Varios países de la Unión Europea apuestan a esta calificación, la de otorgarles un bono verde a la energía nuclear y el gas natural.
Existe una serie de intereses económicos que redundan en lo social y que están presionando por esta etiqueta, pese a que los grupos ecologistas están en completo desacuerdo de que se incluyan dentro del grupo de tecnologías verdes.
El bono verde está dentro de la taxonomía de las llamadas finanzas sostenibles y se ha implementado en la Unión Europea con el fin de darle prioridad y ventajas fiscales a las inversiones que realiza el sector privado en áreas “claramente determinadas” dentro de esta clasificación.
Esto significa que las actividades económicas que entran como “verdes en esta taxonomía, se refiere a aquellas contribuyen a una economía circular, y dentro de la política de la Unión a la mitigación del calentamiento global y uso sostenibles de los recursos naturales.
Por lo tanto, estas actividades verdes deben contribuir a la prevención de la contaminación ambiental y a la protección de los ecosistemas.
Alemania opta por el gas natural sobre la energía nuclear
Francia encabeza el grupo de países que están resteados con la energía nuclear presentándola como un camino hacia la transición ecológica. Por otra parte, están el grupo de países que abandera Alemania, quienes apuestan por la inclusión del gas natural.
Los alemanes han ido progresivamente eliminando su dependencia de la energía nuclear hasta que el próximo 2022 ya estén libres de ella.
Pero ello implica su completo reemplazo por el gas natural, y de allí el interés vital en la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream 2, el cual duplicaría el envío de gas natural desde Rusia.
Los grupos ecologistas se oponen a tales inclusiones, pues según ellos, se desvirtúa el sentido real de la taxonomía por no considerar estos tipos de tecnología verdaderamente amigables al medio ambiente, poniendo en riesgo el alcance de la ansiada neutralidad climática.
La energía nuclear tiene como principal problema el almacenamiento a largo plazo de residuos radioactivos; por otra parte, las centrales productoras de gas emiten dióxido de carbono, aunque en mucha menor proporción que el carbón.
Tanto el gas natural como la energía nuclear habían quedado temporalmente fuera del alcance de las finanzas verdes y se les consideró como fuentes energéticas de transición hacia la descarbonización.
Las presiones no han cesado y los avances sobre posibles acuerdos favorables en este sentido han sido fuertes, por lo que el Consejo de Bruselas está considerando seriamente etiquetar ambas fuentes de energía como “verdes.
A estas alturas, se considera que la decisión es inevitable, pues ya existe un consenso mayoritario de países. También puede ocurrir que mediante un nuevo artilugio se cree una clasificación paralela que facilite la inclusión y deje satisfecha a todas las partes.