La cita es a las 15:00 en el restaurante, una estupenda trattoria italiana llamada Acqua in Bocca, con una pequeña pero coqueta terracita exterior que aprovechamos bastante antes, durante y después de la propia comida. No son ni las 14:30 cuando aparezco en ella y ¡hala! ya están allí muchos asistentes: a eso se le llama puntualidad.
Qué gusto saludar a padrinos e invitados. A algunos hacía mucho que no veía, y a otros que sí, que son asiduos, pero que viven fuera de Madrid (qué pena los que no pudieron venir). Con una bebida en la mano, voy repartiendo besos y abrazos, y nos vamos contando cómo nos va. Ay, cómo me gustan estas conversaciones...
Cuando nos sentamos a la mesa, al calor de la comida, la charla se hace más alegre. Deliciosos, por cierto, todos los platos.
De primero, para compartir, unas olive allascolana (aceitunas rellenas empanadas), unas vittello tonnato (láminas de carne con salsa de anchoa, atún y alcaparras) y una provoleta. Si uno estaba bueno, el siguiente era aún mejor. Creo que solo quedaron el recuerdo y cuatro migas.
En el segundo, pudimos elegir entre pizzas, gnocchi, milohas, lasaña, espaguetis o linguine. Puedo decir que me resultó imposible terminarme todo, a mí y a la gran mayoría de los comensales.
Eso sí, siempre hay hueco para un postre del calibre de uno de los mejores tiramisús caseros que he probado y de una excelente crema de amaretto. Lo dicho, salimos rodando.
Y ahí que alargamos la sobremesa. Unos grupos se diluían y se formaban otros. En ellos, siempre surgían nuestros ahijados y ahijadas en las conversaciones, en especial, porque hacía apenas unos pocos días que habíamos recibido sus fotos más recientes. ¡¡Gracias, Aidén Calvo, por el esfuerzo!!
Cada cual presumía de las caritas de traviesos de unos, de las sonrisas de otros, de los ojazos de todos, de lo serios que estaban algunos por su timidez y falta de costumbre ante la cámara. Pero siempre, con el cariño que se merecen.
Los amigos de Bodouakro asistentes también disfrutaban comentando y preguntando, con curiosidad por saber cómo funcionaba el apadrinamiento y en qué se empleaban los recursos que enviamos.
En esta ocasión, les dijimos, la mitad del importe de la comida va a parar de forma directa a la matriculación de los niños y niñas para el presente curso escolar. Gracias a Federicco, propietario de Acqua in Bocca, por la ayuda.
Por supuesto, la jornada no podía terminar ahí. Esta vez no hubo karaoke pero tampoco lo echamos de menos. La terraza acristalada y llena de plantas de un agradable pub situado cerca del restaurante nos sirvió como punto de reunión donde pudimos seguir disfrutando de estupendas conversaciones, bromas y propuestas para que estas divertidas comidas de padrinos se celebraran con mayor asiduidad.
Vamos, que ni la necesaria lluvia que empezó a caer en Madrid, nos asustó lo más, con o sin paragüas.
Desde luego, yo estoy deseando que llegue la próxima. ¿Te apuntas?
María Rubio