La noticia me entusiasmó no sólo porque las y las asistentes debían vestir de esta manera (que también), sino por la repercusión mediática que esto podía suponer y porque la conversación de la necesidad de una moda más ética y sostenible había llegado nada más y nada menos que a la alfombra roja (que por cierto este año ha sido, por primera vez tras 94 ediciones, color champán, para facilitar la transición estética entre el día y la noche en la que conviven los premios). Además, “si el star system mundial viste sostenible”, pensé yo, “todo el mundo querrá vestir sostenible a partir de ahora”.
Mi gozo en un pozo.
Al menos eso es lo que parece a dos días de la celebración. Y es que googlee lo que googlee, no encuentro prácticamente ninguna mención al auge de la sostenibilidad en la entrega de este año. Es más, me da incluso la sensación que en la presente edición la sostenibilidad ha tenido menos repercusión que nunca. Por supuesto, y como ya es habitual, las más activistas se han atrevido a repetir outfit o han tirado de vintage.
En Fashionista encuentro una recopilación bastante interesante de las propuestas de segunda mano” (véase que va entrecomillado porque dudo mucho que hayan salido de un Humana) de la entrega de los premios Óscar 2023: en primera posición encontramos a Cate Blanchett con el outfit recuperado y customizado de los archivos de Louis Vuitton (recordemos que la actriz ha declarado que durante toda esa temporada de premios no vestirá ninguna propuesta nueva); seguida de unas pocas creaciones catalogadas de vintage, únicamente por pertenecer a colecciones pasadas, lucidas en la gala por actrices como Rooney Mara, Vanessa Hudgens,Winnie Harlow. También en la gala se pudo ver alguna apuesta por diseñadoras sostenibles, como el Gabriela Hearst de Olivia Wilde. Y aunque no fuera en la gala, también merece ser destacada la apuesta de Kendall Jenner, Kerry Washington, Kelsey Asbille, Eve Jobs y Camille Rowe luciendo putfits vintage en la fiesta post óscar que dio Vanity Fair. Punto extra para Blanchet y Mara que, además, decidieron mantener el mismo outfit que llevaron en la gala.
Seguramente, espero, muchas otras y algún que otro (ten en cuenta que el Teatro Dolby tiene capacidad para 3.400 personas) habrá tirado de diseños realizados con materiales ecológicos o reciclados, propuestas que cuentan con sellos y certificados relacionados con la sostenibilidad ambiental o social y complementos de segunda mano. En Tatler, por ejemplo, leo que la actriz estadounidense Chloe East eligió un vestido de Monique Lhuillier confeccionado con tencel combinado con telas procedentes de restos de stocks; y que la actriz Bailey Bass lució un vestido de alta costura de Zac Posen elaborado también con tencel y que complementaba con unos diamantes cultivados en laboratorio. También en el Instagram de RCGD Global comparten el outfit de Janet Yang, la actual presidenta de la Academy of Motion Picture Arts and Sciences, que viste un maravilllo vestido de Le Thanh Hoa, una dieñadora independiente vietnamita, combinado con unos zapatos veganos de O2 y un bolso artesanal; y el outfit de Zoe Saldaña, que apareció enfundada en una creación inspirada en la lencería de Fendi que, al parecer, estaba realizada con prendas de archivo y tejidos biodegradables. Y especial mención a su clutch de Tyler Ellis creado por artesanas, y a la joyería vintage que acababa de elevar el outfit.
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Pero ciertamente, creo que la moda sostenible ha perdido una oportunidad de oro para mediatizar todas estas iniciativas de moda sostenible y las seguramente muchas otras que han pasado desapercibidas. Yo, si fuera Samata Pattinson, CEO de RCGD Global y autora de la Guía “Greening the Red Carpet” hubiera, por ejemplo, habilitado un espacio físico o virtual en el que cada invitada y cada invitado pudiera hacer gala de aquellas prendas que se adaptaban al dress code propuesto para el evento y así dar mucha más visibilidad a la iniciativa. O incluso, crear una estatuilla verde para premiar al outfit más sostenible. ¿Te imaginas?
Mientras sigo soñando, te invito a echarle un vistazo el dress code de la soñada Red Carpet Sostenible, que en su versión extendida cuenta con 23 páginas en las que se detalla punto por punto qué se entiende por un outfit sostenible. Bastante interesante. Y aquí debajo te facilito la versión resumida y a la que quiero pensar que por lo menos han tenido acceso todos los invitados e invitadas y, deseo, una buena parte de ellas hayan leído.
Seguimos. O empezamos.