Los 7 errores que te impiden llevar una dieta sostenible

Cosas ricas...
Cosas ricas...

Cuando nos proponemos cosas como puede ser llevar una alimentación más sostenible, solo un 8% de nosotros consigue su objetivo y un 24% ni siquiera lo intenta, se queda solamente en las intenciones.*

¿Qué pasa con esto? ¿Somos unos fracasados? ¿Unos inútiles? ¿Unos vagos? ¿Qué hay detrás de un porcentaje de éxito tan pequeño?

Puede llegar a ser muy frustrante. Te marcas una fecha, tienes en tu cabeza los cambios que vas a hacer y comienzas con toda la fuerza del mundo. A los pocos días el entusiasmo va bajando, y cuando quieres darte cuenta, has vuelto a las andadas. Te descubres metiéndote entre pecho y espalda esa porquería que juraste no volver a comer. ¿¡Cómo no!? Si es que el mundo está en tu contra y frustran todos tus intentos de comer mejor. Hasta sientes que tu familia y amigos te ponen la zancanilla cada vez que vas a dar un paso. Te rindes y es normal. ¿Pero por qué nos sucede esto?

He estado indagando un poco en cuales son los factores que nos influyen a la hora de llevar una dieta más sostenible y saludable, y cuáles son los errores que cometemos para que al final todo termine en una serie de catastróficas desdichas. Y los he resumido en.

 

Los 7 errores que no te dejan llevar una dieta sostenible:



1. Nos falta conocimiento y nos perdemos en la confusión.

Por desgracia hay conocimiento bastante limitado acerca de qué es sostenible y qué no lo es. Hay mucha diferencia entre lo que unas personas y otras consideran sostenible. Existe cierta preocupación por la salud y por el medio ambiente pero reina una gran confusión a la hora de elegir productos.

Por otra parte, a medida que aumenta el nivel de conocimiento y la conciencia, nos fiamos menos de la información que nos proporcionan y no nos creemos lo que nos cuentan. Es normal, hemos visto que lo que hoy era blanco, mañana es negro, y que las empresas han tratado de engañarnos muchas veces para vender más. Al final no sabemos en quien confiar y los términos “orgánico”, “natural”, “biológico”, etc., no nos dicen gran cosa. Y esa locura de las etiquetas En fin ¿Cómo no tirar la toalla antes de empezar?



2. Defendemos nuestras cuestiones culturales a capa y espada.

El cambio de los modelos de consumo es un proceso cultural que requiere tiempo. Hay ciertas culturas en las que la carne es la base fundamental de la dieta e incluso se considera una parte esencial de la cultura gastronómica de ciertas regiones. Cambiar el pensamiento que se ha mantenido durante generaciones no es algo que vaya a ocurrir de la noche a la mañana.

 

3. Nos aferramos a nuestros hábitos.

¡Ay, los hábitos! Qué haríamos sin ellos y cuantas cosas hacemos por su culpa El cambio de hábitos es uno de los mayores obstáculos a los que nos enfrentamos ante cualquier cosa nueva que queramos incluir en nuestra vida cotidiana, y cuando hablamos de cambiar lo que comemos y como lo hacemos, son palabras mayores. Incluso cuando adquirimos todo el conocimiento que necesitamos y tenemos una motivación fuerte, cambiar los hábitos nos cuesta horrores. Y es que para bien o para mal, somos animales de costumbres. Hacemos muchas de nuestras elecciones basándonos en ellas, es normal, nos ahorra el terrible esfuerzo de tener que pensar (¡Qué horror!) e invertimos menos tiempo.

Pero si yo he conseguido habituarme a la imposible tarea de comprobar que he cerrado el coche cada vez que me apeo de él, no está todo perdido

4. Pensamos que comer sostenible es caro.

La pela es la pela, y no estamos dispuestos a dejarnos un céntimo de más por alimentarnos de manera sostenible, aunque digamos lo contrario. ¡Cómo no! Con los tiempos que corren

¿Pero realmente es más caro llevar una dieta pensando en la sostenibilidad? Tenemos la creencia que una alimentación saludable y sostenible tiene un coste mayor, ya que los alimentos hipercalóricos tienen un precio de ganga en muchas ocasiones. Pero la realidad es que si disminuimos la cantidad de proteína animal que consumimos, y la sustituimos por vegetales, no solo no estaremos gastando más, si no que es muy probable que consigamos ahorrar. ¿O me vas a decir que cuestan lo mismo las verduras que los filetes? Y no se termina malnutrido

5. Nos cuesta encontrar productos sostenibles.

O eso decimos, quizás un poco como excusa, quizás un poco por desinformación. Pero la verdad es que los productos sanos y sostenibles están fácilmente a nuestro alcance. Solo tenemos que saltar un obstáculo: la gran cantidad de productos malos para nuestra salud y medio ambiente, que vienen envasados de forma muy sexy y que nos guiñan el ojo desde el estante. Una vez saltada esa barrera, empezamos a ver todo lo demás.

6. Le echamos la culpa a la falta de tiempo.

Otra creencia que tenemos por ahí es que una dieta sostenible requiere por nuestra parte mucho más tiempo, ya que hay que planificar, preparar y cocinar. ¿Y cómo vamos a hacer eso si siempre tenemos prisa y nos venden la comida en bandejas de calentar y listo? En último caso, llamamos al chino o pedimos algo por internet mientras invertimos nuestro valioso tiempo en cosas productivas, como las redes sociales. ¡Bien hecho!

Debemos replantearnos nuestras prioridades, y comer bien y con calma debería ser una de ellas.

 

7. No tenemos un plan o unas pautas claras a seguir.

Y por último, la causa de casi todos los fracasos es la falta de un plan o al menos de un camino más o menos marcado por el que seguir sin desviarnos. Pensamos que lo tenemos muy claro todo, pero a la mínima nos asaltan las dudas. Llegados a ese punto lo más sencillo es no complicarnos y tirar de hábitos, así que vuelta a las andadas. Quizás te parezca una tontería, pero esta es una de las razones más importantes por las que no conseguimos lo que nos proponemos y tiramos la toalla a la primera de cambio.

 

Quizás hayas reconocido en ti alguno de estos errores. Si lo que quieres es no volver a cometerlos, presta atención al próximo post, porque será una continuación de este.

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*Datos extraídos de aquí y de aquí.


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Fuente: este post proviene de Hay Eco, donde puedes consultar el contenido original.
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