algunos Sabios Hombres –por supuesto– que tenían una cultura misógina y que reproducían las tradiciones ancestrales machistas, pensando que estaban en el camino justo del Islam. Hay que destacar una problemática muy importante: los hombres musulmanes estaban dispuestos a vivir el Islam como una revolución de las relaciones en la vida pública y un profundo cambio de las jerarquías políticas y económicas, pero no querían que el Islam cambiara nada en las relaciones entre los sexos. ¡¡El machismo es la única estructura humana que ha resistido a los valores del Islam!! Por otra parte, durante la historia del mundo árabe-musulmán, hay un periodo que ha empeorado la situación de la mujer –junto con la del hombre–, y es el de la colonización, que ha querido secuestrar las raíces históricas de ese mundo e imponer sus lenguas, modelos y valores.
Y como siempre los vencidos asumen la historia escrita por los vencedores, la tragedia de la mujer árabe musulmana en algunas partes del mundo islámico es que ha perdido con la colonización cultural e ideológica sus referencias legítimas y con ello su alma.
Hay que destacar el hecho de que la manera occidental de ver algunos problemas de la mujer en el mundo árabe-musulmán ha sido siempre caricaturizada y a veces satírica… Y es que la visión occidental del Islam en general ha sido desde siempre distorsionada, siempre fue una visión donde prevalecen poder, prepotencia y ambiciones de dominación. En la época medieval los occidentales notaban que el Islam era una religión de libertinaje y ahora es una religión de integristas y fundamentalistas. Siempre el miedo, el temor al otro, ha caracterizado las relaciones entre ambas partes, alimentadas por la ignorancia se ha ordenado una reticencia y un rechazo histórico a la civilización árabe-musulmana desde las Cruzadas y la Reconquista, pasando por el imperio otomano, hasta el día de hoy. Con este tipo de visión, la de la mujer árabe-musulmana fue desde siempre la más espantosa: recordemos todas esas historias fantásticas transmitidas por esos incansables orientalistas y que siempre muestran los mismos retratos trágico-cómicos al final: harem, mujeres con velos, danza del vientre, sometidas a un emir implacable, despótico… La mujeres eran siempre encarceladas en palacios suntuosos, pasando sus vidas como esclavas, cautivas del poder árabe-musulmán.
Todos estos clichés estereotipados perduran hasta el día de hoy. Jamás un historiador occidental habla de las mujeres escritoras, místicas, jefes de estado, fundadoras de universidades, que han hecho la historia islámica. Es que nos es exótico…, pero también esa es la prueba del machismo universal. No hace falta recordar que la misoginia es la cosa mejor compartida en el mundo, en todas las culturas y a través de la historia humana cuántas veces la mujer fue objeto de humillaciones, de ofensas y de ignominias. En todas las lecturas de las religiones hay un acuerdo sobre la inferioridad de la mujer, su eterna acusación de pecadora, de imagen de Satán y de bruja maléfica. Las condiciones de las mujeres en India, China, en muchos países de Latinoamérica (en Chile el 50% de las mujeres sufren de violencia conyugal), suelen ser a veces más terribles y preocupantes, pero no tienen el impacto especial que se le da a la mujer árabe-musulmana. Un ejemplo: en los Estados Unidos, cada nueve segundos una mujer es golpeada por el marido o el amigo. Las cifras de la violencia contra las mujeres en Europa, Estados Unidos o Latinoamérica son escalofriantes, ¿pero acaso se dice que esta violencia está justificada por la Biblia? ¿Por qué en el mundo árabe o musulmán es siempre la culpa de la religión y no del hombre? ¿Acaso el hombre árabe-musulmán no es de la misma estructura humana? Aunque se sabe que la misoginia es universal, las denominaciones serán siempre diferentes, porque existe el machismo latino, mediterráneo, siciliano, español, asiático, pero cuando hablamos de países árabes o musulmanes se habla de machismo islámico. Jamás hemos oído hablar del machismo de Sicilia, de Grecia, de España, como católico, pero el machismo de Marruecos, Egipto y Líbano, que son muy mediterráneos también, será eternamente islámico.
Quiero terminar insistiendo en el hecho de que la mujer árabe-musulmana no es la víctima del Islam. Ella es la víctima de multitud de factores que hacen de ella, como de todas las mujeres del mundo, la primera víctima de la sociedad. Ella es, ante todo, la víctima de los poderes del hombre machista, de la pobreza, de algunas tradiciones y costumbres regionales, de las injusticias socio-políticas, de las condiciones de vida cada día más difíciles sobre todo para ella. La mujer árabe-musulmana puede parecer diferente al occidental, con su mentalidad, su manera de vestirse, su manera de ser, de ver el mundo. Pero ella tiene el derecho a la diferencia y al respeto. La mujer árabe-musulmana tiene la legitimidad de reivindicar sus derechos según sus referencias, de conseguir la modernidad de acuerdo con su identidad, sin dejar de ser árabe o musulmana para que el mundo occidental la reconozca o la acepte. La mujer que sea árabe, musulmana, cristiana, europea o americana es, ante todo, un ser humano creado por Dios, con este sentido exclusivo del sacrificio, del amor, de la paciencia, de la bondad infinita… Y como todas las mujeres de este mundo, ella tiene las mismas aspiraciones, las mismas esperanzas, los mismos sueños de vivir en paz, de amar, de proteger a sus seres queridos y de vivir como ser humano libre y digno.
