Una verdad que se hace más patente con cada día que pasa es que en muchos casos esos patógenos provienen de los animales que nos rodean. No es raro que los virus o bacterias presentes dentro del cuerpo de los animales alcancen de alguna manera el cuerpo de los humanos, dando lugar así a un caso clínico de infección que pueden propagarse rápidamente de persona a persona. Este fenómeno se conoce como zoonosis, y suele dar lugar a brotes de enfermedades difíciles de manejar que se extienden rápidamente a través de poblaciones humanas, tal y como ha sido el caso con la actual pandemia de COVID–19.
¿Cómo se dan estas infecciones y por qué son tan peligrosas?
Las infecciones zoonóticas ocurren cuando un patógeno de origen animal se aloja dentro de un huésped humano y se propaga en su organismo. Algunas variedades de gripe aviar, por ejemplo, son virus que afectan el sistema digestivo de aves acuáticas y pueden infectar a los humanos que nadan y beben el agua de los estanques donde habitan. De igual manera las secreciones y heces de animales domésticos también suelen estar cargados de patógenos más o menos peligrosos para los humanos, basta con recordar enfermedades como la rabia o la toxoplasmosis.
El caso de la COVID–19 parece más intrigante. Los primeros pacientes de la enfermedad fueron asociados a un mercado de alimentos donde se comerciaba con diversos organismos exóticos vivos. Estos mercados suelen ser lugares excelentes para la transmisión de virus y bacterias debido a que, además de los desperdicios generados por los animales en cautiverio, estos suelen ser sacrificados y preparados en el mismo lugar, liberando sangre y fluidos cargados de patógenos, que usualmente no son limpiados de manera adecuada por el personal. Estos agentes quedan impregnados en las superficies del mercado o en los alimentos vendidos, y desde allí, es solo cuestión de tiempo para que se geste una infección.
Tampoco se puede pasar por alto el hecho de que fuese un mercado donde se manejan animales exóticos, pues esto bien podría explicar la severidad de la COVID–19. Debido a la naturaleza adaptativa de nuestro sistema inmune poseemos cierta resistencia los patógenos provenientes de animales domésticos como mascotas, ratones o ganado; pero esto también nos hace más vulnerables a los virus procedentes de especies menos frecuentes, y que se encuentran en entornos más recónditos, tal es el caso, por ejemplo, de los primates y murciélagos, que históricamente han transmitido a poblaciones humanas enfermedades severas como el Ébola y el MERS (síndrome respiratorio del medio oriente).
Debido a que estos patógenos difieren en gran medida de los que el cuerpo humano suele enfrentar es natural que afecten fuertemente al organismo y se transmitan rápidamente de persona a persona. Esto aumenta el riesgo de que los brotes de enfermedades zoonóticas den lugar a epidemias con un alto coste humano.
Riesgo para la humanidad a largo plazo
Resulta aterrador pensar que muchas de las enfermedades que azotan a la humanidad provienen de patógenos zoonóticos que se adaptaron y mutaron para adaptarse al cuerpo humano, tal es el caso de enfermedades como la varicela, el SIDA y varias formas de gripe. Cualquier nuevo brote corre el riesgo de convertirse en una caja de Pandora capaz de afectar a todas las generaciones venideras.
En estos tiempos tan difíciles la zoonosis nos dan otra razón para respetar a la naturaleza. Por nuestra salud y la de nuestros descendientes.