En 1989 el Protocolo de Montreal entraba en vigor para reducir la producción y, por tanto, el consumo y emisión de sustancias como los gases CFC y los halones, principales destructores de la Capa de Ozono, el escudo natural de la Tierra que sirve de filtro de la radiación ultravioleta.
Desde el inicio de los años 80 que se generalizó el uso de esas sustancias en refrigeradores, atomizadores o equipos de extinción de incendios, entre otros, comenzó a crecer un agujero en esta capa a pasos agigantados, y ello llevó a que el tratado se tuviera que firmar con premura a finales de esa década. De no haberse tomado estas medidas, estos gases y sustancias nocivas podrían haberse multiplicado por 10 para la mitad del siglo XXI, lo que hubiese supuesto una destrucción devastadora de la Capa de Ozono.
Una evaluación realizada en los últimos 4 años avalada por la Organización Mundial de la Metereología y por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) ha detectado que esas medidas tomadas en su día en el Protocolo de Montreal han sido positivas para la Capa de Ozono: en el año 2000 paró su reducción y ahora parece que se estaría recuperando, aunque aún el agujero en la capa sigue siendo evidente en la Antártida puesto que aún siguen acumulados gases de los emitidos en décadas anteriores.
El hecho de que la Capa de Ozono no siguiese reduciéndose tras el Protocolo de 1989 ha supuesto ventajas tales como la posible reducción de 2 millones de casos al año de cáncer de piel desde entonces hasta el 2030, así como de innumerables problemas oculares y daños más graves de los que ya existen actualmente sobre la fauna y la flora.
Actualmente la vista hay que ponerla en gases como el dióxido de carbono, metano y óxido nitroso que producen un enorme efecto invernadero. Una vez que se comienza a pensar en la posibilidad de la recuperación de la Capa de Ozono, el reto del siglo XXI es acabar o reducir ese efecto invernadero, necesario para mantener una temperatura adecuada para permitir la vida en la Tierra, pero que en concentraciones extremas supone un aumento de la temperatura terrestre cada año con consecuencias variadas como el deshielo de los polos, la subida del nivel de mares y océanos y el desarrollo de cambios climáticos extremos.
¿Habías oído hablar de la recuperación de la Capa de Ozono?
Fuente: Efeverde.com
Imágenes: primera, NASA Goddard Space Flight Center/Flickr; segunda, Zach Dischner/Flickr; tercera, Bob Jagendorf/Flickr