En el verano de 2015, la muerte del león Cecil acaparó los noticiarios. La caza deportiva no es un asunto baladí, pero Panthera leo afronta problemas más graves que los cazadores pudientes armados con rifles de gran calibre. Catalogado como especie en peligro, el león está acosado por varias causas, entre ellas la regresión del hábitat, la disminución de presas, la represalia por haber matado (real o supuestamente) reses y personas, y la caza furtiva para elaborar remedios tradicionales. En África ha quedado relegado a solo el 17 por ciento de su antigua área de distribución, con una sola población vestigial fuera del continente, en India. Nuevas investigaciones revelan que, a pesar de este panorama funesto, está logrando prosperar en algunos lugares. Pero esos éxitos esperanzadores no son tan sencillos como pueda parecer a primera vista, y el porvenir venturoso del león africano no tendrá un costo módico.
Pese a lo bien estudiado que ha sido el rey de la selva, la mayoría de los estudios han versado en torno a poblaciones aisladas y no a la especie entera, que hoy se reduce a unos escasos 20.000 individuos. Tras reunir los datos, los expertos disponen ahora de una visión de conjunto de la situación del carnívoro emblemático de África. En el último estudio de este tipo, un grupo dirigido por Hans Bauer, zoólogo de la Universidad de Oxford, ha compilado los datos de estudios realizados en los últimos veinte años en 47 poblaciones de leones. Se ha comprobado así que, de las nueve poblaciones de África occidental, todas salvo una están en declive (y dos de ellas podrían haber desaparecido ya). En África oriental tampoco gozan de una situación mucho mejor; la población del Serengueti es el único gran grupo que muestra una tendencia positiva. Según el análisis más prudente, la población del oeste del continente tiene una probabilidad del 67 por ciento de quedar reducida a la mitad en veinte años, mientras que en el este esa probabilidad ronda el 37 por ciento.
Pero el estudio arrojó también una brizna de esperanza: la mayoría de los leones del sur de África están en auge y "tienen muchas posibilidades de perdurar", según el experto de la Universidad de Minnesota Craig Packer, que supervisó el estudio, recientemente publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences. ¿Por qué? Porque habitan en desiertos tan remotos e inhóspitos que el ser humano no supone una amenaza, o bien viven en parques y reservas cercados.
Hasta las pequeñas reservas valladas tienen valor para la conservación, opina Peter A. Lindsey, investigador de la organización conservacionista Panthera y ajeno al estudio: "Todo terreno protegido cuenta para la conservación. Cuantos más, mejor". Las cercas aseguran la supervivencia de los leones y de otra fauna en zonas donde sería imposible mantener grandes mamíferos en plena libertad, pues evitan el conflicto con los humanos, con su ganado y con sus cultivos. En muchos lugares, las organizaciones conservacionistas pueden trabajar en la recuperación de la fauna únicamente porque han convencido a los lugareños de que las barreras garantizarán su seguridad.
Sin embargo, no todos los biólogos ven en las cercas la salvación de los leones. Bauer y sus colaboradores advirtieron en su estudio de que "la contribución de los leones confinados a la funcionalidad del ecosistema es limitada". ¿El vallado no convertirá un paraje en poco más que en un zoológico con pretensiones, y a los leones en una costosa atracción turística?
Si el área cercada es vasta —el Parque Nacional Kruger de Sudáfrica, vallado en su mayor parte, tiene una extensión similar a la provincia de Badajoz—, los leones siguen cumpliendo su papel de superdepredador y regulan el ecosistema controlando las manadas de antílopes, búfalos y otros ungulados, lo que a su vez ayuda a conservar las comunidades vegetales. A pesar de los límites artificiales, Packer asegura que nadie duda de que Kruger es un auténtico ecosistema, donde se producen procesos ecológicos genuinos.
Pero la mayoría de las zonas cercadas son bastante más reducidas. "Si se encierra fauna en un terreno pequeño, hay que gestionarla intensamente, porque la dinámica de la población parece desmadrarse. Y no acabamos de entender por qué", advierte Lindsey. La "gestión intensa" puede consistir en la implantación de anticonceptivos hormonales en algunas hembras para evitar la superpoblación, o la captura y el traslado de individuos a otras reservas para enriquecer la diversidad genética. Si no afluye con periodicidad sangre nueva a las manadas pequeñas, estas corren el peligro de sufrir los efectos de la consanguineidad y quedar condenadas a la desaparición.
Ese tipo de intervenciones ayudan, pero no son la panacea. "Es preciso conciliar las necesidades de la especie con nuestras prioridades y las de las comunidades locales", afirma el investigador del Instituto de Zoología Andrew Jacobson. La valla no resultaría práctica, por ejemplo, en lugares donde impidiera las migraciones de la fauna, como la del ñu, que cada año atraviesa el Serengueti en busca de las lluvias.
Los especialistas disienten en la utilidad de las rejas, pero en lo que sí coinciden casi todos es que el porvenir del león en África depende más de los dólares que de los cercados. Numerosos parques y reservas del continente languidecen por la escasez crónica de fondos. Según un análisis realizado por Packer en 2013, es más barato mantener leones en reservas cercadas a razón de unos 500 dólares por kilómetro cuadrado (sin contabilizar el alto coste de la instalación) que en las zonas sin vallar, donde 2 mil dólares solo llegan para mantener la población a la mitad de su densidad potencial. Pero un análisis de Scott Creel, de la Universidad de Montana, concluyó que, teniendo en cuenta el gasto que supone, invertir en las zonas sin vallar ayuda a un mayor número de leones.
Si los administradores de África contaran con tanta financiación como el Parque Nacional de Yellowstone, unos 4 mil 100 dólares por kilómetro cuadrado, podrían permitirse el lujo de acoger una población media de leones no cautivos de unos dos tercios de su dimensión potencial, mejor que la situación actual. A pesar de la utilidad del ecoturismo y de la caza deportiva para la conservación del león en general, el porcentaje de los ingresos que llega a manos de los gestores de fauna es escaso.
En aquellos lugares donde la ecología hace desaconsejable el vallado, la financiación resulta esencial para ofrecer incentivos que compensen a los pobladores por el coste de la coexistencia con los grandes carnívoros, como la pérdida de ganado a manos de los felinos hambrientos o dejar de pastar en terrenos protegidos. No hay que olvidar que, si el ganado de la población humana en auge sigue creciendo a expensas de las presas naturales, los leones no tendrán más remedio que atacar a los rebaños. Ello, a su vez, puede dar pie a más represalias, y el felino quedará entre la espada y la pared: será víctima del enfrentamiento directo con el hombre y de la escasez de alimento. Las vallas serán beneficiosas para algunos ecosistemas, mientras que en otros casos se deberá recurrir a proyectos de compensación que mitiguen el conflicto, pero, sea cual sea la solución, conllevará un elevado coste.
Así las cosas, los últimos avances ofrecen un camino a seguir: los leones aún tienen cabida en África por mucho tiempo en tanto la comunidad internacional esté dispuesta a sufragarlo. "Si se puede aumentar la financiación de las zonas protegidas, no hay ningún motivo para que las zonas protegidas no puedan acoger muchos más leones", concluye Lindsey.
Fuente: Scientific American / Jason G. Goldman