La ciencia y la tecnología están presentes en todo lo que rodea la vida cotidiana, desde el café en cápsula, el calentador solar que entibia el agua para bañarse, el transporte para trasladarse a la escuela o al trabajo y el dispositivo móvil para comunicarse en México o todo el mundo.
A pesar de que hay avances científicos y tecnológicos palpables en la vida diaria, en México la mayoría de personas aún no tiene una cultura científica, muchas creen más o de igual manera en la magia, la suerte y la fe que en la ciencia, de acuerdo con la última Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología en México (Enpecyt) realizada en 2011.
Si se quiere construir una sociedad y economía basadas en el conocimiento, como se menciona en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación (Peciti) 2014-2018, se tiene que impulsar una cultura científica en el país, indicó el divulgador científico Martín Bonfil Olivera.
En entrevista, el técnico académico de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) precisó que cultura es cualquier manifestación de la actividad humana, en el caso de la cultura científica es el conocimiento que los ciudadanos tienen.
“Los divulgadores nos referimos a cultura científica como el conocimiento de ciencia básico que consideramos que cualquiera debe saber, como por ejemplo qué es un átomo, una célula o un transgénico”, señaló.
Asimismo, subrayó que las personas que tienen una cultura científica entienden cómo se hace la ciencia. “Un ciudadano que posee cierta cultura científica también sabe cómo funciona, cuál es su forma de trabajar a través de evidencia comprobable y a partir de eso utilizar razonamientos lógicos para construir hipótesis, que luego se someten a pruebas y que si pasan esas pruebas las hipótesis se conservan y sino se desechan”, explicó.
Destacó que esta cultura científica genera una forma crítica de pensar y razonar frente a un hecho de la vida cotidiana, algo similar a como piensa un juez o un detective y “no como usualmente pensamos, que nos dejamos llevar por filias, fobias, sesgos cognitivos o deseos”.
De tal manera que “una cultura científica incluye también este método científico de obtener información y procesarla, que permite llegar a conocimiento más confiable que las creencias que tenemos en la vida diaria respecto a muchas cosas”.
Para que la gente pueda aplicar esa visión crítica y analítica para la toma de decisiones en su vida personal y como ciudadano, por ejemplo cuando hay debates o consultas ciudadanas si se debe o no permitir la siembra de transgénicos o si se debe o no legalizar el consumo de mariguana, subrayó el científico.
“Lo que queremos los divulgadores es que esta cultura científica tenga un campo de acción, es decir, que le permita a la gente apreciarla o tener gusto por la ciencia, entenderla y aplicarla”.
La cultura científica se puede impulsar a través de esfuerzos de comunicación pública, como pueden ser museos, planetarios, conferencias, obras de teatro y productos periodísticos.
“Tenemos que ir seduciendo a los ciudadanos para que conozcan y comprendan la ciencia y se den cuenta lo estimulante, atractiva y emocionante que puede ser”, destacó.
No obstante, manifestó, que esto de “culturizar y alfabetizar científicamente” a la gente es un proceso paulatino. “Lo que tenemos que hacer es crear un mercado para la ciencia, porque hoy en día, a la gran mayoría de los ciudadanos no le interesa la ciencia al grado que le gustan los deportes, los espectáculos o la política”.
Para seducir al público es necesario contar historias maravillosas que lo emocionen, lo conmuevan y, principalmente, que la gente se sienta identificada con ese relato, para ello la historia debe ser interesante y comprensible, pero también debe ser verídica.
“Todo producto de divulgación científica debe tener tres requisitos, el primero es que debe contar con un rigor científico mínimo, es decir, no puede tergiversar las cosas. El segundo, es que debe ser comprensible, es decir, tiene que ser claro para que cualquiera lo pueda leer y entender, porque uno de los problemas de la ciencia es que está expresada en un lenguaje muy técnico que muchas veces solo lo pueden entender los especialistas. El tercer requisito es que debe ser interesante y atractiva, porque nos enfrentamos a unos ciudadanos que rechazan la ciencia porque no les interesa y no les atrae porque no la conocen y creen que esta es para genios o nerds”, añadió.
Para finalizar, Bonfil Olivera reveló que el secreto para contar una historia atractiva e interesante es escoger un buen ángulo, buscar un buen encabezado y hacer una entrada atractiva, para ello se puede recurrir a herramientas como contar lo que hay detrás de un avance, relacionar la historia o el tema con otros que atraen a la gente como el sexo, los deportes o la política. "En fin, cada historia es un mundo de posibilidades que dependerán del ingenio y la creatividad de cada narrador".
Fuente: CONACYT