Según Alexandra, Rafael se fue de su casa en la madrugada de ese día, no sin antes tomar 200 reales, que según ella, estaban escondidos dentro de una biblia de la familia.
Alexandra tuvo que ir ante las autoridades para dar declaraciones más de diez veces, ya que los agentes a cargo de la investigación tenían las sospechas de que la mujer estaba mintiendo, y es que en sus diferentes declaraciones cambiaba algo de sus anteriores versiones.
En una ocasión, Dougokenski se contradijo. Primero dijo con detalle la ropa que usaba el niño el día que desapareció, sin embargo, después dijo que él se había escapado mientras ella estaba dormida.
En su último interrogatorio que duró 8 horas, Alexandra confesó haberle quitado la vida a su hijo después de darle dos pastillas de un tranquilizante.
También confesó dónde había dejado el cuerpo del menor de edad. Lo cubrió con una sábana, y después lo introdujo en una caja que dejó en el patio de la casa de su vecina.
Una vez encontrado el cuerpo, los médicos forenses le realizaron una necropsia y descubrieron que el niño no había perdido la vida por ingesta de medicamentos, si no por asfixia.
Después interrogar otra vez a la ho-mici-da, esta dijo que le pidió al niño que se fuera a dormir temprano, pero no le hizo caso y se puso a jugar con su teléfono celular.
Ante esto, la mujer perdió el control y lo es-tran-gu-ló ya que dijo que estaba enojada porque este pasaba mucho tiempo con su celular.
Dougokenski fue acusada de haberle quitado la vida a Rafael intencionalmente con los calificativos de motivos inútiles, asfixia y la imposibilidad de defensa. Enfrenta hasta 30 años de prisión.