Introducción
Un poco de historia natural
Una de las preguntas filosóficas más antiguas y torales hasta nuestros días, ha estado centrada en saber quiénes somos y de dónde venimos los seres humanos. Como aproximación a este tipo de interrogantes, algunas de las ramas de la biología han sido esenciales, pues simultáneamente investigan nuestro entorno y a nosotros mismos en ambientes tanto biológicos como culturales. Dentro de los estudios que se realizan, los que comparan la conducta son particularmente importantes, pues dan pistas sobre las semejanzas y diferencias que tenemos respecto a otros animales en un sinfín de vertientes como la forma de alimentación, la distribución, la reproducción o el cuidado parental, por mencionar algunas. Con relación al cuidado parental, por ejemplo, las pautas que realizan las madres chimpancés hacia sus crías durante sus primeros meses de vida, pueden llegar a ser muy similares a las de una madre humana.
En el caso de los primates, aunque también ocurre en otros grupos de animales, la conducta puede ser modificada tanto por factores ambientales como culturales. En 1982 Richard Dawkins propuso que el comportamiento de los animales puede transformar el ambiente para su beneficio (fenotipo extendido). Él mostró que existen expresiones externas de los genes (fenotipo) relacionadas con algún comportamiento. Por ejemplo, los dientes de los castores les permiten construir presas, así que tanto los dientes como el instinto para construir pueden ser considerados como características fenotípicas. En cambio, el dique creado les permite aumentar las posibilidades de réplica de esos genes en la próxima generación, sobre todo si con ello son capaces de dejar descendencia. Por lo tanto, se puede asumir que el fenotipo extendido se relaciona estrechamente con la selección sexual, pues éste funge como un atributo más en la elección o competencia por obtener una pareja.
Dentro de las aves endémicas del archipiélago de las Galápagos se encuentran los famosos pinzones de Darwin (MARSH, 2015). El amplio registro que tenemos de estas aves a través del tiempo, nos ha permitido entender cuáles son las fuerzas evolutivas que establecieron la diversidad de picos que presentan, lo cual está estrechamente relacionado con las formas de alimentación de este grupo (GRANT,1999). Lo que se ha mostrado es que la variación en los picos fue lo que les permitió aprovechar diferencialmente la variación de los recursos que existen entre las islas (Figura 1).
Experimentos realizados por Peter y Rosemary Grant (2011) recientemente demostraron que las características de los picos no sólo les permiten a las aves de cada isla tener una dieta determinada, sino también esa misma característica les impide alimentar a polluelos con otro tipo de pico. Esta evidencia indica claramente que la selección natural ha favorecido la diversificación del pico. Sin embargo, posteriormente a la acción de la selección natural, otras fuerzas evolutivas pueden actuar sobre esas mismas características. Aunque en estas aves no se ha propuesto que la variación del pico sea un factor que favorezca la especiación debido a la acción selección sexual, si se cumple lo siguiente, esto sería posible. Si se establecen apareamientos entre individuos con formas de pico similares (apareamientos asortativos positivos, HEDRICK, 2011), entonces podríamos esperar que esta atracción diferencial en cada isla reforzara las variaciones típicas de pico en cada isla. Por ello, el cambio en la alimentación no sólo podría afectar la variación en la forma de los picos, sino también la forma de atraer o escoger una pareja.
Así como en los pinzones se favorecieron distintos procesos de diversificación originados inicialmente por la variación en la conducta alimentaria (GRANT, 1999), en el ser humano también han surgido distintas conductas relacionadas con la supervivencia en diferentes ambientes. Una de las más importantes fue la de vivir en grupo, pues a través de ésta se fueron modificando otras como la distribución del trabajo o el cuidado de los hijos. Ya que no sólo somos seres biológicos sino también culturales, los patrones sociales también han sido poderosos agentes de selección capaces de cambiar nuestra conducta en poco tiempo. Es por ese cambio tan rápido en la conducta humana, que un mismo comportamiento puede tener diferentes significados espacio temporales. De tal forma es que algo que nos parece normal en estos momentos, tan sólo hace 50 años podía llegar a ser un verdadero escándalo. Por ejemplo, en 1920 se consideraba inmoral utilizar trajes de baño que mostraran más del 60% de cuerpo, pero actualmente mostrar un poco más de eso no tiene el mismo efecto (Figura 2).
