Resulta difícil para muchas personas llegar a conseguir este grado de autosuficiencia total, pero sí que podemos comenzar a ser autosuficientes en una parte de los alimentos que consumimos. Y hablo de alimento, porque hay muchas otras manifestaciones de esta expresión de libertad y decisión en los hábitos de consumo, como es la autosuficiencia energética, autosuficiencia en la fabricación de productos cosméticos, autosuficiencia en los productos de limpieza…
Tal vez no se pueda conseguir en todos los ámbitos pero si en alguna forma y medida. De hecho, esta imposibilidad en ocasiones de la autosuficiencia completa ayuda a establecer relaciones con otros productores, con los que podemos realizar intercambios de productos o servicios.
Cultivar nuestros alimentos es una forma de cultivar nuestra mente y espíritu, pues cultivar supone un ejercicio de “entrega” a la madre tierra, un devolver de forma humilde, lo que tanto nos da. Además cuando cultivamos vegetales, este acto de creación y entrega al otro, nos viene devuelto: supone también un cultivo para nuestra mente y el espíritu, pues esta actividad nos puede ayudar, mientras cultivamos nuestro propio alimento para nuestro cuerpo físico, a cultivar nuestras facetas espirituales y mentales.
De hecho, adquiriremos un grado máximo de consciencia si los alimentos que comemos, o parte de ellos, no sólo los hemos preparado y cocinado nosotros sino también los hemos cultivado y cuidado. La consciencia se vuelve total en un mismo proceso que abarca desde la recolección a la elaboración y esto ya es, en sí mismo, un acto de meditación.
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