LA PARADOJA DE ARABIA SAUDÍ
El ultraconservador reino saudí ha celebrado los primeros comicios en los que las féminas participaron como votantes y candidatas y contra todo pronóstico, al menos 17 mujeres han logrado salir elegidas concejales. Las elecciones municipales tuvieron como protagonistas a las mujeres y se desarrollaron sin incidentes destacables aunque con baja participación. La participación de la mujer en estos comicios, un hecho histórico en el país, fue posible gracias a un decreto real de 2011, promulgado por el entonces rey Abdalá bin Abdelaziz, fallecido el pasado enero. Un total de 1.486.477 personas se inscribieron en el censo electoral, 130.637 de ellas mujeres, para elegir entre 6.440 candidatos, de los que solo 900 eran féminas. La campaña electoral no fue fácil para las mujeres, ya que en la misma línea política que rige el país, basada en la “sharía” o ley islámica, la Comisión Electoral impuso la segregación total de sexos y prohibió que los candidatos empleasen fotografías en su propaganda o pronunciasen discursos ante personas del otro sexo.
SIETE COSAS QUE LAS MUJERES NO PUEDEN HACER EN ARABIA SAUDÍ
Salir de casa sin custodia. Deben salir de casa acompañadas por un mahram, un hombre guardián. Suele ser alguien de la familia y pasea con ellas para ir de compras o incluso para ir al médico.
Conducir. No hay una ley específica que lo prohíba, pero las mujeres, de facto, no pueden conducir. Sin embargo, el Consejo de los Ulemas (máxima autoridad religiosa) ya ha advertido en varias ocasiones que las mujeres no pueden conducir. En 2011, un grupo impulsó la campaña ‘mujeres al volante’, que lleva en marcha desde entonces y por la que muchas han desafiado las convenciones y han conducido, algo que las ha llevado a ser detenidas. Incluso la cantante M.I.A. ha dedicado un videoclip a esta cuestión.
Llevar ropa o maquillaje que muestre su belleza. La mayoría viste la abaya, que les tapa el cuerpo por completo. Y existe la policía religiosa que controla la vestimenta femenina. Deben cubrirse también la cabeza. Si sobresale un dedo del pie del vestido y al policía le llama la atención, puede hasta multar a la mujer que ha cometido el atrevimiento.
Interactuar con hombres. En esta línea, la mayoría de edificios públicos tiene una entrada para hombres y otra para mujeres. Como prácticamente todos los espacios públicos, segregados por sexo.
Competir en determinados deportes. Los Juegos Olímpicos de Londres, celebrados en 2012, marcaron un antes y un después. Fue en esa cita donde participaron deportistas saudíes por primera vez. Fueron dos mujeres: una para judo y otra en atletismo. Esta fue la primera y la única, por el momento. No hubo mujeres en los Juegos asiáticos, lo que provocó duras críticas de las organizaciones internacionales, por lo que Riad se ha comprometido a enviar a alguna deportista a los juegos de Río de Janeiro.
Probarse la ropa al ir de compras. Es imposible. Las mujeres deben comprarse la ropa y probársela en casa. El mero hecho de imaginar que hay alguien semidesnudo en un espacio compartido como es un probador genera demasiada inquietud en un país tan ultraconservador. Sólo se pueden quitar la abaya en algunos probadores de tiendas de lujo.
Usar el gimnasio del hotel. Prácticamente ninguno de los hoteles del país permite la entrada de mujeres en sus gimnasios. No importa que sean clientes, los hombres copan todo el espacio y no se sienten cómodos bajo la mirada de una mujer.
Como vemos la relación entre la cultura musulmana y las mujeres es un tema complejo que no tiene una sola explicación. Pero lo cierto es que las elecciones saudís han reflejado el deseo de las mujeres de participar activamente en las decisiones que se toman en el país en el que viven y que sus compatriotas, sean hombres o mujeres, han respondido a esa necesidad de manera significativa. Todo ello parece atisbar para éste país en concreto un cambio de rumbo hacia la igualdad que ha sorprendido a los analistas de todo el planeta.
Fuente:
* Texto pronunciado por Asma Lamrabet durante una conferencia en Santiago de Chile.
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