Una infancia en el pueblo. Recordando a mi abuelo Julián

Ahora que tengo algo más de tiempo quiero hablaros de mi infancia en el pueblo. Llevo unos días recordando a mi abuelo Julián y tengo pendiente este post desde hace tiempo. Os contaré el por qué de mi vínculo con el campo y también entenderéis porque mi empeño que crear un espacio para el turismo familiar en la Sierra Norte de Madrid. Y es que me encanta que acudan abuelos con sus nietos a Casa rural Melones.

Creo que si alguien tiene la culpa de que haya terminado viviendo en un pueblo y con una casa rural familiar en Patones, ese es mi abuelo Julián. La persona que me ha transmitido la pasión por este pueblo, por la vida que pasa al ritmo de la naturaleza, por tener siempre ganas de aprender algo nuevo.

Mi abuelo Julián era pastor y desde muy pequeño había recorrido Patones acompañado de su rebaño de ovejas. Cuando yo era una niña, la casa rural era una cuadra donde vivían animales. ¡¡Qué gran aventura era acompañar al abuelo por unas escaleras de madera para subir al pajar y buscar los huevos entre los montones de paja!! También le recuerdo dando leche en biberón a los corderitos prematuros,  abrazando a una cabra que llamó Iris o hablando a los animales como si fueran personas.

De mayor, gracias a mis vacaciones en el pueblo, aprendí que el campo es una biblioteca viva de conocimientos. Rebuscaba en el desván viejos aperos de labranza y el abuelo siempre me explicaba para que se utilizaban. También le acompañaba a la huerta, a podar olivos o recoger aceitunas. Ir con el de excursión escuchando las mil anécdotas me animó incluso a escribir un libro de rutas por Patones. Y así poco a poco se fue forjando este vínculo con el campo, que se va traspasando de generación en generación.

En nuestra primera clase de Educación Ambiental en la carrera, el profesor nos preguntó cuál era la razón por la que habíamos estudiado Ciencias Ambientales. Yo, junto a buena parte de mis compañeros, levantamos la mano y contamos nuestras experiencias de una infancia en el pueblo. Allí subíamos a los árboles, escuchábamos a los pájaros, jugábamos al aire libre…. habíamos creado un vínculo con el campo y un amor por la naturaleza.

Otra cosa que he aprendido de mi abuelo Julián es a tener siempre abiertos los portones de la casa. Le encantaba ver el corral lleno de gente. Daba igual si eran niños, jóvenes o mayores. ¡¡¡Cuánto le gustaba la gente!!!! Siempre llevaba nueces en el bolsillo para tener un regalito para los más pequeños.

mi abuelo Julián


La hospitalidad también se hereda, nos encanta ver la casa con el ir y venir de la huéspedes, amigos y vecinos. Y muchas veces pensamos en lo que hubiera disfrutado viendo a los niños buscar los huevos en el gallinero, cosechando los tomates o simplemente correteando por el corral. Porque lo único triste de esta historia es que se nos fue cuando apenas quedaba un mes para abrir Casa rural Melones. Aprovechad los que aun tenéis abuelos, no sabéis cómo se les echa de menos.

Seguro que el abuelo Julián estaría muy orgulloso de saber que mi infancia en el pueblo ha servido para crear raíces, las mismas que poco a poco va forjando su bisnieta. También observaría con orgullo que su vieja cuadra es hoy un espacio para el turismo familiar en la Sierra Norte de Madrid donde es escuchan las risas de los niños, donde hay abuelos que juegan con sus nietos.

Fuente: este post proviene de Casa rural Melones, donde puedes consultar el contenido original.
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