Lejos de proponer una perspectiva de un islam amable, el estudio evidencia que los países árabes, aunque siempre con excepciones, están experimentando factores que se han dado en todos los procesos de emancipación de la mujer: la fuerte caída de la natalidad, el paso de la familia patriarcal a la conyugal, mayor acceso a la educación, retraso del matrimonio, planificación familiar, intensa urbanización e integración en el mercado laboral. "Los árabes viven en el mismo tiempo real a pesar de las resistencias, que se expresan con fuerza", explica Muñoz.
El retraso en la edad del matrimonio, junto al uso de anticonceptivos promovido por programas estatales de planificación familiar, ha hecho caer la fecundidad en una sociedad en la que la maternidad fuera del matrimonio apenas existe. En los países árabes musulmanes el matrimonio es considerado como un deber religioso. Sin embargo, ahora el hombre y la mujer se casan más tarde. En el Magreb rozan las cifras europeas. La importancia que las familias conceden a la educación, no sólo de sus hijos sino también de sus hijas, es una de las razones. Al tiempo, la diferencia de edad entre los cónyuges es menor, lo que favorece la igualdad.
Shahy, con 29 años, aún no está casada, aunque algún día le gustaría "formar una familia". Vive en la ciudad egipcia de Alejandría y trabaja como periodista. Se considera musulmana moderada: "Sólo cumplo con el Ramadán y, por supuesto, no acepto ni el hiyab, ni el niqab ni la poligamia".
En países como Túnez y Marruecos se han producido avances en los códigos de familia en cuanto a la igualdad en las responsabilidades conyugales, reducción de la poligamia o sustitución de repudio por divorcio, aunque de forma poco igualitaria. En Argelia, las transformaciones sociales no se reflejan en las leyes. "El problema no es sólo de legislación, sino de mentalidad", continúa Akmir.
Por otro lado, las reformas legales no significan "que siempre se pongan en práctica ni que las mujeres sean conscientes de sus derechos", explica la investigadora Ana Echagüe. Es el caso de Nadia (nombre ficticio). Vive en Jordania, un país con una tasa de alfabetización femenina del 87%. Tiene tres hijos y se considera "esclava" de su marido, 20 años mayor. Nadia trabaja dentro y fuera de casa. Su esposo no, pero es él quien maneja las finanzas del hogar. Un familiar, residente en España, la anima a abandonarle, pero "tiene miedo de que la mate".
"Las musulmanas se enfrentan al conflicto personal de compaginar tradición y modernidad y vida profesional y vida privada", apunta Nohma Ben Ayad, profesora del Instituto de Estudios Hispano-Lusos de la Universidad Mohammed V de Rabat. En Marruecos, se ha conseguido que cuestiones como el divorcio "sean miradas con buenos ojos", aunque otras como el concubinato o la pérdida de la virginidad antes del matrimonio son "intolerables".
Fuente: ElPaís