Algo importante de señalar, es que entre las diversas conductas que presentamos, no todas tienen la misma importancia o repercusiones sociales y, por lo mismo, algunas son reguladas mucho más fuertemente que otras. Una vez convertidas en preceptos morales, la mayor parte de las veces estas reglas de comportamiento son bastante rígidas y están basadas en la dualidad de lo que se piensa que es correcto o incorrecto / bueno o malo. Ya que los preceptos morales representan valores profundos de una sociedad, la forma en cómo se han mantenido es diversa. Una manera bastante común de trasmitirlos ha sido heredándolos de una generación a otra sin ninguna reflexión. Así se puede establecer una tradición. Cuando es así, se avalan valores como verdades que muchas veces mantienen preceptos equivocados que no permiten la armonía social. Otras formas como se ha hecho, es mediante imposiciones religiosas, económicas o educativas, las cuales a su vez están estrechamente relacionadas con intereses políticos y económicos. Si el grado de reflexión social sobre los preceptos morales valiera más –por eso es tan importante la reflexión ética–, algunos valores, que tendrían que ser los más justos, deberían permanecer, y otros, en cambio, modificarse o cambiar por completo.
Como bien lo señala Michael Foucault en su libro El uso de los placeres (1984), quizás la conducta más regulada por los preceptos morales sea la sexualidad, incluso mucho más que otras actividades que también son importantes, como la alimentación o la salud. De tal forma, la conducta sexual o sexualidad no solamente ha sido un poderoso mecanismo biológico capaz de producir la diversificación que observamos, sino que socialmente también ha sido modificada por diversos factores, entre los que sobresalen los culturales, los económicos y los políticos.
La sexualidad como precepto moral según Focault
En el mundo occidental, los griegos fueron una de las civilizaciones que tempranamente se abocaron en el estudio de la sexualidad. Prueba de ello se refleja en los registros sistemáticos que dejaron de la antigua Grecia. Los filósofos griegos de esa época planteaban que para que la gente pudiera conocerse a sí misma, debía mantener un equilibrio entre la mente, el cuerpo y el alma; y proponían que el descuido de cualquiera de estos factores podía causar la pérdida de las cualidades esenciales del individuo. De tal forma, por ejemplo, el deportista que sólo cultiva su cuerpo dejando de lado los estudios o la reflexión, tendría un cuerpo sin alma y, por lo tanto, no podría considerarse una persona (FOUCAULT, 1984). Este pueblo, que desde temprano se dedicó a tratar de encontrar la esencia de lo humano, observó que en cada hombre había límites tan claros, que de ser traspasados acarrearían consecuencias graves. Un abuso de la sexualidad se podía traducir en la pérdida de la producción del eyaculado o mucho más grave aún, conducir a la muerte prematura.
Los jóvenes atacados por una pérdida de semen llevan en toda la disposición del cuerpo la huella de la caducidad y de la vejez; se vuelven flojos, sin fuerza, embotados, estúpidos, agobiados, encorvados, incapaces de nada, con tez pálida, blanca, afeminada, sin apetito, sin calor, con los miembros pesados, las piernas entumecidas, una debilidad extrema, en pocas palabras perdidos por completo (FOUCAULT, 1984).
Algunos estudios realizados mucho tiempo después en humanos (FREUND,1963) e incluso en otros grupos muy lejanos, como los insectos (WEDELL et al., 2002), coinciden con algunas de las observaciones de los griegos sobre ejercicio de la sexualidad. En ellos se muestran resultados que indican que los encuentros sexuales constantes tienen importantes costos fisiológicos y otro tipo de repercusiones biológicas. Por ejemplo, al transferir sus gametos directa (eyaculado) o indirectamente (espermatóforos), los machos también mandan sustancias como nutrientes, agua, afrodisiacos o venenos. La cantidad y calidad de ellas influye en el éxito reproductivo masculino, ya que pueden incrementar las probabilidades de fecundación. Por otro lado, para las hembras son igualmente importantes, ya que las utilizan para nutrirse y con ello aumentar las probabilidades de supervivencia de su progenie (DEWSBURY, 1982). Por lo tanto, si aumenta el número de cópulas y se ve afectada la calidad y la cantidad de los gametos junto con las sustancias adicionales, entonces podríamos considerar la producción de éstas como costosa (BOUNDURIANSKY, 2001; WEDELL et al; 2002). Otra variable que también indica costos en la producción del eyaculado es el tiempo que tarda el macho en buscar un nuevo apareamiento (latencia a la cópula). En un experimento con insectos se demostró que conforme aumenta el número de cópulas incrementa el tiempo de la latencia a la cópula (OLIVER y CORDERO 2009).
