Un día como hoy, domingo de carnaval, en el Patones de hace unas décadas daba comienzo el carnaval. Los tres días de carnaval transcurrían entre cencerros, máscaros y risas.
Días antes se preparaba una vaquilla para los mozos y otra para los chicos. A un armazón con cuernos de vaca se le decoraba con telas y lazos de vivos colores.
Vaquillas de los niños
Por las tardes salía la vaquilla por el pueblo acompañada de mozos con cencerros. También se subía hasta el collado de la Melona, más arriba del cementerio y por las almenaras del canal del Jarama que hay cerca del “alto la bola”.
Vaquilla y niños con cencerros
Pero los que verdaderamente amenizaban las fiestas eran los máscaros. Hombres y mujeres disfrazados con lo que tenían en casa (monos, medias, harapos) que solían hacer bromas a sus familiares y amigos o que trataban de meter miedo a los transeúntes.
El martes de carnaval terminaban las celebraciones. Un vecino disparaba unos tiros al aire representando “la muerte de la vaca”. Se bebía entonces mucho vino y se decía que era la sangre de la vaca.
Se iba entonces casa por casa pidiendo la sangre de la vaca y los vecinos daban algún alimento que tuvieran en casa con los después se preparaba una merienda.
En el carnaval de hoy en día se hace un baile en el salón del pueblo en el que entre disfraces de raso se cuela algún que otro máscaro. La vaquilla lleva años sin celebrarse pero quienes quieran descubrir cómo se hacía antaño puede acercarse a algunos pueblos de la sierra norte donde todavía hoy en día se festeja.
Vaquilla en Canencia
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