Pero hay una realidad detrás del negocio de las flores que está muy lejos de ser periodismo de investigación. Vamos, que te salta en la primera página de una búsqueda de Google, y que vamos a contaros porque hoy se compran muchas rosas y ya está.
Sin politiqueos, que nos conocemos.
¿De dónde proceden las rosas que compramos? Puede ser que nunca nos lleguemos a hacer esta pregunta porque demos por hecho que las flores se cultivan en el mismo lugar donde después se venden.
Pero no es así.
Primero, porque unas margaritas que crecen en Chipiona y se venden en Madrid, han pasado primero necesariamente por el mercado de las flores de Holanda. Holanda importa flores para después exportarlas y este sistema es el que convierte a esta industria en una de las más contaminantes: primero, porque el transporte de flores requiere que se haga en avión, nunca en barco, y con cámaras refrigeradas, por lo que la reducción de CO2 resulta prácticamente imposible. Por otro lado, justifica que el precio del ramo de margaritas producidas en nuestro propio país ascienda a 7??? el ramo.
Aún así, es difícil que esto ocurra. El 50% de la producción mundial la ostenta Kenia, que además es el primer exportador hacia la UE. Alrededor del lago Naivasha, a 90 km de la capital, se despliegan invernaderos dedicados exclusivamente a la producción floral. Sus empleados dedican jornadas interminables a 0,33??? el día. En España, el ramo de rosas no baja de los 30???.
Estas productoras, que siempre habían estado controladas por empresarios holandeses, han pasado recientemente a las nuevas fortunas de la India, pero la suerte de sus trabajadores no ha ido a mejor. Estamos hablando de una industria que envía 1 millón y medio de flores a Europa cada día, y que aduce no tener dinero para dar electricidad a los barrios en los que habitan sus trabajadores. Viviendas cuyo precio se ha descontado de su salario. Las condiciones de salud no son mejores: las flores no tienen que pasar controles de calidad como otros productos comestibles, por lo que los trabajadores conviven con pesticidas en su día a día.
Otra posibilidad, es que procedan de Colombia. En este caso, las condiciones no difieren mucho. La mayoría de trabajadoras son mujeres que desarrollan su labor en lo que prácticamente podría denominarse maquilas, en las que viven prácticamente a disposición y voluntad de sus empleadores.
La siguiente pregunta es ¿Existen sellos de calidad para identificar la procedencia de las flores que compramos?
Aunque se “está trabajando en ello”, y de verdad, es un negocio que da de comer a millones de personas en todo el mundo, por ahora no se puede garantizar que las condiciones laborales de quienes las producen respeten los derechos mínimos de los trabajadores. Pero tristemente, es mejor eso que nada.
Si quieres saber más: Land Quest, La marea, Carrodecombate