Como se puede apreciar, los filósofos griegos estudiaron a tal grado la sexualidad, que coinciden con muchos descubrimientos contemporáneos. En algunos casos la llegaron a disectar tan finamente, que crearon términos tan precisos como la aphrodisia para distinguir cosas tan sutiles como los placeres producto del contacto físico respecto a aquellos provenientes de las sensaciones visuales o auditivas. Se proponía que la aphrodisia era una fuerza tan vigorosa como su contraparte, la muerte.
Por lo tanto, no es raro que se considerara que aquellos que fueran capaces de dominar sus instintos sexuales, fueran reconocidos como personas cabales a las que se le asignaba un lugar importante dentro de la sociedad. Al contrario, los que no se lograban controlar, eran sometidos por los primeros. Dado que la sexualidad en la sociedad griega estaba relacionada con valores que reforzaban su control, comúnmente se le asociaba con valores positivos como la virtud, la firmeza del alma y el dominio de sí. Entre los ejemplos que ellos mismos documentaron y que se consideran muestras de ello, se encuentran los siguientes dos (FOUCAULT, 1984): el de Lelio, quien sólo sostuvo una relación sexual y fue cuando desposó a su mujer, y el del joven Cantón, quien también sólo tuvo relaciones una vez que se desposó. Estas conductas que reflejaban el virtuosismo de alguien, ocurrían particularmente entre los hombres, a los cuales se les denominaba como individuos temperantes. Cuando tal virtud existía en una mujer, sencillamente se les adjudicaba a la enseñanza por parte de su esposo o bien a su condición andrógina. Así, los hombres se fueron convirtiendo en los verdaderos temperantes y en cambio las mujeres, los niños, los jóvenes y los esclavos en los intemperantes, condición que los obligaba a ser guiados y recibir órdenes. Obviamente con el tiempo, la regulación de la conducta sexual derivó, como es de esperarse, en una sociedad de gobernantes y gobernados.
Otro ejemplo que está relacionado con el estudio y la posterior regulación de la sexualidad es el del médico griego Areteo de Capadocia, quien planteó que uno de los alimentos afrodisiacos más sencillos eran el vino y la carne, ya que excitan los nervios, relajan el alma, reaniman la voluptuosidad, forman esperma y estimulan la urgencia sexual. Sin embargo, también reforzó el temor de la sexualidad propagando ideas de que la mejor forma de hacerse daño era sucumbiendo a sus impulsos (FOUCAULT, 1984).
Conforme fue pasando el tiempo, otros actores sociales, entre los que destacan la medicina, la religión, la educación y la política, se fueron sumando a la regulación, pero de una forma distinta. Por ejemplo, durante el mandato de la Reina Victoria, ya en plena revolución industrial, se consideraba seriamente que el mantenerse ocupado en relaciones sexuales representaba, laboralmente hablando, pérdidas importantes de tiempo y por lo tanto, en menoscabos económicos que no se podían permitir. Tal vez por ello, durante este periodo, se retomaron con gran fuerza ciertas ideas de los griegos, como la temperanza, pero como veremos enseguida, bajo un ámbito histórico completamente distinto.
Durante este periodo, que se considera como un gran parteaguas en la historia del mundo occidental, se manifestaron grandes cambios tecnológicos, económicos y sociales. Sin embargo, para que ello fuera posible, fue necesario que en poco tiempo se modificaran todos los aspectos de la vida, pues ahora ésta regiría cada vez más por factores económicos. Como bien habían observado los griegos, la sexualidad es uno de los grandes placeres del ser humano y como placer, la gente ocupaba parte de su tiempo en ello. Sin embargo, como esa actividad iba en contra de la productividad masiva que era necesaria para que se diera un cambio de régimen feudal a uno industrial, desde la política se fue favoreciendo su regulación. De tal forma se comenzaron a realizar una gran cantidad estudios médicos que llegaron a culminar en distintas formas de coerción sexual. Mediante el uso de herramientas estadísticas, por ejemplo, la medicina describió la sexualidad en términos de lo que se consideraba normal y lo que no. A la par, la iglesia católica, que tenía una enorme influencia en gran parte de la población, se encargaba de diseñar y aplicar grandes cuestionarios a sus feligreses con el objetivo de conocer sus más íntimos secretos. Ello no solamente los ayudó a mantener sus propios intereses políticos, sino también a ser cada vez más cercanos al ejercicio del poder del propio estado. Por su lado, la enseñanza dentro de las escuelas jugó también un papel muy relevante, pues fue la encargada de reforzar las ideas de la iglesia y la medicina.
Marte & Venus: "Alegoría de la Paz". Autor: Louis Jean François Lagrenée.
