¡Por fin es viernes! ¡Qué alegría! A todos nos encantan los viernes, niños y adultos por igual. El lunes es deprimente y parece que la semana nunca va a terminar. El jueves ya vemos la luz al final del túnel. Y, por fin, cuando llega el viernes experimentamos esa alegre liberación: El ansiado fin de semana. Luego, el sábado pasa volando y el domingo ya viene con ese aire de funesta anticipación por el temido lunes. Este es nuestro ciclo semanal, un patrón repetimos semana tras semana hasta que nos jubilamos.
Esta cultura del fin de semana enmascara un mensaje clarísimo: Lo que hacemos de lunes a viernes no nos hace felices. Pero necesitamos hacerlo para obtener nuestros sueldos y poder vivir en casas más grandes, tener más coches, más ropa, más aparatos electrónicos y… ser más felices.
La eterna cuenta atrás
En el trabajo, miramos el reloj con frecuencia: “¡Ya son casi las 17:00 h!”, “Uf, solo son las 14:00 h, ¿cómo es posible?”, “¡Ánimo, Juanito, que solo te queda una hora!“. Podría decirse que vivimos en una cuenta atrás constante: esperando la hora de salir, esperando el fin de semana, deseando alejarnos de esta actividad en la que nos vemos obligados a pasar el día y poder volver a casa donde por fin haremos lo que queremos.
Durante el día se te ocurren miles de cosas que te gustaría hacer: organizar el armario, escribir un poema, meditar, hacer ejercicio, hacer ese proyecto de bricolaje que llevas tiempo pensando, investigar técnicas de jardinería, hacerle un rascador casero a tu gato… Tienes tablones y tablones en Pinterest con proyectos DIY. En cuanto salgas del trabajo estarás listo para zambullirte de lleno en todos esos proyectos… ¿no es así? Ánimo que ya solo queda una hora.
Pero en verdad no es así. En cuanto salimos del trabajo, con frecuencia, estamos demasiado cansados como para zambullirnos en nada. Como mucho, ver un capítulo de Dexter mientras cenamos o navegar la red ociosamente para distraernos con estímulos fáciles y rápidos.
¿Y qué pasa cuando llega el fin de semana? Todo está concentrado en el mítico fin de semana: la limpieza de la casa, la compra de la semana, ver a los amigos y a la familia, hacer todos tus proyectos personales y, sobre todo, relajarte y desconectar.
El engaño de las vacaciones
Las vacaciones: Esos 15 días en los que puedes relajarte sin preocuparte por la necesidad del trabajo. En esos 15 días la presión por alejarse de la rutina es tan grande que, con frecuencia, acabamos pasando nuestras vacaciones yendo arriba y abajo a toda prisa. Conozco personas que incluso recorren países enteros en 15 días. A toda leche y sin pasar más de dos noches en una misma ciudad.
En agosto y septiembre, las playas están abarrotadas de bañistas que disfrutan de sus 15 días anuales pagando precios de temporada alta. Pero, claro, son Las Vacaciones: La gran recompensa por la que llevamos todo el año trabajando. 15 días en los que apenas da tiempo a nada y que pasan volando. Dos semanas en un año entero de esperar a que llegue el fin de semana.
La jornada laboral no te deja usar tu tiempo de forma eficiente
Estructurar nuestras vidas alrededor de un trabajo a jornada completa nos impide también realizar nuestras tareas de forma eficiente. Por ejemplo, nos vemos obligados a ir a la compra cuando todo el mundo va, por lo tanto hacemos grandes colas. Si has ido a IKEA algún fin de semana no hace falta que te diga nada más. Trámites burocráticos, asuntos en el banco, recogidas en Correos, visitas con el médico… Hasta el veterinario tiene un horario prácticamente incompatible con la jornada laboral. No son pocas las veces que he tenido que pedir horas libres (y luego recuperarlas) para hacer cualquiera de estas tareas.
Incluso las ansiadas vacaciones: nos vemos obligados a viajar en temporada alta, cuando los precios son más altos.
La vida es para vivirla, no para esperar a que pase el tiempo
Cuando nos dimos cuenta de que esta es nuestra vida y de que nada va a cambiar hasta que nos jubilemos, decidimos actuar. Vivir de forma frugal y minimalista nos está ayudando a romper con este ciclo y estamos convencidos de que tú puedes hacer lo mismo. A fin de cuentas, la vida está para vivirla, ¿qué sentido tiene vivir deseando que pase el tiempo?
Nuestro objetivo es ahorrar lo suficiente como para poder liberarnos de las cadenas de la jornada laboral. Eso no significa simplemente dejar de trabajar y no ganar más dinero, sino tener la comodiad económica necesaria como para trabajar solo bajo nuestras condiciones. En mi caso, solo quiero hacer trabajos que pueda realizar desde casa (o desde donde me apetezca) sin tener que seguir un horario y haciendo algo que me motive como traducir o escribir.
Aunque ahora vivimos atrapados en las garras de los horarios corporativos, lo hacemos con la motivación de adquirir nuestra libertad y dejar de vivir para el fin de semana. En lugar de eso, queremos que cada día sea emocionante y podamos dedicarlo a todos aquellos proyectos que nos interesan.
Y tú, ¿también vives para el fin de semana?
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