A través de esos mecanismos de control masivo, el estado, o mejor dicho el imperio, reforzaba el control político desde diferentes ámbitos. Estas acciones fueron tan contundentes, que tan sólo en los cuarenta años que gobernó la Reina Victoria, derivaron en algunas de las ideas que fueron permeando con amplitud la moralidad incluso de la época contemporánea. Un ejemplo clásico es la concepción de que la única forma de sexualidad aceptable es la que ocurre en el lecho matrimonial y con el único fin de la procreación (FOUCAULT, 1984). El impacto de estas ideas fue tan grande, que también permeó la ciencia de esa época y posteriormente otras áreas del conocimiento. Un ejemplo que podría ilustrarlo, es el de la teoría de la selección sexual propuesta por Darwin (1872). En ésta, Darwin explicó por qué algunas características de los organismos, a pesar de ser muy vistosas y costosas para sus portadores, como el plumaje de las aves, son capaces de mantenerse.
Conclusiones
El razonamiento es el siguiente. La coloración y el brillo del plumaje de un ave depende del estado de salud del individuo que lo porta, y se relaciona entre otras con la alimentación, las enfermedades o el parasitismo. La coloración hace que un ave sea más visible para sus depredadores, pero también le permite atraer a una pareja. Entonces, conseguir una pareja compensa los costos de mantener características que podrían alertar a sus depredadores. A pesar de que esa idea es cierta, se ha asociado a otra, la cual propone que un individuo atrae a otro, exclusivamente del sexo opuesto, para dejar descendientes. Aunque ésta siga vigente en algunos ámbitos, incluido el académico, parte de la evidencia actual la cuestiona, pues considera que no permite explicar ninguna de las conductas sexuales no reproductivas que han evolucionado tanto en los humanos como en otros animales y que son fácilmente reconocibles (BAGEMIHL, 1999).
Dado que la sexualidad es algo que se ha seguido regulando, muchas de las disciplinas que originalmente se encargaban de ello se fueron institucionalizando. Por ejemplo, la medicina creó los hospitales psiquiátricos, nuevos centros en donde se reforzaron ciertos estigmas sexuales. De tal forma, en esos lugares las mujeres eran tratadas como enfermas de histeria (BREUER, JOSEF y FREUD, 1895), mientras que las personas homosexuales eran enderezadas por medio de prácticas cuestionables desde una visión bioética moderna. Aunque esto parezca lejano, apenas en 1973 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA por sus siglas en inglés) eliminó la homosexualidad del Manual de Diagnóstico de los trastornos mentales; en 1974 la estableció como desorden de la orientación sexual y no es sino hasta 1990 que la Organización Mundial de la Salud la suprimió del listado de trastornos mentales. Posterior a ello, varias legislaciones mundiales tratan de redimir las acciones discriminatorias hacia personas homosexuales mediante la promulgación de leyes. Por otro lado, la APA en el 2000 firmó una declaración donde indica que no hay terapia que modifique la sexualidad y por lo tanto la homosexualidad no tiene tratamiento psiquiátrico.
Recientemente (CNN, 2013), las declaraciones del Papa Francisco mostraron una iglesia católica menos severa y perseguidora de la conducta homosexual. Es decir, la misma conducta sexual se comenzó a percibir de diferente manera y eso propició la apertura de algunos espacios de tolerancia, aunque no necesariamente de respeto, pues en el fondo siguen siendo lugares confinados en los que se identifican ciertas conductas de una manera que no se hace con otras. Y aunque sí ha habido una apertura, en muchos casos parece ser más el producto de los nuevos intereses económicos, que del entendimiento y la aceptación de nuestra amplia diversidad sexual. Una muestra clara de ello se desprende del análisis de varios medios periodísticos que se han acercado al tema. En la mayoría, por ejemplo, se reconoce abiertamente que los grupos de personas homosexuales representan una fuente de mercado que puede dejar un derrame económico entre un 15% a un 20% mayor que el de las parejas heterosexuales que tienen hijos (TORRES, 2007; INCLÁN 2014).
Ante esto cabe preguntarse, ¿será que somos más reflexivos y comprendemos mejor nuestra diversidad sexual, o aparentamos ser más abiertos porque existe un interés económico? Ya estamos en otro siglo y es hora de plantear nuevas ideas que enriquezcan el entendimiento de nuestra amplia conducta sexual. Como especie, los humanos seguimos cambiando, nunca somos los mismos. Por lo tanto, para seguir construyendo nuestra propia historia de la sexualidad es necesario integrar simultáneamente nuestra evolución biológica con la cultural. Si lo logramos, entonces podremos conocernos, reconocernos y disfrutarnos abiertamente como los seres sexuales que también somos. Finalmente, cabe resaltar que una parte importante de nuestra arquitectura social depende de ello.
Bibliografía
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